Eterno Retorno

Wednesday, February 16, 2005

Porque usted NO lo pidió, vuelve a Eterno Retorno la parte menos leída y menos conocida de mi trabajo. Miles de lectores se deleitan cada mañana con mis comentarios y notas sobre la grilla y el calumniaje político de nuestra entidad, pero no creo que más de cinco se fleten esta columna semanal que espera volver por sus fueros luego de casi cuatro meses de ausencia. Así que como dicen allá en el Cono Sur: Bancátelo.

Pasos de Gutenberg
Por Daniel Salinas

Parísgótica
Fernando Solana Olivares
Editorial Debate

Cada vez me encuentro con más libros que se autodefinen, en la siempre mentirosa contraportada, como textos híbridos.
Ante el temor de encarcelar a su obra tras los barrotes de un género especifico, los autores optan por cubrir al texto con la niebla de la indefinición.
Ensayos literarios, crónicas periodísticas noveladas, imposibles rompecabezas de cuento, poesía y crónica, me salan al paso cada vez con mayor frecuencia.
Parisgótica es un ejemplo tan perfecto de lo anterior, que bien podría ser el modelito extraído de un hipotético manual del texto híbrido.
Con este libro de Fernando Solana Olivares me sucedió algo que ya no es nuevo cuando me encuentro con los llamados textos híbridos. Y es que irremediablemente me quedo satisfecho con alguno de los ingredientes, pero nunca con la mezcla completa.
Parisgótica es una sopa de ensayos y reflexiones aderezados con una novela como base o telón de fondo. Una obra sui generis como ella sola, pero con brutal honestidad he de admitir que bien pude haber prescindido de leer las páginas que se pretenden noveladas y sin duda mi sabor de boca hubiera sido mejor.
Vaya, me parece que la inclusión de personajes de ficción para tratar de sobreponer una trama argumental que justifique la irrupción de los ensayos, no es más que un pretexto o un intento de dar coherencia a la obra.
Una definición en extremo sencilla, se limitaría a señalar que la de Solana es una obra cuyo único personaje es la ciudad de París. Sí y no. Es cierto que la vieja Lutecia es casi omnipresente, aunque más como pista de despegue o aterrizaje. Sin embargo, al final también París acaba por ser sólo una tabla de lanzamiento para un mural de disertaciones sobre los más diversos tópicos.
Para no dejar dudas sobre esta dualidad (o diría multiplicidad de géneros) Solana incluye 24 capítulos marcados con números romanos que corresponden a la novela, mismos que se alternan con capítulos marcados con letras de la A a la Z que corresponden a la parte ensayística, que es, bajo mi muy particular apreciación, lo mejor del libro.
En sus capítulos marcados con letras Solana diserta lo mismo sobre Kafka, Canetti y Yourcenar, que sobre los cuadros del Greco, la arquitectura gótica, el budismo tibetano e incluso unos prescindibles acercamientos a la política mexicana.
Da la impresión de que Solana dio rienda suelta a su pluma y la dejó que se desbocara por la eterna estepa de la página en blanco sin limitarse demasiado por la coherencia temática.
El resultado es un ejercicio libre y espontáneo, sin demasiadas ataduras que deriva en una criatura que no por ser amorfa y algo caótica carece de calidad. Un cuerpo híbrido que vale la pena conocer.
Después de todo, París es capaz de poner la imaginación en punto de ebullición y la obra de Solana es la mejor prueba de ello.

Por Daniel Salinas

Pasos de Gutenberg

El Príncipe
Federico Andahazi
Planeta

Pese a que es de esos narradores que coquetean con esa delgada línea que separa la literatura en serio de los productos editoriales más burdamente comerciales, confieso una inocultable debilidad hacia la obra de Federico Andahazi.
En realidad creo que con un poco más de publicidad y buena distribución, una obra como El anatomista, sin duda su libro más exitoso, o El secreto de los flamencos, bien podrían competir con un producto tan descaradamente holywoodesco como El código Da Vinci, con perdón por la odiosa comparación.
En lo personal, considero que ?Las piadosas?, un libro que disfruté en extremo, es por mucho la mejor novela de Andahazi.
La semana pasada concluí la lectura de El príncipe y lo único que puedo decir es que leí el libro más raro y experimental de Andahazi.
Es de esas obras en las que el narrador se permite ciertas licencias y jugueteos cómicos y se divierte con su obra como si fuera un mono de plastilina.
?El príncipe? es una novela cuyo esquema de ficción es casi surrealista. De entrada se podría decir que se trata de una sátira descarada, rebosante de humor negro sobre las tinieblas de la política latinoamericana
Una burla tan cruel que se permite la comicidad y los desvaríos oníricos en aras de crear una atmósfera aún más grotesca.
He escuchado quien dice que no hay que darle demasiadas vueltas a ?El príncipe?, pues se trata de un retrato de la Argentina de Carlos Menem.
Más allá de buscarle nombre y rostro al personaje, Andahazi refleja en superlativa exageración a un típico político latinoamericano que es capaz de seducir a sus gobernados con las más absurdas promesas y de hacerse pasar por un ser absolutamente indispensable.
La novela trata sobre un extraño personaje al que se llama únicamente El Hijo de Wari, una criatura que brota en el excremento de una prostituta en algún lugar de la Cordillera de Los Andes, a un lado del cráter de un volcán.
Esta encarnación diabólica, de quien sólo se dice que tiene tez morisca y ojos azules, es criado en las profundidades por reptiles e insectos y por una hormiga reina que lo amamanta con veneno.
Descripciones que parecen salidas de un cuadro de El Bosco o un capricho de Goya nos van dibujando al personaje que se transforma en caudillo y mandatario de un pobre país.
La voz de un consejero incorpóreo que guía al caudillo, pronuncia en su oído máximas estructuradas con el estilo del original Príncipe de Nicolás Maquiavelo que hielan la sangre, pues hay una buena dosis de realidad en su descarnado despotismo.
Conforme la novela avanza, Andahazi se permite más jugueteos e incluso improvisa escenas de imposibles películas con actores clásicos, lo que le da un toque a mi juicio innecesariamente payaso a la obra, si bien contribuye a crear un escenario desquiciante.
A la literatura producida de este lado del mundo le sobran ejemplos novelas sobre déspotas, dictadores y tiranos de toda índole.
Si alguien me dijera que escogiera tres grandes novelas sobre el horror de la política latinoamericana y sus juegos absurdos escogería tres que si bien son muy distintas entre sí, comparten el telón de fondo.
Me quedo con La fiesta del Chivo de Vargas Llosa, Mi hermano el alcalde de Vallejo y El príncipe de Andahazi.

III

Cuando amanece no sabes que está más podrido, si tu alma o el entorno. La noche en vela droga, embriaga y cuando llega el día nada es igual. Todo parece un poco mentira, se vuelve pintura pastel derretido. Las imágenes y los sonidos duelen, pero no sientes que vayas a caer dormido. No ahí. Los sueños no podrán visitarte mientras duermas sobre este polvo incoloro, opaco, pegostiozo como la bruma que te ciega y te impide darte cuenta que la tierra prometida es horrible. Sí, es una patada a Dios, pero no quieres verlo, porque conoces bien la pobreza, conoces la sangre, conoces el miedo, pero esto se parece al Infierno. Estos son los paisajes donde se desarrollan las más macabras de las vidas y no concibes que alguien pueda reír mientras pisa este suelo, pues hasta el aguardiente sabe a tierra contaminada de malos deseos. Sientes como sí el tiempo se hubiera vuelto polvo chicloso, garras de un mal sueño y nadie acierta a inventar la palabra que reviente el sopor de la mañana.
No hay nada, nadie, ni siquiera un vecino que los mire desdeñoso y se pregunte que es lo que hacen ahí siete decenas de desdichados amontonándose entre cuatro paredes de cartón esperando que el cielo gris, el que cubre su tierra prometida, arroje el maná para ellos.
Duele pensarlo, decirlo, duele encabronarse y aceptar que les vieron la carota, que les tranzaron a cada uno sus mil 400 y los vinieron a aventar para que se pudran en el Infierno.

?Pero, ¿Que chingados ganarían con traernos hasta acá? Si hubieran querido transar se pelan con la feria y nos dejan ahí, ¿para que nos trajeron entonces??.
?Al rato vienen, al rato vienen, esto lleva rato?.
?Pero no vamos a jetear un mes entero aquí metidos, a la primera semana que nos paguen vamos a un hotel pinche?.
?Si nos pagan, ¿y si es pura madre??
?Pues le brincamos al gabacho, al cabo está bien cerca y ahí sí, es de a huevo que hay feria?.
Pero en ese cerro están solos, y no saben para donde está el gabacho, ni para donde se sale uno de regreso para Tuxtla, ni siquiera a donde va uno a tratar de robarse un pomito o ya de jodido unas tortillas.
Ya para media mañana estás pensando quien será el que vendrá más feriado de todos y no sabes si acercarte a darle un abrazo y decirle que te invite un trago para llorar a gusto la desgracia o si arrimarle una chinga y largarte a donde puedas, pero todos están igual de encabronados y piensan lo mismo que tu y ya sabes que al rato van a empezar las mentadas, los trancazos y quien quita y tu eres el que más feria trae y la chinga te la arriman a ti.
El que llega al medio día no les trae el maná ni gotas de esperanza. Tampoco parece estar muy preocupado o tener mucha prisa.
Que él es el dueño de este tejabán, que ahí podían estarse hasta fin de mes y luego ya iba salir el camión de regreso para los que no agarren chamba, él luego les avisa cuando para que le vayan dando el dinero y luego no haya con que no hay lugar, porque también hay otros que ya van de retache. Que el jalecito? No pues aquí jale hay un chingo, aquí no jala el que no quiere no es como allá, vayan a la ciudad industrial y de volada, empiezan ahora y pagan por semana. Cuatro mil pesos? No pos todos estarían allá jalando, hasta yo, así nadie se iría al gabacho, es más hasta los condenados pochos se pasarían para acá. ¿A poco eso les dijeron? Pues los traerán de directores o que me digan donde, en cual, porque eso de importante industria maquiladora pues hay muchas, es más wachen la troca que está allá parqueada, ahí ofrecen jale, solicitan como 50 y al rato solicitan más, es que aquí el que dura dos semanas ya hizo antigüedad, nadie dura nada, jalan dos días y le emigran, prefieren andar de baquetones taloneando, llegan con muchas ganas y luego los ves de teporochos en la Coahuila, otros acá bien tecatos, tirados en la calle como pinche perro muerto.
Ahí está el camión, con una mantota que sería imposible no ver y es casi igualita al papel que viste pegado en el camión de Tuxtla, solicitan trabajadores dinámicos, con ganas de superarse, interesados traer solicitud, tomar la calafia que dice fábricas Otay, decir al chofer que los baje antes de la salida a Tecate y aunque aquí no se promete ningún sueldo semanal, la importante empresa maquiladora tiene su nombre: se llama Hyundai.
Hasta entonces te cae el veinte que el trabajo lo ofrecen por doquier, que no viajan hasta Chiapas nada más porque allá sean los meros reatas, sino porque nadie quiere reventar ahí, podrido entre el ruido, contando los segundos del reloj, rogando que el tiempo corra, que llegue ya la media hora de comida para echarle 3 pesos a la máquina de Pepsi, para que llegue la raya de hambre y se consuma el domingo en caguamas.
¿Qué te piden? Nada de nada, huevos para joderte, que estés un poco orate, más bien pendejón, obediente y ya, que aguantes, más de tres semanas ya es mucho, de verdad, al que le caiga lo aceptan, se están cagando por trabajadores, se los pelean.
Para allá van al otro día, con cara de perdidos, amontonados en una calafia, a ver si es cierto que ahí es donde va a estar la pura feria, sí como no, pura compañía gabacha, puro dólar, lo que pasa es que aquí son huevones y por eso están jodidos, aguanta y verás, nos va ir al pedo.

Eterno Retorno no está muerto ni ha pretendido suicidarse. Sería bueno decir que estaba de parranda, pero por desgracia no es así. Más bien su autor ha estado en extremo ocupado, empeñando su existencia en los turbulentos océanos del calumniaje político. Con decirles que estas líneas las escribo desde el Palacio Municipal, en donde pasó más horas que en mi propia casa.



Comprar un carro

Nunca he sido el mejor amigo de los carros. Tampoco pienso demasiado en ellos. Hay quienes dedican muchas horas de su vida y su conversación a los vehículos que nunca tendrán. Para la burguesía y la siempre acomplejada clase media el carro es algo más que un símbolo. En una carrosería de lámina y cuatro ruedas yacen los complejos de superioridad, aristocracia y buen linaje de millones de familias. Por lo que a mí respecta, ya he dicho que casi no pienso en ellos. Nada se de marcas, modelos y funciones. Se que los carros se dividen en automáticos y de cambios y párele de contar. A menudo desconozco sus nombres. A diferencia de actos como la lectura, la escritura y los viajes que son para mí fines en sí mismos, el tener un carro es para mí la máxima expresión de un medio. Un vehículo es sólo eso, un medio para ir de un lugar a otro tan rápido como sea posible. Sin embargo, en el diccionario de complejos clasemedieros, el carro es el non plus ultra del fín, no del medio. Se trabaja, se suda la gota gorda, se contraen deudas impagables con el fin de tener un buen carro que envidien los vecinos. Ya he dicho que si yo viviera en una ciudad como Madrid, París o incluso el DF con un gran sistema de transporte público, yo podría prescindir de tener un carro de la misma forma que podría prescindir de una tele en casa si no fuera por el futbol. Pero da la casualidad que vivo en Tijuana, la capital mundial del mal transporte, en donde un recién llegado lo primero que hace es comprarse un carro en 400 dólares antes de comprar un pan frío para comer o conseguir un tecurucho donde vivir. Yo amo caminar, pero Tijuana no es una ciudad de a píe. Por si fuera poco, habitamos en medio de una carretera federal, a donde no se puede llegar de otra manera, a menos que tuviera un día eterno para pasarlo caminando. Así las cosas, tras esta exposición de motivos iré al grano: Carol y yo hemos comprado otro carro. En verdad lo necesitábamos. Era ya una urgencia impostergable. Aunque habíamos dicho que compraríamos un carro pequeño, compactito, ahorrador de gasolina, hicimos todo lo contrario, pues aunque poco sabemos de la materia, a ambos nos gustan más los carros grandes y fuertes. Así las cosas, nos decidimos por una Rodeo Isuzu de color blanco. El proceso de ir conociendo un carro es casi tan complicado como el de ir conociendo a una mujer. Como cuando acabas de iniciar un noviazgo en secundaria, tienes que ir familiarizándote poco a poco con las manías, gustos y obsesiones de la chica y debes encontrar la forma de tratarla. No hay mejor carro que el que uno conoce a la perfección. Un carro desconocido es un estuche de sorpresas. Esperemos que la Rodeo no nos saque muchos ases bajo la manga y se transforme en una buena amiga y no caiga en las manos de los amigos de lo ajeno, con afán de que la relación que ayer inició, sea tan fructífera y duradera como la que llevamos con nuestra fiel y aguantadora Jimmy.