Eterno Retorno

Wednesday, July 27, 2005

Mexicanos exitosos en Estados Unidos

La semana pasada tuve la fortuna de platicar con una señora que se llama Rosario Marín, una mexicana de sonrisa amable y hablar sencillo que a los 14 años llegó a vivir a Estados Unidos y que se convirtió nada menos y nada más que en tesorera de ese país. No creo que sea cualquier cosa solicitar chamba de tesorero de la nación más rica y poderosa de este mundo. Alguna habilidad debes tener. Rosario Marín no es mexico-americana ni pocha, ni chicana. Es mexicana. Me sorprendió su sencillez y me sorprendió su inteligencia. Una mujer admirable. Por cierto, Rosario Marín habla un español tan correcto como tú y yo lo hablamos. Un verdadero español, sin anglicismos ni xicanismos. Esta señora mexicana que durante cuatro años estampó su firma en todos los dólares americanos, no tiene en la cabeza delirios rimbombantes de cultura xicana ni mitos ridículos y trasnochados como Aztlán. Lo mismo se aplica al almirante José Betancourt. Oriundo de Matamoros Tamaulipas, este señor alcanzó el más alto grado al que puede aspirar un militar en la base naval más grande de Estados Unidos como es la de San Diego. Conozco demasiadas historias de mexicanos (que no chicanos o pochos) que llegan a ser exitosos en Estados Unidos. Y hay un detalle común en todos ellos: Ninguno habla spanglish, ni tiene tatuadas vírgenes de Guadalupe, ni promueve la vida loca, ni decora su casa con murales ridículos de Quetzalcóatl manejando un viejo carro bombacho de los 50 a lado de una india tetona al estilo J LO. Vaya, ninguno de los mexicanos exitosos que conozco del vecino país tiene la cabeza contaminada con el cursilón mito del xicanismo que defiende Julio desde la hermosa Suecia. Me cuesta trabajo creer que viviendo en un país tan bello y con tan buen nivel de vida, Julio añore una manifestación cultural tan pestilente como la xicana. Lo xicano y lo pocho se me hacen el non plus ultra del mal gusto, de lo decadente, de lo rimbombante. En su afán de idealizar al xicanismo como una nación de indios hieráticos, principescos y estoicos, solidarios paisanos guadalupanos que añoran la suave patria desde un país cruel y racista que les niega oportunidades, Julio olvida la realidad de los mexico-americanos. Se le olvida que en la Patrulla Fronteriza hay más hispanos que anglosajones, que los migras más culeros que pueden tocarte suelen ser pochos bastante amargados y que incluso en el proyecto racista del Minuteman hay una buena cantidad de chicanos. Se le olvida que muchos chicanos se enojan mucho si les hablas en español y te responden groseramente y que muchos de los turistas pochos que atiborran la Avenida Revolución los fines de semana se dan gusto humillando a meseros y trabajadores mexicanos. La supuesta solidaridad racial de los chicanos y el corazón unido de paisanos es una enrome falacia. Si alguien es racista con los mexicanos son los pochos.
Bien lo dice la estrofa de los Tigres del Norte en su corrido La Jaula de Oro: Mis hijos no hablan conmigo, otro idioma han aprendido y olvidado el español. Piensan como americanos, niegan que son mexicanos aunque tengan mi color.
Sabia estrofa del corrido. Sabiduría popular que raramente se equivoca.