Eterno Retorno

Sunday, May 01, 2005

51 muertos con aroma primaveral

Durante el primaveral mes de abril, mientras la naturaleza se dedicaba a vestirse con sus mejores galas y miles de pajaritos, conejos, ardillas y otras bestezuelas salían de sus nidos para descubrir el Universo, en nuestra bella Tijuana se despacharon a 51 seres directo y sin escalas al otro barrio. 51 homicidios nada más en un mes. Casi de a dos muertitos por día nos anda tocando. En lo que va del 2005 ya suman 158 asesinatos si no me equivoco, aunque basta con no actualizarme en un día para que la cifra se incremente. Más de una persona de fuera me ha preguntado si es posible vivir feliz en una ciudad tan violenta. Y la respuesta es SI, se puede ser feliz y vivir con una pacífica modorra dominical mientras paseamos por el parque y miramos el Sol ocultarse tras las Islas Coronado. Alguien me hacía ver que en una ciudad en la que se cometen 158 asesinatos en cuatro meses, se está a un nivel de guerra, pues no son cifras propias de una ciudad que se presume vive en tiempo de paz. 158 muertos, me decían, nos pone a un nivel de Bagdad. Pero lo más tijuanense del asunto, es que por estos rumbos somos felices. Decenas de miles de litros de cerveza se consumen cada fin de semana, la música suena, las copas se vacían, la gente ríe, baila, desea, coge, duerme, despierta, se cura la cruda con un aguachile, vuelve a beber, hace como que trabaja, habla, eructa, vuelve a beber a bailar y los muertitos se siguen amontonando, como papeles viejos y empolvados en un escritorio. Casi por rutina, por simple costumbre o nomás por no dejar, los siempre incómodos reporteros, cual buen cadillo entre las nalgas que somos, cuestionamos a los funcionarios sobre los altos niveles de violencia. Señor alcalde, como es posible, 158 muertos y usted dijo que no le temblaría la mano. Señor Procurador, hubo cuatro muertos el fin de semana, estamos en las manos del hampa, la violencia es imparable. Estas preguntas, de rigor en toda entrevista banquetera, representan una de las formas más elevadas de tedio. Son tediosas, porque de antemano todos sabemos lo que responderán los funcionarios. Si le has preguntado al alcalde, te dirá que el Ministerio Público Federal no está haciendo su trabajo, pero que la Municipal ha detenido a varios miles de mafiosos y traficantes y si le preguntas al Procurador, él te dirá que su trabajo no es prevenir, sino actuar cuando las cosas ya han sucedido, pero casi el 50% de esos homicidios han sido resueltos y el secretario de Seguridad te dirá que pongamos todos nuestra fe en que el intercambio de juguetes bélicos por útiles escolares traerá la paz a nuestro estado y el Gobrnador dirá que son ajustes de cuentas entre mafiosos, pero que la gente buena, sana y temerosa de Dios vive en santa paz. . Y todos, eso sí, coinciden en que no todo es culpa de la Policía. La sociedad vive una crisis de valores, los padres deben saber con quién se juntan sus hijos, la droga trastorna las mentes. Y mientras, los asesinatos se siguen cometiendo y las notas son cada vez más breves, más aburridas, dos párrafos refundidos en un rincón de la página policíaca. ¿Quienes son todos esos muertos, de dónde carajos vienen, por qué nadie los reclama? Como la mayoría son hombres, ni siquiera son dignos de una escandalera feminista que los eleve a la categoría de mito como las Muertas de Juárez. Los muertos de Tijuana son polvo aún desde antes que el cadáver entre en descomposición. Son polvo incluso antes de morir. Son tan anónimos como el millón de muertos de una guerra, con la diferencia que ellos no tendrán siquiera derecho al monumento al soldado desconocido. ¿Se imaginan si en Tijuana hubiera un monumento al encobijado? Un tributo a esos miles y miles de seres cubiertos de cinta adhesiva y cobija que son pan de cada día de ministerios públicos y reporteros policíacos. Esos 12. 17 de la frecuencia que irremediablemente son condenados al olvido al día siguiente.. A menos que seas una chica guapa habitante de la Colonia Hipódromo como Angie, merecerás que los burguesoides de esta ciudad marchen por las calles y sólo si tu asesino fue un adolescente desquiciado de 15 años de edad, merecerás que la nota de tu muerte no se agote en en día. Si apareciste envuelto en una cobija en un terreno baldío de La Presa, tu destino será convertirte en dos parrafitos para engrosar la estadítica y ser olímpicamente olvidado al día siguiente.Créalo usted o no, en Tijuana se puede ser feliz con 158 muertos amontonados en los archiveros de la Policía Ministerial. Al menos tengo la certeza de que vivimos más tranquilos y menos estresados que en el DF. A la mayoría de los tijuanenses nos preocupan otros asuntos. Pregúntele usted a un tijuano sobre sus preocupaciones cotidianas: Que la línea esté atiborrada el sábado, que la 5 y 10 se pone intransitable, que cada vez hay más baches sobre el libramiento, que está pronosticada una lluvia, que están rematando carros a muy buen precio en El Cajón, que el 2 x 1 en la cerveza en el Sótano Suizo se prolonga una hora y que las ofertas en Chula Vista están de no desaprovecharse. Y sí, por supuesto que preocupa la inseguridad, pero no por los muertos, sino por la cantidad de carros que se roban, por los cristalazos a las casas. Pero pare usted de contar. Los muertos son estadística lejana, como si esos bultos encobijados aparecieran a miles de kilómetros de aquí y no en la esquina de nuestra casa. Así de tijuanero es este asunto de los muertos.