Eterno Retorno

Wednesday, May 18, 2005

Al final de sus días, Tolstoi vio en la literatura una maldición y la convirtió en el más obsesivo objeto de su odio. Y entonces renunció a escribir, porque dijo que la escritura era la máxima responsable de su derrota moral. Y una noche escribió en su diario la última frase de su vida, una frase que no logró terminar: Fais ce que dois, advienne que pourra (Haz lo que debes pase lo que pase)

En la fría oscuridad que precedió al amanecer del 28 de octubre de 1910, Tolstoi, que contaba con 82 años de edad y era en aquel momento el escritor más famoso del mundo, salió sigilosamente de su ancestral hogar en Yásnaia Poliana y emprendió su último viaje. Había renunciado para siempre a la escritura y, con el extraño gesto de su huída, anunciaba la conciencia moderna de que toda literatura es la negación de si misma.
Lo anterior lo escribió Vila ?Matas y entonces yo, con una hermosa edición de Guerra y Paz sobre mi escritorio, me preguntó cómo es que alguien que amó tanto el acto de escribir pudiera huir de la escritura de esa manera. 637 páginas en letra muy pequeña tiene mi edición. Quince partes y un epílogo dividen la obra. La parte que tiene menos capítulos es el Epílogo, con quince. La que más, la décima, con 35. Más de 500 personajes desfilan por sus páginas. Sólo un verdadero enamorado de la literatura puede entregarse a escribir una obra tan monumental. Tolstoi escribió Guerra y Paz de 1863 a 1869. Tiempos después, de 1873 a 1877, se entregó a la escritura de Ana Karenina. Recuerdo el invierno de 1995, sentado en el asiento de un tren chihuahuense, leyendo Ana Karenina rodeado por la inmensidad nevada de la Sierra Tarahumara. Recuerdo lo mal que me caía el conde Wronsky, lo apetecible que me resultaba Kitty Chebrasky (toda una Anita Kurnikova sin duda) la hermosa elegancia de Ana Karenina, la metafísica rural de Constantine Levine. Honor a quien honor merece. Gloria eterna al Gran Conde de Yásnaia Poliana.