Eterno Retorno

Friday, October 01, 2004

¿Cómo andamos en geopolítica?

Leyendo el post del Sueco en el que habla sobre la ignorancia absoluta que en otros países existe sobre México, recordé que en mi haber hay una buena cantidad de anécdotas chistosas sobre la forma en que los extranjeros nos ven a los mexicanos. También a mi me han preguntado si vivimos en cuevas de monte, si tenemos como gobernante a un rey azteca, si conocemos los carros y la luz eléctrica.
Tal vez lo más patético de todo, es que la gran mayoría de esas anécdotas han sido protagonizadas por nuestros vecinos estadounidenses, campeones mundiales de la ignorancia y de la ausencia de la más mínima pizca de cultura general. De nada sirve tenerlos a un lado. Sus conocimientos sobre México son menores que los de un niño de Camerún. Después de todo, conozco gente que habita en San Diego y nunca, ni por curiosidad, se ha dado un rol por Tijuana pues lo considera en extremo peligroso y cochino.

Para el gringo promedio México es una ficción pintoresca, chistosa, bronca, grotesca y surrealista amalgamada dentro de ese gigantesco mural de feria de mal gusto pintado con colores chillantes que llaman Latinoamérica en donde da lo mismo México, Cuba, Argentina, Brasil o España (Is not part of the same shit?) Los Tres Chiflados llevados a la geografía política. El mexicano es visto como una suerte de eterno mariachi que no deja de tocar, pero que al mismo tiempo lleva traje y capa de torero, con cananas de revolucionario, arcabuces del Siglo XVIII al cinto, un calendario azteca en el pecho y que tiene una mujer cuya indumentaria no se define entre un rojo vestido de flamenca y un huipil de Frida, que no por ello está peleado con llevar frutas en la cabeza como reina de Carnaval de Río. Y México es un sitio exótico donde se bebe harto tequila y se monta a caballo y se matan toros, pero al mismo tiempo se baila samba, ritmo que para nada está peleado con el tango (tango- mango- sounds so funny) ni con el flamenco, aunque al final todo quede reducido a una rola de Ricky Martin o de Jennifer López que cantan La Bamba en inglés mientras Salma Hayek vestida de Frida come burritos de Taco Bell y bebe margaritas y su latin lover, que esAntonio Banderas, que es Zapata y Che Guevara al mismo tiempo, dispara dos pistolas al tiempo que baila mambo y torea un burel mientras a su lado Carlos Santana canta Oye como va con un penacho azteca e imágenes de la Virgen y al final se van juntos cabalgando borrachos sobre un burrito que se pierde entre los cactus y las casas blancas con techo de teja.

Pero ¿para qué nos damos golpes de pecho los mexicanos cuando nos ignoran? ¿Creemos que todos están obligados a saber sobre nuestro país? ¿A poco nosotros somos muy cultos? Es lógico que en muchos lugares del mundo lo poco que se sabe de México se lo deban a nuestro sacrosanto embajador universal Hollywood O a ver ¿Díganme ustedes tres diferencias culturales sustanciales entre Letonia y Lituania? Entonces, no veo por qué un lituano tenga por qué saber las diferencias entre México y Puerto Rico.
¿Saben ustedes qué idioma se habla en Sri Lanka? ¿Tienen idea de forma de gobierno tienen en Nepal? ¿Me pueden decir cuál es la tercera ciudad más importante de Nigeria?
Carajo, hay gente en México cuya visión de India es la de una selva de ermitaños védicos que danzan con serpientes arriba de un elefante mientras los tigres intentan devorarlos y se sorprenden cuando saben que en India se producen al año muchas más películas que en México y que ellos tienen bomba atómica. Conste que es nomás un ejemplo.
He conocido gente que imagina a Finlandia como un atajo de esquimales (llamarlos lapones sería demasiada cultura general) pastoreando venados (llamarlos renos es mucho conocimiento zoológico) entre la nieve y resulta que Helsinki es una ciudad mucho más moderna y funcional que México.

Entre las nacionalidades de mayor cultura general que he conocido, están en primer lugar los argentinos y en segundo los españoles. Jamás los agarras mal parados y jamás te hacen una pregunta idiota sobre México. Los mexicanos estamos muy por arriba de un gringo promedio, pero eso no es ningún consuelo, pues los gringos son unos consumados idiotas (vean nomás el presidente que tienen). Pero en general los conocimientos geopolíticos de un mexicano son bastante bajos, así que no debe ofendernos que lo más que conozcan sobre nosotros, gracias al otro gran embajador universal que es el Dios Futbol, sean las marometas de Hugo Sánchez y los trajes de piñata de Jorge Campos.

Geografía mexicana según los chilangos

Pero no nada más los gringos viven en babia. Los conocimientos geo-políticos de nuestros hermanos chilangos no son precisamente los de un Alejandro Von Humboldt.
Cuando llegué a vivir a la Ciudad de México en 1988 topé de frente con la sacramental ignorancia de miles de chilangos para quienes fuera del DF todo es Cuautitlán y cuyo único acercamiento a lo que llaman discriminatoriamente provincia, es la primaveral Cuernavaca o el infaltable Acapulco de sus reventones.
El Norte y la Frontera son para ellos algo así como una ficción amorfa y omnipresente pues en medio de la inmensidad de ese provinciano desierto infinito, rico en buitres y nopales en donde lo mismo encasillan a Durango que a Tamaulipas o Baja California, los chilangos tienden a creer que todo está muy cerca como en el Bajío y que todos nos conocemos.
Aclaro que durante los felices cuatro años que viví en México DF hice grandes amigos y conocí a personas que están entre las más cultas y preparadas que he tratado en mi vida, con demasiados viajes para narrar en su anecdotario. En México DF uno se puede encontrar absolutamente de todo y por fortuna yo conocí gente muy valiosa. Desgraciadamente también me encontré con muchísima gente, la mayoría ilustres compañeros burguesoides del Albatros, cuyos conocimientos de geografía mexicana acababan en Polanco.
Me llegué a topar con gente que hacía afirmaciones como esta (les juro que no es broma)

(Favor de imaginar un odioso acento chilango propio de habitante de Tecamachalco o La Herradura): ¿Eres de Monterrey? Ah, órale, que chido, yo tengo un primo que vive ahí en Monterrey, se llama Juan ¿No lo conoces? Ah, bueno, yo creo que lo has de conocer, porque a mí me han dicho que allá salen todos los domingos a la plaza después de ir a la Iglesia y todos se conocen ¿O no? Aunque, bueno, ahora que me acuerdo mi primo no vive exactamente en Monterrey, pero vive en el pueblo de ahí a lado, en Hermosillo, que está bien cerquita, yo creo que sí lo has de conocer a Juan.

También me topé con gente que me preguntaba si en Monterrey teníamos delegado como en Coyoacán o regente y si era verdad que los pelitos se dirimían a balazos entre sombrerudos empistolados.

Pero no se preocupen. También en Monterrey tengo amigos que piensan que Tijuana es un pueblo en medio del desierto (muy lejos del mar) con 45 grados de temperatura promedio, con una calle polvorienta atiborrada de cantinas y prostíbulos en donde los polleros y narcotraficantes se enfrentan como en el Oeste.
(Y bueno, digamos que nuestro promedio de muerto por día no ayuda mucho a eliminar esa percepción, pero al menos la Calle Coahuila está pavimentada)

Thursday, September 30, 2004

Vuelven los días nublados y mi ánimo resucita. Mi espíritu necesita días de viento fresco y cielo atiborrado de nubes. El calor lo refunde en un hoyo. El frío lo despierta. Nada como un día de cielo oscuro y amenaza de lluvia. Esos días me hacen ver que hay algo oculto quién sabe donde que nos acecha en cada rincón de la tarde. Ese algo oculto provoca que la vida merezca ser vivida.


Justo en estos días que he pensando tanto en concederle el beneficio de la duda a la existencia del más allá, me encuentro con esta lapidaria frase de Mayra Luna:

El gesto de horror de las momias permite asegurarse de que, después de haber pasado por este mundo, no existe ningún paraíso. Ningún infierno. Sólo la broma divina. Solamente el Nietzscheano eterno retorno de lo mismo.

Disculpen, pero me he quedado sin palabras.




Eskorbuto

Todas las mañanas me traigo un bonchecito de discos al trabajo para escucharlos en la computadora mientras escribo. Pues bien, hay días en que simplemente le pones play al disco adecuado y suena en tus oídos esa combinación específica de sonidos capaces de poner tus endorfinas a tope. El disco de hoy es el Ya no quedan más cojones, Eskorbuto a las Elecciones. Puta madre, siempre me pega en lo más profundo del alma cuando escucho a los decadentes punketos de Bilbao. Con la absoluta sencillez musical propia del auténtico punk y con un nihilismo lírico que envidiaría el propio Cioran, las Ratas de Vizcaya, paridas al otro lado del puente colgante, entre los altos hornos y la podredumbre, han sido a lo largo de más de 15 años una de mis bandas de cabecera, de esas que jamás me aburrirán. El 21 de abril de 1991, día de mi cumpleaños número 17, acudí a ver a Eskorbuto a la Arena López Mateos de Tlalnepantla. El par de tocadas que dieron en Tlane los días 21 y 22 de abril, fueron las únicas actuaciones de Eskorbuto fuera de España en su historia. En otoño de ese mismo 1991, dos de los integrantes del trío murieron. 13 años después, en medio de la redacción de un periódico, yo me deleito con su herencia.

La ficción del trabajo

Esta mañana, luego de una junta de trabajo, pensé mucho en El Horror Económico, ese magistral ensayo escrito por la francesa Vivianne Forester, en el que se habla de la transformación del trabajo en ficción.
Si atendemos la visión marxista de la historia envuelta en permanente lucha de clases, hemos llegado al momento en que por primera vez no hay esclavos, ni siervos, ni proletarios: únicamente hay una enorme masa de millones de seres que simplemente no son necesarios, ni siquiera como esclavos. En el mundo no hay lugar para ellos, no son requeridos ni como bestias de carga
La santificación del trabajo como razón de ser del hombre es más que nunca una ficción absoluta. La supuesta realización humana basada en su utilidad a los demás se transforma en el mejor de los casos en una broma de mal gusto.

El ideal de todo moderno empresario es la optimización de costos y procesos. Un empresario es exitoso en la medida que logra crear o manufacturar un producto con la menor cantidad de gente posible.
El empleado es un mal necesario, un ente estorboso que caga, suda, duerme, exige derechos y por si fuera poco tiene altibajos en el estado de ánimo.
La apoteosis celestial de todo empresario sería poder sustituir al total de sus empleados por prácticos sistemas computacionales. El trabajo humano ya no se necesita y punto. Los seres humanos somos seres prescindibles.
Favor de no procrear más hijos. Es mejor ponerse a diseñar un nuevo sistema de cómputo. En este planeta no son necesarios más humanos.

Wednesday, September 29, 2004

Pasos de Gutenberg
Ángeles del abismo
Enrique Serna

Por Daniel Salinas Basave

En estos tiempos de aburridos experimentos post-narrativos ocultos en un disfraz de falsa modernidad, da gusto encontrarse con una apuesta por una novela mayor.
Harto de lecturas en las que estoy condenado a ver al fondo inmolado en el engañoso altar de la forma, hoy en verdad celebro haberme encontrado con una novela ambiciosa y redonda.
Ángeles del abismo de Enrique Serna superó por mucho mis expectativas y aunque después de leer El seductor de la patria ya tenía en muy alto concepto al autor, lo cierto es que esta novela me sorprendió.
No es fácil jugársela la con una novela larga, de estilo romántico- picaresco, con varias decenas de personajes muy bien construidos y un marco histórico específico, en este caso el México virreinal, que el autor rescata con maestría.
Pese a la diversidad de personajes y las diferentes historias que se entretejen, la novela jamás se le cae al narrador.
Aunque se basa en un proceso inquisitorial del Siglo XVII en contra de una falsa beata, lo cierto es que sería un error calificar a Ángeles del abismo como una novela histórica.
Si bien aparecen algunos personajes históricos como la propia Sor Juana Inés de la Cruz y el poeta oscuro poeta Luis Sandoval y Zapata, la realidad es que casi el total de la novela es una excelente ficción de Serna.
La novela tiene como personajes centrales a Crisanta, una pícara joven con dotes de actriz transformada por la necesidad en falsa beata y su amante Tlacotzin, un indio que se debate entre la fe católica y la adoración de ídolos prehispánicos.
Crisanta vive con su padre, un tiránico español llamado Onésimo que la esclaviza y maltrata, mientras que Tlacotzin vive en la sierra con una madre convertida al cristianismo y un padre aferrado a los cultos mexicas.
Alrededor de su historia de amor, desfila una pasarela de personajes novhispanos de la más diversa calaña que conforman un interesantísimo mosaico de la sociedad colonial.
Clérigos que se disputan con uñas y dientes herencias y privilegios, poetas caídos en desgracia, pícaros, ladinos, esclavos, doncellas enamoradas que fingen arrebatos místicos y chamanes indígenas que practican cultos paganos en la clandestinidad.
Amante de la historia, Serna se preocupó por estudiar a fondo y asesorarse bien para construir un entorno histórico veraz para encuadrar a sus personajes.
También rescata fragmentos de poemas clásicos de San Juan de la Cruz, de Sor Juana, diálogos de Calderón de la Barca, meditaciones de Santa Teresa de Jesús e incluso algo de lírica náhuatl.
El resultado es una historia tremendamente divertida que rescata lo más delicioso de la novela picaresca del Siglo de Oro español y al mismo tiempo expone las injusticias, contradicciones y virtudes de la colonia.
Me atrevo a decir que Ángeles del abismo es la mejor novela sobre el virreinato escrita en tiempos modernos.
Por lo pronto, yo aún estoy disfrutando de ese inigualable sabor de boca que genera el leer una gran novela.




Abriendo las Alas

Me hubiera gustado mucho estar ahí. De cualquier manera, un gran abrazo a mi Madre desde esta lejana tierra. Escuchando Moody Blues mando un brindis y me hago presente espiritualmente, mientras transcribo textualmente la nota del evento.

Por Rodrigo Hinojosa

Con diferentes temas como la figura humana, la naturaleza o el realismo, los cuales están plasmados en sus obras, se inauguró la exposición "Abriendo las Alas" de Ana Basave de Salinas, la noche del 28 de septiembre.El evento al que asistieron familiares, amigos e invitados fue llevado a cabo en el Instituto del Desarrollo Humano, a partir de las 20:00 horas.
Agustín Basave Fernández del Valle, padre de la pintora, fue quien dio por inaugurada la muestra, la cual cuenta con 49 piezas en acrílico, dibujo a lápiz, lápiz de color, acuarelas y óleos.
Es una recopilación de las obras que he hecho, se llama "Abriendo las Alas porque yo retomé mi trabajo después de un tiempo de haberlo dejado, además porque es la primera vez que expongo yo sola, expresó Basave de Salinas.
Agregó que el dibujo a lápiz y a color es la nueva técnica que maneja

Tuesday, September 28, 2004

Nights in White Satin, never reaching The End....Moody Blues


Confieso que muchas veces siento que pese a todo me gustaría tener un Dios. Ayer por la mañana entré a una Iglesia en la Colonia 20 de Noviembre. Suelo pasar por ahí todos los días y sin embargo en cinco años nunca me había detenido a contemplarla. Miré los crucifijos, los vitrales, las imágenes y por un momento, sólo por un momento me pregunté: ¿Y si todo esto fuera cierto? ¿Y si resulta que en verdad existe Dios? ¿Si de verdad nos esperara un Paraíso o un Infierno después de la Muerte? ¿Acaso sería horrible? ¿O sería bello imaginar que de pronto todo esto tiene sentido y que seré recompensado por una paz eterna? Creo que si en verdad creyeran lo que predican, todos los cristianos del mundo deberían ser inmensamente felices ¿Lo creerán en verdad? ¿O sólo tienen miedo a los abismos de su insuficiencia ontológica? ¿Por qué Dios no cabe en el desierto de mi razón? ¿Por qué permite mi absoluto desamparo?


El domingo por la por la tarde, estando del rol en el Malecón de Tijuana, vimos un cholo con una enorme quemadura en la piel.
La quemadura era tan enorme, que abarcaba toda la circunferencia del antebrazo hasta el hombro. Una quemadura sin duda en extremo dolorosa. Sin embargo, bajo la enorme llaga se podían distinguir los contornos de lo que alguna vez fue un tatuaje. En fracción de segundos me quedó todo demasiado claro; el cholo borró su tatuaje con hierro ardiente o a fuego limpio. ¿Qué dibujo tan vergonzante o comprometedor ha de haber llevado para acceder a marcarse el brazo con una repugnante llaga? ¿Sería el signo de una pandilla como la Mafia Mexicana cuya pertenencia es vitalicia y cuyo abandono es considerado como un acto de alta traición? ¿Sería el nombre de una mujer ingrata y malévola que le partió el corazón? ¿Qué carajos tenía tatuado ese hombre?


Algunos le llaman síndrome del migrante y es fácil detectarlo. Tal vez los psiquiatras coincidan en que se trata de un grado de esquizofrenia. Sin que haya un nombre científico para él, más de uno coincide en que existe un padecimiento mental propio del migrante. Yo lo he visto varias veces y sus síntomas son inconfundibles. De pronto, en medio del puente de la 5 y 10 o en alguna calle del Centro, miras a un hombre de rostro campesino que tiembla, habla en voz baja y refleja en la mirada un pavor indescriptible y una total falta de ubicación. No aparentan estar drogados ni borrachos. Es simplemente la huella de la absoluta desolación y el miedo de estar en una urbe desconocida sin un centavo en la bolsa y sin una gota de esperanza en las alforjas del alma. La comparación más cercana que se me ocurre es la de un animalito nocturno de los bosques que un día, de buenas a primeras y sin decir agua va, es arrojado a una calle transitada en plena luz del día.


El Infierno es individual. Es un sitio privadísimo diseñado a la medida de cada quien. No concibo la idea del Infierno como un enorme colectivo en donde las masas comparten su condena. El Infierno, acorde con la ola privatizadora, ha dejado de ser un sitio público. Ahora cada quien tiene su Infierno de la misma forma que tiene su afore, su Curp y sus pesadillas. El hombre moderno está condenado a chapotear en Infiernos particulares imposibles de compartir.


Pluma mía: Te colocaré en mi mano para que comiences a escribir una historia. Mi cabeza yace en un pozo seco abandonado en el desierto. Sólo poseo tus reservas de tinta así que deseo que tú, pluma mía, seas quien guíe a esta mano para que juntas me cuenten un cuento que yo no puedo escribir.

En respuesta a la pregunta de Moy Moy-

Megadeth es prácticamente un proyecto de un solo hombre llamado Dave Mustaine, que sigue fungiendo como guitarrista (pese a que había afirmado hace dos años que no podría volver a tocar en su vida por una lesión muscular en la mano) y tres tipos más: Glen Drover acompañando en la guitarra al líder, James Mac Donough, bajista y guitarrista Nick Menza en la bataca.
Confieso que aún no he tenido la oportunidad de escuchar el nuevo disco System Has Failed. Según yo, hice la promesa de no comprar más discos en lo que resta del año, pero la tentación es grande. Su anterior álbum, The World Needs a Hero, francamente me decepcionó. La alineación, con excepción de Mustaine, era absolutamente diferente a la del álbum actual, pero totalmente pasajera. . La salida de Marty Friedman y Dave Ellefson sin duda se ha notado y pesado horriblemente en la banda.
Dave Mustaine es el amo y señor de Megadeth y según he leído actúa como auténtico dictador, pues es un perfeccionista obsesivo del buen sonido. Tengo franca curiosidad por ir a escuchar a su nueva banda a San Diego, pero debo ahorrar gastos para las vacaciones.


Sobre el Tempo of The Damned de Exodus he escuchado un par de rolas en recopilaciones de la Nuclear Blast y en efecto, coincidio contigo, es un gran álbum que vale la pen a tener. Aunque la muerte de Paul Baloff es una pérdida dura, Exodus parece regresar a los buenos tiempos de esa mega obra thrashera llamada Bonded by Blood. El Thrash está de regreso señores: Nuclear Assault, Death Angel, Exodus en lo que se refiere a los States han vuelto a grabar, mientras que Destruction, Sodom y los incansables Kreator siguen dando de que hablar allá en Germania con nuevos discos.

Monday, September 27, 2004

Goza hasta el último aliento
Fandango, vino y mujeres
Que la vida sin placeres
No es vida sino tormento
Bebe en mi boca de grana
La dulce miel del pecado
Antes que disponga el Hado
Nublar tu alegre mañana
Pues no hay peor esclavitud
Que la del hombre piadoso
Encadenado al odioso
Grillete de la virtud

Borges, Estela y El Aleph

Afirma Tomás Eloy Martínez, que en un café de Buenos Aires, en la esquina de las calles de Chile y Tacuarí, Borges escribió en inglés cartas de amor desesperadas a Estela Canto, a la que tantas veces propuso matrimonio.

Alguien en los decálogos publicados en Hipertextos, expresó que la literatura es una pésima receta para tratar de seducir a una mujer. Coincido absolutamente con él. Borges dedicó a Estela Canto una obra superior: El Aleph. Pues bien, ni siquiera la que muchos consideran la obra cumbre de la literatura contemporánea pudo seducir a esta mujer.
Tal vez muchas ridículas tarjetas de San Valentín compradas en Sanborns hayan sido efectivas armas para robarle el primer beso a una damita. Pues bien, a Borges no le bastó ni El Aleph para lograr su objetivo. La literatura puede ser pésima seductora.

Durante los meses en que escribió El Aleph, Borges se dio a la tarea de leer a Dante aún con más fervor que el habitual. Casi todo mundo coincide en que Beatriz Viterbo es Estela Canto. Nos dice Tomás Eloy que Borges deseo que Estela Canto fuera para él como Beatriz con Dante y lo llevara a recorrer el paraíso que en este caso sería El Aleph, el punto en el espacio ubicado en el escalón número 19 en descenso en el sótano de la casa de la Calle Garay en donde pueden contemplarse de una sola vez todos los lugares e instantes de la Historia del Universo.

Pero en la realidad, lo de Borges con Estela tiene tintes cómicos. Un día de 1944, en un banco del Parque Lezama, Jorge Luis Borges besó por vez primera a Estela Canto. Debe haber sido, supongo, un beso torpe, propio de un niño de secundaria. Aunque Borges contaba para entonces con 44 añitos de edad, su complejo edípico y su naturaleza en apariencia asexual, lo mantenían como un inexperto absoluto en los terruños del amor carnal. No es descabellado pensar que ese haya sido el primer beso de Borges.

Pero tan mala suerte tuvo el autor de Otras inquisiciones, que ese primer beso le costó ser víctima del catolicismo feroz de Hugo Wast, ministro de Justicia, que ordenaba a la Policía detener a toda aquella pareja que fuera sorprendida besándose en la calle. Así las cosas, el casto e inocente Borges y su amada Estela fueron llevados a conocer los infiernos de una celda de la comisaría en donde pasaron la madrugada encerrados con vagabundos, pendencieros y borrachines.



Anarquismo bloguero
(En torno a la despedida de Nachón)

A menudo me han preguntado qué es lo que más me gusta de la blogósfera. Yo respondo que lo más bello de todo este Universo cibernético, licuadora de pasiones, anhelos y miserias humanas, es su anarquismo. El blog vive en estos momentos ese éxtasis único que brota de los movimientos nacientes. Es la belleza mostrada por el rostro de lo espontáneo, de aquello que no ha sido prostituido, reglamentado, encajonado en las fauces de un absurdo sistema. El blog es preciosamente anarquista y espero lo sea durante mucho tiempo. La supervivencia del comunismo primitivo al que alude Rousseau en el comienzo del Contrato Social suele ser corta, las más de las veces por la naturaleza lobuna del hombre leviatánico. El hombre nace bueno, nos dice Rousseau, pero el Leviatán de Hobbes brota de inmediato a imponer barreras, reglas y cadenas.
Pues bien, en la blogósfera aún no existe el Leviatán. La blogósfera vive su dulce anarquismo, tal vez no exactamente como Bakunin y Kropotkin lo concibieron, pero es al fin y al cabo una comunidad anarquista.
De entrada es gratuito y no exige requisitos de ingreso ni examen de admisión. Basta tener enfrente una computadora. Nadie ha señalado lo que se debe o no se debe escribir en un blog o los motivos, metas y fines que se deben procurar con su elaboración. He escuchado a mucha gente quejarse de que la mayoría de los blogueros se han dado a la tarea de llevar este universo al colmo de la banalidad, de hacer de estos espacios un rincón de vulgaridades, ataques personales y bajas pasiones que prostituyen su esencia. Y yo les pregunto entonces: ¿Me podrían decir por ventura cuál es la esencia de un blog? ¿Qué se supone que uno debe lograr con una pagina como estas? ¿Son ustedes quiénes determinan lo que se debe y no se debe escribir?

El blog es de quien lo trabaja y cada quien sabe lo que hace con él. Si lo quieres utilizar para escribir todos los días oraciones y alabanzas a Dios, adelante. Si lo quieres utilizar para describir con lujo de detalles las delicias de la zoofilia y el sadomasoquismo, se feliz. Si lo quieres destinar a mandarle recaditos a la niña ke te gusta de la sekundaria, pues ojalá la conquistes. Si en el blog buscas publicar una obra sublime que supere al Quijote, a la Iliada y a la Divina Comedia, pon empeño en tu tarea. Si por medio del blog crees que llegarás a disertaciones filosóficas propias de un Aristóteles cibernético y transformarás el destino de la humanidad, te deseamos suerte. Si el blog es tu medio favorito para cagarte de la risa de los demás y divertirte como enano mientras les mientas la madre, pues diviértete y ríe, que nadie te lo impide. Por fortuna tú puedes hacer lo que tú quieras con tú blog y no hay una estúpida constitución o reglamento interno que te diga lo que debes y no debes hacer.

Aceptar y defender el anarquismo bloguero tiene sus riesgos, sin embargo si has entrado en este Universo, lo más recomendable (que no la ley, pues aquí no hay leyes) es aceptarlos.
A mí, que me han colgado tantas veces el chaleco de racista e intolerante, me parece que nadie tiene derecho a decirle a otra persona lo que debe o no debe hacer con su blog. Si de pronto se constituyera un blog cuyo único fin fuera dedicarse de tiempo completo a insultarme, ni siquiera me pasaría por la cabeza intentar bloquearlo o exigirle que se vaya de la blogósfera. Yo ya sabré cómo me defiendo. Todo blog tiene derecho a existir. Si mi tag llevara un año lleno de insultos, mentadas y amenazas, no me sentiría con la autoridad moral para exigirle a alguien que deje de visitarlo. Si yo abrí ese espacio invitando a los posibles lectores a que se expresen, sería el colmo que trate de callarlos o que les diga cómo quiero yo que se expresen.

El mundo se ha podrido porque siempre surgen dictadores, profetas, credos políticos y religiones que tratan de hacer a la humanidad a su imagen y semejanza. Tal vez en el fuero interno de muchas personas haya una visión idílica de lo que debe ser un blog y crean que todo aquello que se aparte de dicho idilio merece ser descalificado. Por fortuna en este Universo todavía no hay quien imponga sus reglas. Ojalá nunca haya las imponga. Dejen que en los terruños de los teorreicos y sus editoriales gobierne el látigo de la censura y sean las leyes de mercado las que determinen lo que se publica y no se publica. Aquí por fortuna todavía hay anarquía y todo es publicable.

Me da tristeza que Fernando Nachón haya decidido abandonar la blogósfera. Siempre sostendré que sus libros se adelantaron a la época de lo políticamente incorrecto en México y que su originalidad, cultura y sentido del humor superan a muchos seudo punks literarios que se dicen gruexos mientras ceden como putas a las exigencias de sus padrotes editoriales. Me dio gusto encontrar a Nachón en este Universo cibernético y lamento en verdad que se vaya, pero no puedo impedirlo. Cerrar un blog es parte de este anarquismo bloguero. Todos los días nacen y mueren blogs. Es una lástima que el de Nachón decida firmar el acta de defunción de su espacio, pero me queda muy claro que la suya es una decisión personalísima. Nadie lo obliga a hacer esto. ¿Qué pienso de este pleito? Lo que debe sostener todo ahijado de Voltaire. Me he cansado de repetir hasta la saciedad la máxima del libre pensador: Podré estar totalmente en contra de lo que dices, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlo. Manuel Lomelí y Beam tienen tanto derecho como Nachón a tener un blog y a expresarse en él como les venga en gana y me queda claro que ellos no han obligado a nadie ni técnica ni moralmente a abandonar este Universo. Nachón sabrá las razones de su decisión, aunque en lo personal la considero incorrecta.

Por lo que a mí respecta jamás dejaría la blogósfera por más insultos o descalificaciones que recibiera. Por causa del blog, en mi trabajo se han recibido cartas de gente que ha exigido me pongan un alto y otras personas me han retirado el habla o se han convertido en mis enemigos por lo que aquí escribo. Así de intolerante el mundo en que vivimos. Algunos se han divertido con insultos y descalificaciones en mi contra. Yo me río y lo asumo como parte de esta bella anarquía. Yo no voy a irme de la blogósfera por esa causa.
Pero el día en que alguien imponga el manual de urbanidad y buenas costumbres de la blogósfera, el día que alguien promulgue la Constitución del Blog, el día que alguien reglamente qué es lo que puedo y lo que no puedo escribir aquí, el día en que una ley me impida expresar en este espacio algo de tal o cuál manera, ese día me largaré de aquí.

Escritos el fin de semana con los demonios como amos y señores del timón de mi razón y posteados hasta ahora.

Confesión de un bibliómano

¿Cuándo se vuelve perjudicial un vicio? Cuando tu afán de satisfacerlo te llega a crear problemas graves y concretos en otras áreas funcionales de tu vida. Algunas personas me han preguntado si no he tenido problemas por mi manera de beber. Mi respuesta es No. Pese a que bajo los parámetros de muchas personas bebo vinos tintos en exceso, no he considerado necesario poner un alto a mi adicción o buscar ayuda profesional. ¿Por qué? Por la razón de que mi afición dionisiaca jamás me ha provocado un problema que me traiga graves consecuencias más allá de una incómoda cruda.
Vaya, jamás he faltado al trabajo por beber o por una resaca, jamás he tenido hasta ahora un accidente automovilístico derivado del alcohol (por fortuna jamás voy a antros) nunca he dicho algo de lo que pueda arrepentirme ni me he peleado con alguien, ni he dejado de hacer algo, o destinado recursos excesivos para satisfacer mi afición. Vista la situación, ese vicio está bajo control y hasta ahora no me ha dado motivos para arrepentirme.
Sin embargo, hay otro vicio en mi vida que sí se me ha salido de control y que a diferencia del vino, sí me ha traído problemas graves y concretos que me han afectado de tal o cuál manera en mi desarrollo profesional: La Lectura.
No señores, no es una broma ni un sarcasmo. La lectura me ha afectado más que el vino. La adicción propia de un heroinómano con síndrome de abstinencia que experimento con los libros me ha acarreado más de un conflicto. Debo admitir que ante los libros muestro un comportamiento anormal que raya en lo enfermizo. Un buen psicoanalista sabría detectar una patología en mi obsesión por la lectura. Y sí, mi accionar muchas veces es obsesivo, enfermo, carente de racionalidad. De entrada, tengo una necesidad demencial de cargar un libro a donde quiera que vaya, aún a sabiendas de que en el lugar a donde voy no podré leer. Cuando no llevo el libro conmigo, me siento peor que un soldado sin rifle o un niño sin su muñeco de peluche. El libro debe estar ahí, haciendo las veces de objeto contrafóbico. También suelo abstraerme a tal extremo en la lectura, que llego a olvidarme de situaciones o compromisos importantes. En la Universidad, mientras el maestro daba la clase, yo solía colocar una buena pieza de literatura e historia encima del libro de derecho y pasaba las horas leyendo. Por fortuna siempre fui un buen estudiante y ello no me acarreó problemas, aunque tal vez le hubiera sacado mucho más jugo a la carrera que hoy en día no ejerzo.
Pero mi problema continúa hoy en día en el ejercicio de mi profesión; Muchas veces, en la mitad de un discurso presidencial sobre el que debo escribir o en medio de la cobertura de algún evento importante, me deleito leyendo alguna pieza de literatura clásica o un pasaje de historia universal. Mi adicción por la lectura me abstrae del resto del mundo. El 90% de las ocasiones, prefiero un libro a una charla y cuando tengo un tiempo muerto, prefiero estar acompañado de un libro que tener que forzar una idiota conversación con algún colega. Sólo la compañía de mi esposa y la de algunos amigos con charla interesante me resulta preferible a la de un libro. Por eso en la mayoría de los compromisos sociales suelo abstraerme y disimuladamente ir en busca de un rincón donde pueda dar rienda suelta a mi vicio. Cuando voy leyendo abordo de un taxi o un camión, nada detesto más que ser interrumpido por un chofer o espontáneo compañero de viaje que se siente con el derecho de hacerme plática. Se que dedicándome al periodismo, eso es un pésimo hábito, pues el periodista debe ser ante todo observador, hablar con todo mundo, recoger experiencias, pero debo confesar con brutal honestidad que leer por décima vez El Aleph o abstraerme en un pasaje del Amadís de Gaula, me resulta mucho más interesante que la enorme mayoría de los reportajes que escribo, tan plagados de cifras y datos escandalosos que a mí me aburren soberanamente. Es un problema, lo acepto, que tengo desde la niñez pero que se ha ido agudizando. Antes sentía algo de pasión por el periodismo. Hoy sólo es una labor que debo llevar a cabo lo más rápidamente posible para dedicarme a lo que en verdad me produce placer. Lejos de mostrar esa curiosidad de sabueso, ese apetito de fiera al acecho que debe sentir todo reportero, a mí la mayoría de las cosas que merecen primera plana me resultan odas al tedio y las cambio con gusto por cualquier buen clásico literario. Mentiría si digo que todo lo que hago me molesta, pues algunas coberturas llegan a ser realmente apasionantes, pero por desgracia son las menos. Hay quien dice que un buen reportero siempre debe leer, pero yo estoy seguro que si yo no fuera un adicto a la lectura, sería un mucho mejor reportero.
La obsesión con la que contemplo mi biblioteca repasando libro por libro es una actitud que llega a ser patológica. Las horas de un día hábil y lleno de pendientes que puedo matar en una librería o biblioteca han llegado a ponerme en apuros de tiempo. Pero lo que hago por seguir manteniendo mi vicio, las acciones que soy capaz de cometer con tal de poner un ejemplar más en mi biblioteca es lo que me demuestra hasta donde me ha llevado esta adicción. A diferencia de lo que sucede con el vino, en los libros sí he llegado a gastar cantidades excesivas y a sacrificar otras cosas aún más necesarias. Como el drogadicto que se transforma lentamente en un ser ingobernable, yo he empezado a torcer ciertos parámetros racionales y lógicos y a hacer cosas que normalmente no haría con tal de satisfacer este mal vicio. Alonso Quijano perdió el juicio enfrascado en la lectura. Pero el era un hidalgo que aunque modesto, podía darse el lujo de encerrarse por días en su biblioteca. Yo no puedo darme ese lujo.
Yo reconozco que algo está pasando conmigo. Por primera vez siento que esta adicción me está superando. En este momento estoy en la antesala de un problema concreto cuya gravedad de consecuencias aún no alcanzo a sopesar y en dicho problema me vi inmerso por una única causa: La irracionalidad a la que me ha conducido esta adicción, por la que soy capaz de hacer cosas que en otros renglones de mi vida no haría. La lectura me ha hecho cometer errores que en otras circunstancias jamás cometería y hoy estoy a punto de pagar sus consecuencias. Tal vez parezca una confesión exagerada, tal vez la escribo por que en este momento deseo exorcizar mis demonios internos, pero este día me ha quedado más claro que nunca que en mí la lectura se ha transformado en un mal vicio, que me está empezando a crear daños concretos cuya gravedad puede ser extrema y lo que es peor...es un vicio que está fuera de mi control.


Viernes de culpa
(24 de septiembre)

Nada comparable a la culpa. Los minutos que han transcurrido esta tarde han sido tan lentos como los de Raskolnikoff en Crimen y Castigo. Minutos densos, angustiantes, que van a paso de tortuga. Sólo la culpa es capaz de congelar de tal manera la existencia. Pienso en el cuento que escribió hace poco mi amigo Gerardo Ortega sobre los minutos. El domingo, en medio de una deliciosa embriaguez, veía correr las manecillas del reloj a paso de campeón olímpico. La tarde llegó sin heraldo, la noche se consumió mientras el espíritu del vino danzaba desnudo en nuestra cabeza. Hoy la tarde corre lenta. ¿Corre? No. Miento. La tarde se ha detenido. Ha mirado atrás como la mujer de Lot y se ha transformado en una estatua de sal. La tarde ya se ha condenado. Es de piedra, es de lodo, toda ella es de condena. Se ha transformado en Infierno antes de que para mí suene la hora de la sentencia. Nada como la crónica de lo anunciado, aunque en este caso yo soy el Anti Santiago Nassar. Sabía lo que ocurriría, tarde o temprano, lo había sopesado, lo había visto llegar, pero la contemplación de la tempestad no fue capaz de arrodillarme. Conforme avanzas todo se vuelve más fácil, ligero, juguetón, parte de un pasatiempo. Y yo sucumbí a la gula del tiburón cebado, de la fiera que mata por matar, que devora corderos sin hambre, por el solo deseo de acumular. Sucumbí aún a sabiendas de la condena. Hoy más que nunca desearía ser anónimo. Hoy más que nunca desearía ser un ente perdido entre multitudes, imposible de identificar, sin historia, sin anclas, sin entorno, sin trayectoria. Hoy más que nunca desearía no ser yo. Pero soy yo y no puedo largarme a ninguna parte, lejos de mí, de mi historia, de todas las cosas que significan ser precisamente yo. Ayer pensaba en las vidas ocultas, en esos pequeños o grandes secretos que arrastramos todos. El engranaje social se sostiene mientras esos rincones vergonzosos permanezcan donde deben estar, ocultos en algún sótano. Cuando la luz llega a ese rincón, cuando lo ajeno al deber ser queda al descubierto, las murallas se caen. El secreto revelado me transforma de golpe y porrazo en un pez que es arrojado al asfalto ardiente y que aguarde el lento transcurrir de los minutos en espera de que para él suene la trompeta de la condena.