Eterno Retorno

Wednesday, August 31, 2005

A los aficionados pumas

Si algo puede hacerme permanecer despierto conversando por horas y horas hasta el amanecer, es si alguien me habla de Futbol o de Historia. Ambos temas son narcóticos puros para mí. No soy un buen conversador. A menudo suelo abortar las conversaciones triviales o simplemente permanezco callado. Pero no respondo cuando alguien pone sobre la mesa el tema del Futbol y o la Historia. Ahí sí que no me callan. El colega Gregorio Jácome tiene la virtud de gustar de ese par de tópicos tan interesantes. Como buen aficionado Puma que es, Gregorio me escribe una carta donde defiende a su equipo, luego de mis señalamientos tras la goleada de 5-0 propinada por Cruz Azul. Aunque no acostumbro hace pública mi correspondencia, dado que no quise de manera alguna ofender a los buenos aficionados pumas con mi comentario y dado que tengo más de un amigo que apoya al equipo unamita, hago extensiva esta carta a todos los que como Jácome apoyan con el alma al equipo del Pedregal.

Tiene usted toda la razón Gregorio. El futbol siempre te da una segunda oportunidad. Respeto mucho a los aficionados de Pumas. Es una de las aficiones más fieles que hay en México y por ello inicio mi comentario en Eterno Retorno pidiendo de antemano una disculpa a los buenos aficionados como tú.
Yo mismo he gritado goles de Pumas. Aún recuerdo la primera vez que vi a ese equipo en vivo. Fue a mis 12 años de edad, en un partido nocturno en San Nicolás de los Garza y jugaban Tigres vs Pumas. Aquellos Pumas de Mario Velarde que traían a España, Servín, Negrete, Amador. El resultado fue 1-1. Recuerdo también un Tigres vs Pumas, jornada 38 del 87-88, histórica despedida de Don Tomás Boy. Cómo olvidar ese juego al que acudí con mi padrino José Manuel. Ganaron los Tigres 2-1 con dos goles del paraguayo Félix Torres mientras que por Pumas descontó Luis Flores, que en ese partido se coronó campeón goleador. Recuerdo la primera vez que fui al estadio México 68 cuando llegué a vivir a México. Una tarde de enero de 1989 me llevó mi padre a ver un Pumas vs Tigres. El resultado fue 1-1. Pero más recuerdo el privilegio de haber estado en el estadio del Pedregal el 7 de junio de 1991, cuando Tuca Ferreti batió a Adrián Chávez y coronó a esos míticos Pumas de Mejía Barón, base de la selección del 94. Un partido inolvidable acaecido en uno de los veranos más bellos de mi vida. El problema es que la personalidad o el fenómeno de mercado llamado Hugo se ha impuesto al equipo. Yo como aficionado, me sentiría ofendido de que el técnico use al equipo sólo como trampolín mientras se ofrece como vil puta al mejor postor entre la segunda división española. Hugo cambiaría a Pumas por cualquier equipo europeo de cuarta. Tal es su egocentrismo y sus ganas de trascender. Por eso me alegró de sus derrotas personales.

Pero bueno. Pasando a temas históricos, me da gusto que menciones a un general de la integridad moral de Santos Degollado. Desgraciadamente, en ese triste verano de 1861, las guerrillas de Leonardo Márquez y Zuloaga se cobraron la vida de Ocampo, Degollado y Leandro Valle. Ese par de carniceros conservadores, a diferencia de Miramón y Mejía, salvaron la vida y no murieron por la bala, sino en cómodo exilio.

Pero más gusto me da que menciones a Saladino, personaje en el que actualmente estoy de lo más engranado. Saladino es un verdadero ejemplo de guerrero. El azote de los cristianos, fue en realidad el gran caballero de las Cruzadas, el que perdonó miles de vidas, el hombre tolerante que permitió a cristianos y judíos profesar sus cultos en Jerusalén, el que nunca permitió saqueos ni agresiones a civiles. Todo lo contrario de un perro como Ricardo Corazón de León, el prototipo del romántico caballero medieval, que en Acre decapitó a más de 3 mil mujeres y niños sólo porque Saladino no le cumplió a tiempo el rescate pactado. O qué decir de la toma de Jerusalén en julio de 1099, cuando los soldados de Godofredo de Bouillon prendieron fuego a la sinagoga con todos los judíos adentro y masacraron no solo a todos los musulmanes, sino a los cristianos sirios y armenios sólo por verles cara de árabe En cambio, cuando Saladino tomó Jerusalén en 1187, ni un solo civil murió en la batalla. En fin, me podría pasar las horas platicando de Historia y Futbol. Me pegas en mis dos debilidades, pero resulta que tengo que cumplir con escribir la columna política que me interesa muy poco para ser sincero. Pero ni modo, por esta grilla me pagan. Un abrazo y que no decaiga el ánimo por la goleada. Ya muchas veces he dicho que lo único que no le perdono a un ser humano, es traicionar la camiseta del equipo de sus amores. DSB