Eterno Retorno

Wednesday, April 27, 2005

La peor pesadilla de un reportero (quinces del mundo unidos)

Podría pensarse que la peor pesadilla de un reportero es cubrir a un personaje enemigo de la prensa, escurridizo a las entrevistas, cerrado a los tiempos de la transparencia, del que jamás se obtendrá un ápice informativo. Hay tipos que realmente nos desprecian con honesto fervor. He conocido más de una persona que considera a los reporteros como la más despreciable plaga, una peste aborrecible que quieren mantener lejos de sus oficinas (y aunque usted no lo crea, en cierta forma los comprendo). El Ejército Mexicano, por ejemplo, tiene una institucional tirria a la prensa. También hay ciertos funcionarios que desde un principio fijan las reglas del juego y advierten que ellos jamás darán una entrevista. Ciertamente, una fuente que se cierra como ostra hace que te rompas la cabeza, pero esos tipos en el fondo son respetables.

Si quieren que sea honesto, la peor pesadilla de un reportero es toparse con un ser que pide a gritos atención. Yo he conocido muchos a lo largo de mi vida y créanme que no le deseo la experiencia ni a mi peor enemigo
Los hay de varios niveles. Uno de los más patéticos es el que corresponde a funcionarios públicos que pasan la vida esperando que llegue un reportero a hacerles una pregunta y que contratan a un achichincle que se encarga a atiborrar los correos de todas las redacciones de boletines que compiten por el premio a la intrascendencia. Estos seres visitan las oficinas de los medios con cualquier pretexto y se sienten con la capacidad de opinar sobre cualquier tema. El problema es que su opinión no le interesa a nadie. En efecto, los funcionarios necesitados de atención son los seres que ocupan el nivel más patético, pero no el nivel más pesadillesco.

¿Quieren saber ustedes cuál es The Worst Nightmare? Los loquitos de barrio que a costa de lo que sea, quieren ver publicado su nombre en el periódico. A menudo son corruptos lidersuchos vecinales, promotores de organizaciones intrascendentes y defensores de causas individualistas. Son infaltables en jornadas comunitarias como Martes de Puertas Abiertas, Miércoles Ciudadano, Sabatón y similares. Suelen encabezar protestas ciudadanas intrascendentes, imprimir boletines con pésima ortografía y proferir insultos contra los gobernantes. Este tipo de alimañas son capaces de llamarte a toda hora, perseguirte, esperarte afuera de tu oficina, infestar tu correo y buscar medidas de presión para que les hagas caso. Cuando se sienten despechados o poco comprendidos, de inmediato te dicen que estás vendido a sus enemigos, que ya saben que en las direcciones de los medios hay una consigna gubernamental de no publicar nada acerca de ellos, pues están conscientes de que el gobierno paga millones de pesos para silenciarlos. Así de importantes se creen estos tipos. Podría hacer una larga lista de ellos. A muchos he logrado quitármelos de encima, aunque he tenido que llegar a ser francamente grosero u hostil para que dejen de molestarme. A menudo buscan reporteros novatos e impresionables que les crean sus cuentos, o reporteros corruptos y chayoteables que a cambio de una caguama escriben una nota favorable.
A esos seres necesitados de importancia hay que temerles como a la malaria. Hay que ahuyentarlos, quitártelos de encima a cualquier precio. Lo peor que puedes hacer, es llegar a hacerles caso alguna vez por buena fe o por ignorancia. Aunque publiques una breve de dos párrafos refundida en la página diez, bastará para que se sientan importantes y no te dejen de molestar por el resto de tu vida.

Uno de los ejemplos más cómicos es el de un taquero que desde hace tres administraciones municipales dice que ya tiene todas las pruebas para demandar al alcalde, al sindico y al director de Regulación y refundirlos en un calabozo por el resto de sus vidas. El hombre carga varios kilos de papeles viejos que según él son sus contundentes pruebas con las que llenará Almoloya de funcionarios tijuanenses. Hace muchos años, cuando lo conocí, pensé, al verlo tan convencido, que entre esa maraña de papales podría haber auténtico néctar periodístico. Iluso de mí, caro pague el precio. Más temprano que tarde comprendí que se trataba de un loquito con ínfulas.
Otro caso de verdadera pesadilla, es el de un viejito que hace muchos años demandó a Casas Geo, pues su casita salió con defectos. Conocí a ese viejito (cuyo nombre no diré porque no dudo que se busque en Google y llegue hasta Eterno Retorno) en los tiempos de Kiko Vega. El señor aseguraba que metería a la cárcel a todos los directivos de Casas Geo. Hace unos días, cometí el grave e imperdonable error de mencionar en una nota, de rebote e indirectamente, la demanda que interpuso este señor. Bueno, eso bastó para que el viejito volviera a aparecer en mi vida. Ahora busco de nuevo la fórmula mágica para quitármelo en encima, pues escapar no puedo. ¿Y ahora quien podrá ayudarme?