Eterno Retorno

Friday, May 07, 2004

Oscar Adrián

Hace exactamente una semana, el pasado 30 de abril, acudí al sexto piso del Hospital General de Tijuana a cubrir una fiesta del Día del Niño que celebraron con los pequeños que están internos en ese nosocomio. La mayoría de los festejados eran niños con cáncer. Algunos de ellos devastados por la quimioterapia, otros en franca recuperación. Hubo payasos, dulces, cajitas felices y la alegría se respiraba en al aire. La sonrisa de un niño compenetrado en el juego es una de las imágenes humanas más universales y absolutas. El mismo cáncer queda eclipsado por ese rostro de emoción. Dentro de todos los niños, hubo uno que llamó particularmente mi atención. Era un niño gordito y sonriente que desde una silla de ruedas intentaba participar en los juegos y concursos que organizaba un payaso. Su nombre, Oscar Adrián Valenzuela. Me llamó mucho la atención el hecho de verlo con tantas ganas de bajarse de su silla de ruedas y participar en el juego. Me acerqué a platicar un poco con él. Encontré un niño desenvuelto, risueño que no sintió timidez alguna ante la grabadora. Hablé con su madre. Me platicó que Oscar Adrián llevaba casi dos años luchando contra la leucemia. Dos días antes de la fiesta había recibido una quimioterapia, cuyos devastadores efectos no se notaban, pues el pequeño, de cinco años de edad, lucía sonriente. Los médicos me dijeron que había reaccionado bien y que sus esperanzas de vencer la enfermedad eran alentadoras. Mi colega Tizoc Santibáñez le tomó fotografías desde varios ángulos. El niño invariablemente sonreía. Escribí un artículo sobre la situación de los niños con cáncer en Baja California que salió publicado en primera plana del día 1 de mayo y escogimos la foto de Oscar Adrián para ilustrar la portada. Fue una imagen emotiva. El rostro de Oscar Adrián en la portada no transmitía la imagen devastadora del cáncer, sino una imagen de esperanza. Nuestros lectores pudieron apreciar en nuestra portada a un niño que pese a estar afectado por una enfermedad terminal, disfrutaba de su fiesta. Fue una portada muy comentada. A lo largo de la semana recibí comentarios de gente que había leído la nota y me preguntaban por el niño. Decidí darle seguimiento a la historia, publicando notas semanales sobre su estado de salud, que yo imaginaba iría en franca mejoría.
Hace unos minutos llegué a la redacción y me dieron la noticia: La madre de Oscar Adrián me llamó para darme las gracias por haber escrito sobre la última fiesta de su hijo. Oscar Adrián murió el 4 de mayo. La leucemia, a la que había resistido por casi dos años, esta vez no le perdonó la vida. Y en este preciso momento en que escribo esto, descubro que tal vez nunca antes me había sentido tan triste por un tema relacionado con mi trabajo periodístico. A lo largo de más ocho años de periodismo escrito he visto decenas de muertos, gente con el rostro desfigurado por las balas, mujeres llorando ante el cuerpo de su esposo recién ejecutado, he caminado por los escombros de las torres gemelas en septiembre de 2001, he visto a familias llorar ante sus casas convertidas en cenizas por un incendio y sin embargo, puedo jurar que en todos esos casos mantuve una suerte de profesional indiferencia. Hoy esa indiferencia me ha abandonado. Por primera vez en años creo que siento ganas de llorar. La leucemia se llevó a Oscar Adrián y yo confieso que nunca antes en mi vida me había parecido tan triste la extinción de una sonrisa.

Thursday, May 06, 2004

Nachón

Me acuerdo muy bien la escena: Corría el otoño de 1990, tenía 16 años de edad y mi amigo Rodolfo Cruz me pidió que lo acompañara a una excursión por las librerías de la ciudad para buscar un libro llamado Diario de un pendejo de un tal Fernando Nachón, que le habían recomendado como irreverente, contracultural y demoledor. Aún me acuerdo de como llegaba el Rodolfo con las empleadas de la librería preguntando con cierta timidez y seriedad al pronunciar el título del libro para que quedara claro que su petición no era un juego o una broma de mal gusto. Batallamos para encontrarlo, pero finalmente dimos con él.
No exagero si digo que el libro de Nachón se convirtió en un ejemplar de culto. Cuentos como el de Psiconalisis Ranchero (por mucho mi favorito), el de Teresa y Carolina con postre homosexual, el del 19 de septiembre de 1985 eran releídos por mí cada que caía a la casa del Rodolfo, lo cual ocurría muy seguido.
Tanto me gustaba el libro, que acabé por expropiarlo de la casa de mi amigo (Rodolfo, si algún día llegas a leer esto, sabrás muchos años después que yo tengo tu libro) He conocido algunas personas, no muchas, que tienen el libro de Nachón en su biblioteca y todos coinciden conmigo en que es un ejemplar de irrepetible.
Y es que no se trata únicamente de un libro que hable de cogidas, borracheras y fumadas bajo el punto de vista del nihilista incomprendido que expone impúdicamente su vicio. Al contrario; se trata de un libro cargado de malicia literaria. No recuerdo una novela que juegue de manera tan inteligente con el psicoanálisis. Tampoco un personaje que aporte semejantes dosis de sarcasmo a la hora de burlarse de si mismo. Hasta Jaques Lacan es citado, con eso les digo todo.
Nachón me recuerda a esas bandas de punk rock o thrash que sacaron un solo disco demoledor (At the Gates, Terrorizer, CroMags se me hacen ejemplos equivalentes) y que después simplemente se escindieron.
Ya dije en un post anterior que su libro Los niños bien me decepcionó, sin embargo, es fecha que sigo releyendo Diario de un pendejo y me sigo riendo con sus párrafos. A mi esposa, psicoanalista al fin, le divierte mucho el juego freudiano de Nachón. Esta mañana, para mi enorme sorpresa, me encuentro con un mensaje de Nachón en mi tag y sólo me resta pensar que la blogósfera ha hecho al mundo muy pequeño y sorprendente. Y bueno, aprovecho para preguntar públicamente: ¿Saben dónde se puede conseguir “De perrito”? Se que Fontamara lo ha editado, pero al igual que sucede con el Necronomicon, “De perrito” es un libro cuya existencia conozco, pero que nunca he visto en mi vida.



Tatuaje culturoso

Con el libro El cazador de tatuajes me pasó lo mismito que con La materia del deseo, del boliviano Paz Soldán.
Son libros similares, pues los narradores en primera persona de ambas novelas, y casualmente los autores en la vida real, son latinoamericanos que trabajan como profesores de literatura en universidades de Estados Unidos. Y ambos se dedican a hablar de sus conquistas amorosas con las anglosajonas. Ambos son insoportablemente culturosos. Bueno, el Paz Solán le tira más a un rollo culturoso editorialista al estilo Sergio Sirviento. El Juvenal Acosta de El cazador de tatuajes es un culturoso marca llorarás, de esos que el Chango 100 mearía con gusto.

Por Daniel Salinas Basave

El cazador de tatuajes
Juvenal Acosta
Joaquín Mortiz

Aún no puedo precisar exactamente la razón, pero el lenguaje de Juvenal Acosta en El cazador de tatuajes me resulta tan sobre cargado, que acaba por resultar pretencioso.
No es que se trate de una mala novela ni mucho menos, pero da la impresión de que el autor, en su afán de salpicar cada página de metáforas eróticas, acaba por resultar estridente y salpica cada página de una dosis de melcocha que parece prescindible.
Vaya, en lugar de dejar fluir el lenguaje y soltar las amarras de sus personajes, Acosta hace demasiado evidente su intención de adornar cada párrafo con figuras poéticas que acaban por resultar ordinarias.
Tampoco acabo de digerir del todo esas páginas intermedias en las que el narrador se permite teorizar citando frases y conceptos de filósofos y poetas.
Perdón por la odiosa comparación, pero Juan García Ponce (q.e.p.d.) quien le dedica un muy buen comentario al libro, podía prescindir de tanta metáfora para adentrarnos en un universo erótico único en la literatura mexicana.
El cazador de tatuajes es la historia de un profesor mexicano de literatura que radica en San Francisco, tal como sucede en la vida real con Acosta.
Básicamente es una historia de pasiones eróticas que tienen en el tatuaje y la cicatriz la cartografía erótica que guía las pasiones del narrador.
Desde el comienzo, la narración en primera persona nos deja entrever que una catástrofe le ha ocurrido al narrador, quien narra con su voz interior postrado en aparente inconsciencia en la cama de un hospital, figura que inevitablemente nos recuerda (y el mismo autor lo cita) al Artemio Cruz de Fuentes quien narra su viuda mientras doctores y enfermeras hablan a su lado como si el no escuchara.
Para los que gustan del erotismo light aderezado con dosis de filosofía y escarceos de oscuridad, El cazador de tatuajes es más que recomendable.

Wednesday, May 05, 2004

Es inevitable: los textos agresivos son los que producen reacciones más viscerales en los improbables lectores de este espacio cibernético. Jamás he sufrido las consecuencias de una reacción cuando hablo de literatura, de rock, de filosofía o de futbol, que son los temas recurrentes de Eterno Retorno.
Sin embargo, cuando emito una crítica, por más generalizada que sea, hay reacciones viscerales. La gente se siente ofendida, señala que es inconcebible y anti-ética la existencia de este espacio que no pretende ser otra cosa más que una cuna de porquería. ¿Es necesario tomarlo tan en serio? ¿Por qué siempre relacionar al hombre con la institución? ¿Qué acaso no soy un ente que tiene vida y pensamientos propios?

Recuperando el pasado

El baròn de Teive es el heterónimo menos conocido de Fernando Pessoa y tambièn el menos prolífico. El ùnico manuscrito que dejò Teive fue “La educación del estoico”, una suerte de tratado sobre la imposibilidad de hacer un arte superior.
Teive, por cierto, no es tan famoso por su limitada obra, sino por ser el ùnico de los heterónimos de Don Fernando que se suicidò. Perdonando la odiosísima comparación: ¿Optarà algún dìa mi Amber Aravena por el suicidio?

Cuando en 1848 un desconocido Dostoievski publicò su novela “El doble”, recibiò duras crìticas, pues se considerò a su obra una vil y malograda copia de Gogol.
Yo soy un lector confeso de Gogol, una pluma que bajo mi opinión merecerìa màs atención. Al igual que a Dostoievski, a Gogol lo acabaron por obsesionar dilemas ontològicos y a diferencia del buen Fedor, Nicolai acabò por perder totalmente la razón. Murió demente y obsesionado por temores místicos. Lo extraño del caso, es que una personalidad complicada como la de Gogol, haya sido capaz de crear cuentos tan cómicos. Y es que la lectura de “La nariz” fue capaz de arrancarme honestas carcajadas.

No importa si en la mente humana se acumula un caudal de racionalidad; al final, el instinto más simple, básico y mundano acabará triunfando. La razón es una pesada carga, los ape-titos humanos son los gobernantes de toda existencia, la existencia transcurre sin que los hombres puedan participar de ella, el amor es un invento absurdo.

Después de todo, no es ficticio afirmar que toda gran aglomeración humana trae con sigo el caos. Luego entonces toda urbe es caótica y el caos no tiene categorías.

Metafóricamente, es un recurso bastante común hablar de la urbe como una jungla. Jungla de asfalto o selva de neón, son frases por demás estereotípicas. La ciudad vista como un territorio en eterno conflicto. Un corral de seres donde coexisten depredadores, presas, carroñeros y parásitos, cuya única ley será por siempre la fuerza bruta y la supervivencia.

Un lector, ante todo, debe tener hambre de leer y asume el riesgo de consumir todo aquello que cae en sus manos, sin criterios de género, editorial, época, tema o nacionalidad del autor. En la apuesta de la literatura, siempre existe un gran riesgo de invertir el tiempo en leer páginas prescindibles. Pero es precisamente ese riesgo el que transforma en un auténtico tesoro las buenas lecturas. Nada más fascinante que sorprenderse al descubrir una gran obra en el autor y la editorial más improbable.

Apolo y Dionisio

El origen de la tragedia, (O El nacimiento de la tragedia según algunos traductores) fue la primera obra de Nietzsche y en ella encontramos todavía una fuerte carga filológica de la que el buen Federico se fue desembarazando poco a poco con el transcurrir de los años.
En El origen de la tragedia, Nietzsche diserta en torno a la naturaleza de lo apolíneo y lo dionisiaco e incluso se permite enumerar las ciencias y las artes que le son propias a cada una de estas deidades.
Lo apolíneo, dice Nietzsche, está ante todo guiado por una estricta racionalidad y obedece a procesos lógicos del pensamiento. Lo dionisiaco en cambio, es algo que emerge de las profundidades del ser y para lo cual requiere el hombre echar mano de algo más que su racional naturaleza. A Dionisio, después de todo, le gusta ponerle trampas al animal racional. En mayor o menor medida, Apolo y Dionisio conviven en cada ser y descarto la posibilidad de dominios absolutos, si bien en algunos casos la presencia de una de estas deidades es apenas perceptible frente al abrumador dominio de la otra.

Encuentros y desencuentros

(un poco del pasado)

Hay pasiones literarias que irremediablemente se agotan. Me sucede con algunos autores, sobre todo con aquellos a los que alguna vez les llegué a profesar una suerte de culto.
Existen ciertos escritores que en alguna época de mi vida ejercieron una enorme influencia. Siendo adolescente, me aficioné, como muchos, a Hermann Hesse y luego de ser seducido por Harry Haller y Abraxas, me di a la tarea de leer todo lo habido y por haber del suizo que poco a poco me fue aburriendo. Hoy a la distancia lo veo como una dulce pasión de teenager. A mis 17 años, estando todavía en prepa, empecé a leer a Milán Kundera. La insoportable levedad del ser me pudo tanto, que me dí a la tarea de agarrar todo lo que encontrara del checo. Así leí El libro de la risa y el olvido, La vida está en otra parte, La broma, La despedida, La inmortalidad y El libro de los amores ridículos y mi afición por el de Brno creció. Kundera se apoderó de mi librero. Entonces sobrevino el desencuentro. La lentitud y La ignorancia me dejaron con un amargo sin embargo y poco a poco mi pasión por el checo transformado a francés se fue extinguiendo.
Aunque no me gusta su fase parisina, lo sigo respetando, pero no produce la misma emoción en mí.
Podría enumerar otros ejemplos. Ernesto Sabato se apoderó de mí con El túnel y Sobre héroes y tumbas, pero Resistencia y Antes del fin, lacrimosos y desgarradores manifiestos de un humanista atormentado, me dejaron un saborcillo agrio. Con el chiapaneco- huatulqueño Leonardo Da Jandra me ocurrió algo parecido.
Piglia, Castellanos Moya, Fernando Vallejo, Roberto Bolaño, Enrique Vila Matas, Irvine Welsh son ejemplos recientes de autores contemporáneos que han logrado atraparme, de los que he leído por lo menos más de tres títulos y que hasta ahora no me han decepcionado.

En la literatura fantástica y en el psicoanálisis la obsesión es recurrente: alguien sueña con soñar el sueño de otro.
El sueño, emanación del subconsciente, es en sí mismo otredad, pues revela esos deseos y temores de nuestro ser que a menudo nosotros mismos desconocemos. Al enfrentar al subconsciente, de una u otra forma enfrentamos al otro.
Luego entonces, tratar de penetrar en el sueño de un otro absoluto es una idea más que seductora, aunque en la praxis difícil.

Antisemitismo

A lo largo de mi vida he conocido algunos férreos antisemitas. Es más, he de confesar que en mi familia, por el lado paterno, hay algunos que harían palidecer al propio Goebbels. A diferencia de otros niños, yo crecí con la imagen de que el Holocausto, aunque fue cruel, está sobre exagerado. De una u otra forma, siempre tuve la idea de que los judíos son tipos a los que les gusta dar lástimas, ponerse como eternas víctimas y aprovecharse de esa situación para cogerse al mundo por el culo. Desde niño aprendí a desconfiar de las películas en las que el judío es el bueno, el honesto, el héroe estoico que debe sufrir discriminaciones, incomprensión y que al final sale victorioso. También me enseñaron a desconfiar del hecho de que todos los malos de las películas tienen acento alemán y se refieren a lo germano como si fuera un ente siniestro. Por supuesto, leí La farsa judía y Derrota Mundial de Salvador Borrego y en mi adolescencia le di su buena leída a Mi lucha.
Mi primer trabajo en nómina, precisamente, fue con unos judíos. Fue en una tienda de discos allá en el centro comercial Interlomas. Y sí, son unos explotadores de mierda que pagan tan poco como les sea posible (si la ley les permitiera no pagar, pues no pagarían, aunque los patrones católicos son iguales, no se preocupen) Por fortuna, en aquel entonces yo era un preparatoriano que vivía con mis padres y básicamente trabajaba por simple desmadre e independencia. Donde yo vivía en el Edo Mex, allá en la Herradura, estaba atiborrado de semitas. Ya no digamos Tecamachalco. Mentiría si dijera que tuve amigos judíos, aunque mi prepa, el Albatros, estaba llena. A mí en lo personal me gustaba mucho molestarlos y es por ello que me hice fama de antisemita. En ese entonces mi camiseta preferida era una de Slayer del tour del Reing in Blodd en la que aparecía una calavera con un casco nazi, la insignia de la SS y en letras grandes la leyenda WERMATCH. A los semitas les molestaba de sobremanera verme puesta esa camiseta. Luego en la tienda de discos ponía a todo volumen la rola de Angel of Death, que como es bien sabido es dedicada a Joseph Mengele, el médico de Auswitchz y les cantaba con una enorme sonrisa ¡Angel of Death Fly Free¡ en referencia a que Mengele, como Martin Bormann, logró escapar a Sudamérica y vivió durante años en Paraguay. A los dueños de la tienda no les caía el veinte de lo que trataba la letra de esa ruidosa canción. Pero vaya, lo hacía única y simplemente por molestar, de la misma forma que disfruto molestando a los católicos pronunciando blasfemias contra la Virgen y el Papa. La mayoría de los antisemitas que conozco son católicos radicales. Yo en cambio, pienso que toda la cultura judeocristiana está podrida. Cuando empezamos con el monoteísmo, el mundo se fue al carajo. El antisemitismo que muchas personas me adjudican es simple humor negro y deseos de ser crítico con la historia. Vaya, me gusta llevarme pesado, eso es todo.
A veces me traiciona el inconsciente y se me sale algún comentario o chiste de hebreos, olvidando que en este mundo uno debe ser políticamente correcto. Pero la realidad es que no soy un antisemita ni tengo nada en contra de una raza o pueblo. Simplemente mantengo una posición imparcial en torno a los grandes conflictos que los involucran. No justifico el Holocausto de ninguna manera, pero al respecto mantengo una posición revisionista e imparcial. Lo mismo que hizo Hitler en Polonia está haciendo Ariel Sharon en Palestina con la bendición de Bush y las buenas conciencias. He conocido mucha gente que en verdad odia a los judíos. Yo no me cuento entre ellos. Simplemente me gusta estudiar la historia y no creerme todo lo que me dicen. Además, se me hace una aberración asquerosa el que en algunos países del Centro de Europa, sea un delito manifestar imparcialidad u objetividad respecto al nazismo. Vaya, en algunos países es delito no sostener y señalar que el Holocausto fue la peor crueldad de la humanidad y si dudas de ello te arriesgas a ser condenado. Es decir, te imponen un dogma, su dogma. Estás obligado a pensar de una forma y te está vedada la posibilidad de cuestionar, siendo que todo hecho o personaje es cuestionable. Y ojo, pues cuando tu capacidad de cuestionamiento es limitada, entonces sí has valido madre.

Tuesday, May 04, 2004

Unos sueñan con entrar aquí- Yo hace un rato sueño con poder salir

E dijo Amadís de Gaula en su corazón (refiriéndose a la Princesa Oriana)

-Como eres agora en gran alteza, por ser en ti aquella señora que entre todas las del mundo no ha par ni en bondad ni fermosura. E aún digo que es más amada que todas las que amadas son, y esto probaré yo al mejor caballero del mundo, si me della fuese otorgado-

Por 30 pesitos compré un ejemplar del Amadis de Gaula en editorial Origen que respeta el español antiguo. La que yo he tenido desde hace años, trae el español adaptado a nuestros tiempos y eso le resta autenticidad.
Por cierto que esta edición del Amadis la compré en uno de los puestecitos que se ponen en el parque que está entre Palacio Municipal y Centro de Gobierno. En el mismo puesto compré un disco de los noruegos Tristania, por 40 pesitos y la verdad es que el black metal gótico y atmosférico de estos nórdicos está más que inspirador.

Bien. Parece ser que en el Cecut han leído Pasos de Gutenberg, pues su gerente de Comunicación y Diseño Javier González Cárdenas ha tenido el buen detalle de enviarme la novela Bajo el disfraz (Los cantares prohibidos) escrita por un narrador de Durango llamado Jesús Alvarado, quien fue premio del Frontera de palabras 2002. Prometo leerlo a la brevedad e incluir la respectiva reseña.

Mal chiste gallego. Luego de atascarle cuatro al Milán, el Deportivo La Coruña naufragó contra el Porto. Odio decir se los dije pero le mera verdad...se los dije ¡0jo con el Porto¡ Vaya crucigrama que le plantó a los gallegos. Nomás no se veía por donde. Los de Coruña se vieron anémicos, faltos de ideas, carentes de variantes. No me extrañaría nada que el Porto levante la copa de las orejas grandes. 0jo con ellos, que en Porto no nada más sirven para preparar ese delicioso vino, que por cierto, volvía loco al buen Gregori Rasputin. No por nada el príncipe Félix Yusupov eligió un vaso de suculento Oporto para vaciar una dosis de cianuro de potasio que hubiera matado a un regimiento y que al campesino siberiano no le hizo ni cosquillas (Zape: Hey, Daniel, estabas hablando de futbol, no de historia rusa, no cambies de tema) Ah sí, pues bueno, como decía, todo hace indicar que el 26 de mayo veremos al Porto contra los principitos de Mónaco, pero a Chelsea, aunque usted no lo crea, se le mueve una aristocrática patita.

Dice el cronista Tomás Campos:


Los hombres de Irureta salieron agarrotados desde el principio y nunca encontraron huecos en la defensa del Oporto, que junto a la medular 'morada' presionó y trabajó lo indecible. El único fallo que tuvieron no lo supo aprovechar Valerón, que marró la mejor ocasión del partido antes del descanso. Encima, Naybet vio la segunda amarilla once minutos después del gol del Oporto y ahí se acabó la eliminatoria. El Depor lo siguió intentando, sobre todo tras la salida de Tristán al campo, pero ni tan siquiera estuvo cerca de remontar el gol luso, el único de toda la eliminatoria.


Pero si de malos chistes gallegos hablamos, no hay que olvidar los chistes regios. Y no, los regios no somos codos a la hora de anotar goles. Tigres ha anotado muchísimos, 34 nomás y de ellos 14 han sido de Silvera. El pequeñito problema es que ha recibido 35. Puta madre. Defensa llena de agujeros la nuestra. Ya estoy harto de los 3-3, de los juegos contra equipos coleros que nos hacen la vida imposible en San Nicolás de los Garza. Querétaro nos ganó, Puebla nos ganó y ahora los potosinos, con una patita en Primera A, se les ocurre empatarnos a 3. Humphery, tienes toda la razón del mundo. No te imaginas el enorme coraje que hice cuando cayó el empate de San Luis. Bueno, digamos que el mismo coraje que hiciste tú cuando casi al mismo tiempo cayó el empate a 3 del Irapuato contra la Máquina Celeste.
Lo peor es que son tan mediocres nuestros rivales de grupo, que este inconcebible empate contra el colero no tiene repercusiones graves. Todo está como antes. Las mariposas monarcas de Josera siguen haciendo el ridículo en casa y la Máquina, como ya he señalado, se dejó empatar por los freseros. ¿Quién será el equipo menos malo que acceda a esa liturgia de mediocridad y conformismo llamado repechaje? Pues de la forma que sea y como sea, sólo deseo que Tigres haga el milagro y que despliegue todo su futbol ofensivo en la liguilla. Y de pilón que Silvera quede campeón goleador, si no es mucho pedir.


Monday, May 03, 2004

Nuevo libro: El cazador de tatuajes de Juvenal Acosta- Algunas frases penetran como dardos en mi conciencia. He aquí algunas de ellas.

La seducción es un signo ritual que pertenece al mundo del artificio. Es un código que inventamos y construimos desde tiempos inmemoriales con señales falsas que enviamos y recibimos de acuerdo a nuestors deseos.

Nadie que realmente busque encuentra. La búsqueda es el producto de neurosis. Los encuentros, en cambio, son producto de una ley universal que rige cada movimiento y nos conduce hasta donde tenemos que ir.

La búsqueda de Narciso es la búsqueda del otro dentro de sí mismo.

El tatuaje no es un signo impreso sobre la piel sino sobre la idea que uno tiene de sí mismo. El tatuaje es una cicatriz producto del deseo.

De académicos, investigadores y otros parásitos

Hace algunos años, muchos en realidad, cuando yo era un estudiante, tenía más o menos una idea del rumbo que según yo tomarían los caminos de mi vida (que nunca han sido como imaginaba como dice una sabia canción vallenata). Imaginaba que mi existencia estaría destinada a ser la de una suerte de parásito intelectual que se dedicaría a coleccionar maestrías y doctorados a lo pendejo. Mi fuente de ingresos sería como “investigador” de alguna universidad y mis tiempos libres, que serían muchos, los dedicaría a viajar. Como siempre he tenido cierta facilidad para los conocimientos teóricos y una aceptable cultura general que me permite tener respuestas para casi todo, consideré que las canchas académicas serían una buena opción para mí e imaginaba que a estas alturas de mi vida me cargaría una buena cantidad de títulos de postgrado.
A los 22 años empecé a trabajar en un periódico con el único y muy específico objetivo de juntar una lanita tan rápido como fuera posible (no más de un año aseguré) para largarme a estudiar una maestría en lo que fuera. Ocho años después sigo trabajando en un periódico y apenas tengo tiempo libre. Mi título como licenciado en Ciencias Jurídicas lo recibí el 18 de mayo de 1996 y desde entonces no he vuelto a pisar un aula como alumno. Sí, lo acepto: Cada que voy a una Universidad siento nostalgia y un poco de envidia al ver a los estudiantes. En parte, me gustaría estar estudiando en este momento y la realidad es que me es materialmente imposible.
Pero por otra parte, cuando hablo con los académicos, con los “investigadores postgraduados” de una institución, siento una hueva insoportable y me cuesta mucho trabajo creer que alguna vez yo haya estado en la ruta de transformarme en un ser tan soporífero e inútil.
Acostumbrado como estoy al dinamismo y a la acción del tren periodístico, la vida de los académicos me parece similar a la de una gorda vaca rumiando en el pasto.
Yo estoy impuesto a la inmediatez, a andar en chinga, a trabajar de primera intención y sin pensar dos veces las cosas. La vida es hoy y se acaba hoy. Mañana es muy tarde. En cambio, los pinches académicos ahuevantes existen como si tuvieran todo el tiempo del mundo.
Hoy por la mañana fui a la UABC en busca de que alguno de sus “ilustres académicos” diera un punto de vista sobre la ruptura de relaciones entre México y Cuba. Primero fui al Instituto de Investigaciones Históricas. Un par de rucos dormían la mona tratando de mitigar el calor de la mañana. Les pregunté que pensaban del rompimiento con La Habana. El par de vejestorios amablemente me dijeron que ellos no investigaban la política actual, sino la historia antigua. Que tal vez podrían hablarme del hundimiento del Maine en 1898 y de José Martí (así me dijeron, no es broma). Fui a la Facultad de Economía y a la de Turismo y lo mismo. Todos los pinches maestros salían con un “no podría yo dar una respuesta aventurada”, “sería necesario investigar a fondo las circunstancias para no darle una idea superficial”, “ ¿Para cuando lo necesita?, mire, en dos semanas le puedo entregar algo..” - Lo necesito para ayer huevón de mierda, para este preciso momento. ¿Tanto estudiar y prepararse y encima pedir una o dos semanas? Todo para emitir una respuesta que yo mismo te puedo dar en este preciso momento, bien fundamentada y sin pensarlo demasiado.
Yo Daniel Salinas te puedo escribir en este instante si me lo pides un artículo bien fundamentado sobre la relación Cuba- México y la trascendencia histórica de este rompimiento. Te lo escribo en menos de una hora. Así de pelada. Es una apuesta para el que le entre.
No entiendo a los académicos. Están demasiado impuestos al ritmo del burócrata, a la pachorrez, a sus cetros de mediocracia universitaria. Me ha sucedido lo mismo con la gente del Colef. Bellas oficinas con vista al mar, enorme prestigio académico, miles de requisitos para entrar y un año entero para producir una soporífera investigación que sólo unos cuantos académicos leerán todo para revelarme algo que un mínimo de sentido común puede deducir. Una vez entrevisté a un pinche académico del Colef que hizo su mierdoza investigación acá con su Abstract, su metodología de investigación y sus fuentes bibliográficas en donde revelaba que Tijuana es una ciudad insegura, (válgame Dios, que gran descubrimiento) y que las autoridades han fallado en el combate a la delincuencia (me ha iluminado usted) El estudio en cuestión decía puras pendejadas. Con decirles que ni nota escribí, pues no encontré nada novedoso ni periodístico para proponer. Lo mismo sucede con sus estudios sobre migración y desarrollo regional. Pura y vil paja inservible, sin sustancia, sin novedad, sin trascendencia alguna. Con los politólogos ocurre la misma situación: Les preguntas (a los mismos de toda la vida, aquí sabemos bien quienes son y como se llaman) qué piensan de abstencionismo o de la video política y sueltan una verborrea mata- insomnios y al final te quedas en las mismas. Yo te puedo decir lo mismo, con similares fundamentos, con la gran diferencia de que yo sí lo hago interesante y ellos no.
Luego les pides alguna una cifra, un dato acá chacas, noticioso, carnoso y los pendejos siempre salen con sus inseguridades: “no podría... sería aventurado... no hay un estudio que lo fundamente”, y así se la llevan los huevones, viviendo del presupuesto, chupando sangre, durmiendo siesta y gastando papel.
Sí, es cierto que el periodismo, como consecuencia lógica de su inmediatez, peca en ocasiones de superficial, pero la realidad es que quien trabaja en los medios es un profesional mucho más despierto, sagaz, astuto y sobre todo con mucho más sentido común para interpretar la realidad que esas tortugas mediócratas que se hacen llamar académicos, capaces de invertir un año en una investigación que no leerá ni el 1% de las personas que leen un reportaje mío y lo que es peor, ni siquiera tendrá trascendencia alguna en la dinámica social. Una nota mía por lo menos le indigesta el desayuno a un político, motiva a que tapen un bache o te da recomendaciones para que te vayas a vacunar contra el sarampión. En cambio, un estudio del Colef en el que se hable, por ejemplo, de la migración de las mujeres mixtecas a Baja California, no lo leerá nadie. Ni el adormilado funcionario federal que acude por compromiso a la presentación, ni el turbado estudiante que se rompe la cabeza para escribir una tesis igualmente infumable, ni mucho menos las indias mixtecas a las que alude el estudio en cuestión.