Eterno Retorno

Friday, June 10, 2005

El sobrino de Wittgenstein
Thomas Bernhard
Anagrama

Por Daniel Salinas

Aunque la costumbre (que no la ley) es que Pasos de Gutenberg se ocupe primordialmente de novedades editoriales, no quise dejar parar la ocasión de comentar uno de los libros más sui generis que han caído en mis manos en los últimos meses.
Se trata de El Sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard, que por casualidad y por fortuna encontré en un puesto de la Feria del Libro de Tijuana.
Sumergirse en los terruños de Thomas Bernhard implica armase con cierta dosis de empatía ante la descarga nihilista y las ráfagas de humor negro que nos receta el autor.
Arrastrando un estigma de autor denso, complicado y carente de toda amabilidad con el lector, Bernhard es dueño de una pluma endemoniadamente maliciosa a la hora de jugar con el lenguaje y crear atmósferas.
Por desgracia, este narrador que bien merecería compartir el cetro con autores considerados clásicos del Siglo XX, tiene una presencia casi nula en Latinoamérica.
Vaya, bien se podría decir que es un autor de culto, que es leído por unos cuantos sectarios devotos pero que jamás podrá aspirar a tener los lectores, por ejemplo, de un Franz Kafka
Si le comparamos con clásicos como Trastorno o El sótano, El sobrino de Wittgenstein es una de las obras menos conocidas y comentadas del austriaco.
Sin embargo, me atrevería a decir que es una de las más desgarradoras y confesionales y al mismo tiempo una de las más accesibles, sin que ello se a sinónimo de libro fácil o amable.
De inocultable carácter autobiográfico, El sobrino de Wittgenstein podría verse como un tratado nihilista sobre la amistad.
Bernhard nos habla aquí de su gran amistad con Paul Wittgenstein a quien al final de su vida encontró en un sanatorio donde Bernhard y está internado en al área de tuberculosos y su amigo en el área de enfermos mentales.
Con semejante escenario, Bernhard comienza su a hablarnos de su amigo, que es sobrino del filósofo Ludwing Wittgenstein, si bien esto no deja de ser a lo largo de casi toda la novela una circunstancia casi incidental.
Sin embargo, es a partir de la figura del célebre tío, que Bernhard diserta en forma magistral sobre el dilema del filósofo ágrafo, en este caso su amigo.
Bernhard sostiene que Paul Wittgenstein fue tan filósofo como su tío, con la pequeña diferencia de que jamás publicó un párrafo.
También reflexiona sobre la relatividad de la locura y la forma en que la psiquiatría la enjaula en conceptos y definiciones médicas.
Todo ello, con un ritmo sorprendente, por momentos juguetón, en que el autor, con cierto afán de burla, repite intencionalmente frases y adjetivos grandilocuentes que acaban por no dejar títere con cabeza.
Si bien Bernhard da la impresión de ser un pesimista hormonal y un misantrópico incurable, este libro no deja de arrastrar párrafos que rozan los límites de la ternura. Vaya, con un poco de imaginación, podría decir que algunas páginas podrían ser una versión oscura del Demian de Hesse y me atrevo a decir que El sobrino de Wittgenstein es un buen punto de partida para sumergirse en el intrincado mundo de Bernhard.