Eterno Retorno

Friday, January 21, 2005

Tundiendo teclas

Sólo quien ha trabajado en una redacción sabe que uno escribe con propulsión a chorro, que no es posible ponerte a meditar sobre la metafísica de ciertos asuntos ni a filosofar sobre tus contemplaciones bucólicas. Escribes y ya, tan rápido como sea posible. Cuando trabajas en una redacción aprendes el sentido del concepto contra reloj, del auténtico hoy, hoy, hoy que ni nuestro Presidente Fox entiende.

A menudo, por no decir casi a diario, mucha gente me cuestiona sobre tal o cual nota: La nota está incompleta ¿Por qué no mencionó usted que estaba yo ahí? ¿Por qué no escribió sobre mi caso? La respuesta es simple: Por que no hay ni tiempo ni espacio. Existe un concepto que se llama jerarquizar la información, concepto que me cuesta mucho trabajo hacer entender a quienes no están en este negocio. ¿Cree usted que yo tengo el tiempo y las páginas para citar a cada una de las cientos de personas que acuden a una manifestación o acto político? A menudo, en una nota poco importante como esa, uno no tiene más que un espacio de 300 palabras o menos. Es materialmente imposible mencionar a todas y cada una de las personas que uno ve.

Me gustaría que me acompañaran alguna mañana cualquiera de mi vida a Palacio Municipal. ¿Saben con cuánta gente hablo en una sola mañana? ¿Cuántas manos estrecho? ¿Cuántas historias me cuentan? ¿Cuántos chismes grilleros escucho? ¿Cuántas llamadas recibo por la tarde? ¿Cuántos correos me mandan?
Yo mismo pierdo la cuenta. Todo mundo me viene con historias, calumnias, conspiraciones. Supiste esto, te dijeron lo otro, fíjate que. Todo mundo con su verdad absoluta, creyendo merecer primera plana. Yo tomo lo que me sirve, que a menudo es menos de la cuarta parte de lo que escucho. ¿Qué me sirve? Lo que es noticioso, lo que puede ser interesante para nuestros miles de lectores y lo que está bien comprobado o amarrado con datos fidedignos. Por desgracia, sobran colegas de otros medios a los que les basta un simple rumor de comadres para firmar sus ocho columnas.

Vienen los Vikingos

En mis manos los boletos para el partido México vs Suecia, a jugarse el próximo 26 de enero en el Petco Park de San Diego. Será el primer partido del Tricolor en este complicado 2005 premundialista y el primer partido de futbol que se juega en la breve historia del templo beisbolero de los Padres de San Diego, ubicado en el mismísimo corazón de la vecina ciudad. He ido a muchos juegos de futbol en Qualcomm (Jack Murphy para los nostálgicos) pero aún no he ido a Petco Park, pues sepa el lector que jamás en mi vida he acudido a ver un juego de beisbol y jamás acudiré en lo que me reste de existencia pues yo odio con fervor ese miserable juego y la cultura que gira alrededor del él.

Por lo que al juego respecta, estoy en la disyuntiva sobre la indumentaria adecuada que debo llevar. Y es que aunque usted no lo crea, en mi inmensa colección de camisetas originales de futbol no se cuenta una sola de la Selección de México. Tengo más de 20 camisetas originales de los Tigres, pero no tengo ni una del Tricolor. La verdad es que no me gusta el diseño de Nike. En cambio, sí tengo una camiseta original de Suecia, cuyo diseño en amarrillo con rayitas azules me gusta en verdad. Dicha camiseta me la trajo mi amigo Ricardo Villarreal de Suecia y nunca se la pagué por cierto (si algún día lees esto Villy, debes saber que aún no olvido la deuda) La cuestión es que estoy pensando seriamente acudir al estadio con mi camiseta de Suecia con el único y loable fin de ponerle un poco de color al asunto y molestar a los aficionados tricolores. Yo no me considero un apasionado de la Selección Mexicana en realidad. Mi única pasión y fanatismo capaz de hacerme gritar un gol o llorar una derrota, son los Tigres. Cuando el Tricolor juega lo único que deseo es ver un buen partido y que gane el mejor pues el orgullo nacional y estas estupideces me valen un carajo.

Para explicarlo mejor: Imaginen que un mago o genio de la lámpara o hada o lo que sea me diera la opción de pedir uno de dos deseos: Que México sea campeón del Mundial Alemania 2006 o que Tigres sea campeón de la Libertadores. Disculpen patrioteros unidos de mexitlán, pero yo pediría que los Tigres sean los reyes del Hemisferio.

Por otra parte, tenemos serias, pero en verdad muy serias intenciones de ahorrar una lanota e incluso estaríamos dispuestos a sacrificar el no viajar en este año con tal de ir a Alemania 2006. Mi concuño dice que por el hotel no hay bronca alguna, podemos quedarnos con sus familiares, así que nomás hay que ahorrar para los boletos del avión y las entradas a los partidos. Me cae que vamos a ir. Eso sí que sería lo que cualquier cursi llamaría un sueño hecho realidad.

Tuesday, January 18, 2005

El asesinato de la Navidad

Es de noche. Luego de consumar el ritual que antecede al exilio, ritual que carece de toda la magia y deseo de la bienvenida, tomo en mis brazos el cuerpo desnudo y lo saco de casa. Es un cadáver insepulto, estorboso, que poco a poco empieza a apestar. Un huésped que hace un mes fue bienvenido entre fanfarrias y que ahora empieza a ser molesto, terriblemente obsoleto, fuera de lugar. Sus ropajes, esferas, moños y angelitos, yacen dentro de una caja donde esperarán un año arrumbados en el oscuro rincón, ese cementerio donde van a dar las cosas que no forman parte de nuestra diaria rutina. Al amparo de la noche, el cadáver desnudo es arrojado por mí en algún baldío donde yacen otros tantos cadáveres secos, insepultos, humillados. Después regreso a casa y con escoba y aspiradora barremos toda evidencia que nos recuerde su presencia. El mismo huésped que con tanto deseo fuimos a invitar los últimos días de noviembre y que colocamos brindando con cerveza Noche Buena mientras sonaban los villancicos y los buenos deseos flotaban en al aire, es sacado en forma furtiva por la puerta trasera, sin un adiós, sin una palabra de agradecimiento, sin una bendición para aquel que por un mes y medio fue un habitante de nuestro hogar. Triste destino el de los pinitos de Navidad. No hay nada más triste y obsoleto que ser un pino navideño el 15 de enero. El exilio del árbol marca la sentencia de muerte de la Navidad y la bienvenida de enero, el mes oficial de la cruda, del trabajo duro, del cinturón apretado, del asesinato de los excesos, de la llegada de los límites, de la insoportable sobriedad, de los píes en la áspera tierra. Descanse en paz arbolito de Navidad.