Eterno Retorno

Friday, March 26, 2004

Réquiem

Hay algo mágico en el Réquiem de Mozart- Una intensidad melancólica que invariablemente me hace meditar sobre los dilemas del absoluto. La vibra que me transmite esa obra en especial no tiene punto de comparación. Cuando escucho el Réquiem imagino escenas tristes de mi propia vida, como si alguien, una suerte de deidad, me contemplara desde un universo aparte, o como si alguien viese mi vida como una película y dijera: “pero que historia más triste”. Y no, mi vida no es precisamente triste en los hechos, pero esa vibra tan extraña me entra con el Réquiem de Wolfang Amadeus. Vaya, es una melancolía ontológica. Contemplo mi existencia como si fuera una tragedia griega, pero en el momento en que me veo, yo ignoro el sentido trágico y al sonar del coro me imagino escribiendo en una noche de insomnio o asomado por la ventana en un día lluvioso. El Réquiem me hace palpar el sentido trágico y melancólico de toda existencia, o de la existencia en sí. Y es precisamente esa tragedia lo que la redime. A veces mi fatalismo helénico me traiciona. Anoche Carolina y yo fuimos a escuchar el Réquiem al Cecut. Es impresionante el poder de convocatoria que tiene Wolfang Amadeus. Había una buena fila para entrar a la sala. Con dos botellas de vino tinto danzando en la sangre y el alma más que dispuesta, disfrutamos de un concierto de excelsa calidad. Pero la calidad no está peleada con la tristeza y el Réquiem invariablemente, me pone triste.


Tanto cuento inconcluso

Algunos de los fragmentos que he escrito abajo en este blog, son ficciones híbridas que he venido escribiendo desde hace algunos años. Cuando llegué a vivir a Tijuana en 1999 agarré una inspiración demencial. La ciudad y su vibra me arrancó litros de prófuga e insurrecta tinta. Algunos de estos relatos tienen que ver con temas que alguna vez traté de manera periodística.
Uno de ellos es el del general Rodolfo Navarro a cuya casa acudí religiosamente cada viernes durante al menos dos meses allá por el 2000, para aprovechar los 10 minutos semanales a los que tenía derecho para hablar con su mujer desde la prisión de Almoloya. El quería que yo como periodista abogara por su inocencia. Yo obviamente buscaba datos interesantes sobre el narcotráfico. Al final, los reportajes que se publicaron, muy al estilo Frontera, no le gustaron al General y pusieron nerviosa a la familia. De la convivencia con su señora esposa, que amablemente cedió sus 10 minutos de llamadas, puede comunicarme con este hombre preso en Almoloya durante varias semanas. Después me puse a escribir una suerte de novela en segunda persona sobre su vida, que es bastante interesante, pues en su juventud combatió en la sierra de Guerrero contra Lucio Cabañas y le tocó vivir la parte más cruenta de la guerra contar el narcotráfico.
Otro de los relatos se basa en uno de los primeros asuntos que cubrí en Tijuana, relativo a cientos de chiapanecos que llegaron a esta ciudad engañados por una maquiladora que les ofrecía sueldos de miles de dólares. Me impresionó el espejismo que tenían sobre Tijuana y los amargos tragos de realidad que se dieron al llegar. Me basé en la hipotética historia de uno de ellos, opté también por la segunda persona y por un efecto de narración en contrapartes temporales. Mientras su vida en Tijuana, narrada en los capítulos nones, va en avance lineal conforme avanza la historia, su vida pasada en Chiapas, contenida en los capítulos pares, corre hacia atrás en cada nuevo capítulo. Hay muchas otras historias. La de Jennifer Sagrario y Concepción es ficción pura. Quise llamar a todos esos cuentos o novelas cortas con el nombre de Odiando a Dios en Tijuana. Como tantos proyectos en mi vida, es algo que yace inconcluso, pero no está muerto y si algún día las políticas de periodismo maquilador me dejan un respiro, les meteré diente para terminarlas de una buena vez por todas. Por ahora, salpico al blog con algunos fragmentos.

La tercera marca en su cuerpo fue la más visible de todas y se la hizo la segunda noche que pasaron en Tijuana en el pequeño cuarto trasero de una casa de la Colonia Libertad. Fue hasta esa noche cuando Jenni pudo distinguir claramente los tatuajes que su tío llevaba en el pecho. En el lado derecho, lucía la opaca imagen de una Virgen de Guadalupe mientras que del lado del corazón era el rostro de la Abuela Obdulia el que emergía sobre su piel morena. “Ellas son las dos santas que me cuidan Sagrarito, por ellas estoy vivo, solo por ellas que me cuidan cada día, estas mujeres son santas Sagrarito, óyelo bien, santas”. Pese a haber sido tatuado en prisión, el rostro de la Abuela Obdulia podía distinguirse con facilidad. En medio del pecho, entre los dos rostros femeninos sobresalía una cruz. En sus brazos y espalda, parecía no haber un rincón de piel disponible para tatuar. Había símbolos, letras e imágenes opacas apenas distinguibles en la piel oscura. “Quiero llevar tu cara tatuada en el pecho”, le dijo Jenni. Concepción sonrío. “Yo no soy un santo como esas mujeres, yo soy como el pinche diablo y para acabarla tatúo como la chingada”. No pudo convencerlo de llevar su cara, pero accedió a tatuarle una Virgen como la suya esa misma noche, con tinta de pluma y aguja, al estilo de los presos. Al amanecer, el dibujo que estaba terminado sobre el pecho izquierdo de Jennifer Sagrario evocaba en algo a la Guadalupana. La noche siguiente, cuando la botella de mezcal tocaba fondo y Concepción tarareaba un corrido, su sobrina logró convencerlo de que le tatuara su nombre en el dorso de la mano en medio de un corazón. Al día siguiente, como si fuera una niña que observa a cada momento su reloj nuevo, Jennifer no quitaba la vista de su propia mano en donde en una letra gótica que delataba el mal pulso del tatuador podía leerse Concepción y Sagrario en medio de un corazón deforme.

¿Entonces que mi general? Nos vamos entendiendo o quiere seguir en las mismas. A mí se me hace que ya después de estas dos nochecitas ya se le ha ido bajando un poco lo machito. Déjeme le digo que todo este pedo cayó al puro tiro, al centavo mi general y me cae que si usted le canta pues va estar mejor todavía, porque ya sabe, aquí lo que cuenta son nombres, muchos nombres, a lo mejor muchos ya los conocemos pero otros no y uno nunca sabe, ya sabremos nosotros cuales nos pueden ser útiles, digo el chiste es saber bien en que terrenos andamos pisando y quién está con quien, usted sabe mi general que es exactamente lo que queremos, digo ya no se haga pendejo y perdóneme que le hable así pero es que usted mejor que nadie se las arreglaba para hacer que cantaran hasta las piedras que caían en sus manos ¿o a poco no? Y mire que nosotros estamos siendo considerados con usted, digo hace frío y está pinche la celda, pero no le hemos tocado un pelo, en cambio con usted y los de su calaña que Diosito los agarre confesados con las madrizas que les metían. Yo no se porque somos tan considerados con usted, será por lo de los derechos humanos y todo ese pinche rollo de no a la tortura, que usted por cierto se pasaba por los huevos o platíqueme si no como les fue a los pobres diablos que agarraron allá en la sierra de Guerrero cuando anduvo usted por allá. No me va a decir ahora que les respetaron sus garantías y hasta les dejaron tiempo para escribirles cartas a sus mamacitas. Cual mi general, ustedes los quebraron como piñatas, sí eso es del dominio público, usted cree que no se habla de los que tiraron vivos al mar desde los aviones o de los que enterraban cuando todavía estaban pataleando. Digo, ya ni la chingan, tomarse la foto con el Cabañas como si fuera un pinche venado recién cazado. Yo sé, todos tenemos nuestros métodos pero ustedes si que se pasaron de culeros. Y ahora usted se las viene a dar de santa paloma, chingados, eso es lo que me encabrona mi general, eso más que cualquier otra cosa, que usted se pare delante de mí como si fuera un inocentote que no estuviera enterado de que en este mundo existen negocios pesados como el que usted traía. Usted y yo entendemos mucho de esto mi general, no me quiera tratar como un pendejo porque al chile que se me va a agotar la paciencia y en una de esas le voy a copiar los métodos de hacer cantar cabrones a ver si sigue tan armado de huevos. Como le iba diciendo mi general, lo de usted cayó al puro centavo para la certificación, usted es también caca grande, está bien que no tanto como Rebollo pero como quiera pesa, sirve para pararse el cuello, que allá digan que el gobierno federal está haciendo algo, combatiendo la corrupción en las instituciones caiga quien caiga, hasta en el ejercito y aguantando cañonazos a milloncito de dólares, puta, eso sí que habla a toda madre de nosotros como para estar tranquilos un rato, que vean va en serio y si viera los periódicos, ahora sí hablan bien de nosotros además de que la pinche noticia está de lo más escandalosa, como les gusta a ellos: un general del Ejercito Mexicano ofreciendo sobornos por proteger al narcotráfico. Poca madre ¿no?

Thursday, March 25, 2004

Ese maldito maestro Cabañas debía ser el mismísimo demonio. Era un fantasma, no existía decían tus hombres y así inexistente se las arregló para secuestrar al mismísimo gobernador y ahí si no hubo ya forma de simular la paz. Tal parece que el condenado se escondía en el alma de cada uno de esos niños medio encuerados y chamagosos que se confundían entre la tierra. Cuando llegaban a los pueblos sólo hallaban silencio. Nadie lo conoce, nadie lo ha visto, no han oído hablar de él. Y tu tropa espantada, con la moral arrastrando, sin comprender contra quien carajos estaban peleando. Solo entonces te diste cuenta de que ahí no podía haber códigos de guerra ni honor militar. Sí lo único que encontraban era silencio, contra el silencio había que disparar toda la artillería. Sí Cabañas se escondía en el alma de cada uno de esos escuincles mugrientos, había que acuchillarlos con la bayoneta hasta que brotara. Si la fe en la lucha del guerrillero vivía bajo los techos de palma de los míseros jacales entonces había que incendiarlos a ver si entre las cenizas aparecía alguna pista que condujera a su paradero. Pensar que todo había empezado por correr a la jodida directora de una pinche primaria de pueblo y ahora hasta los poderes constituidos estaban amenazados por esa sarta de andrajosos. Acabaste por quitarte el uniforme. No lo querías manchado por la sangre de las ejecuciones sumarias y ante el calor sentaba mejor la ropa blanca y hasta se veía bonito el paliacate rojo amarrado al cuello. Fue así vestido cuando te diste cuenta que los fusilamientos no eran tan poéticos como los narraba tu abuelo. No solo era el olor de la pólvora y la sangre, sino los pedazos de carne, sesos y tripas desparramados al píe de los paredones. ¿Dónde está Cabañas? ¿Quién le da de comer? Y nunca había respuesta y preferiste ni escuchar cuando tus soldados hablaban de los enterrados vivos y de los que eran arrojados al Pacífico desde los helicópteros. Finalmente, fue la traición y no la valentía quien decidió el final de la guerra. Te lo dijeron una noche de noviembre, afuera de una cantina de pueblo, había por supuesto dinero de por medio. Cabañas estaba escondido en el poblado de El Otatal y aunque estabas tentado a ser tu quien quién se colgara la medalla por cazar personalmente a la fiera, te pudo más la lealtad a tu superior y por eso lo reportaste, privándote de ver poder ver al menos su cadáver. Al final solo pudiste ver la fotografía tomada la tarde del 2 de diciembre, en la que toda la guardia blanca, incluido tu jefe Acosta Chaparro vestido de civil, se amontonaba sonriente en torno al cuerpo de la presa recién cazada. Después nadie recordó nada y volviste a sumirte en el tedio del soldado en un régimen de paz. No eras un héroe y de esa guerra no iba a hablarse en los libros de texto ni en las asambleas escolares. Quizá el régimen te lo agradeciera en voz baja, calladamente, te estaría recompensando por tu silencio, por limpiar disimuladamente la sangre. Esa guerra fue peleada por fantasmas pues solo los fantasmas podrían mantener inmaculada la paz del régimen.

- Fragmento de un texto de DSB basado en la vida del general Navarro, preso en Almoloya por presunta complicidad con el CAF

Naciste con mala sangre, mal querido por Dios desde el principio, con el chingado santo de espaldas para que me entiendas. Desde el principio nos dimos cuenta que ibas a ser tu el méndigo descarriado que debe haber en toda familia. Tu le entraste, cubriste el papel, no te hicieron ni te fuiste haciendo de tus mañas, naciste con ellas, ahora sí que así ya venias, destinado para eso. Tus hermanos se dieron cuenta desde que eras un pinche mocoso, pero ni a los mil fuetazos que te arrimó tu padrino te compusiste. Eras condenado, se te miraba lo mierda a leguas, todos lo supieron, todos menos tu mamacita que yo no se porque chingados te pasó siempre todas tus pendejadas, luego, ya punto pedos, tus hermanos hasta andaban diciendo que no eras de tu papá y a lo mejor por eso no más tu jefecita te hacía el paro. La verdad no sé, no voy a preguntarme lo que haya hecho o dejado de hacer tu ama, ya bastante se ha partido y le han partido el hocico ¿a quien chingados le afectaba su canita al aire? A nadie, lo más jodido que pudo pasar es que de ahí saliste tu, como si fueras el castigo a todos los pecados de la familia, no se si por eso habrá sido que saliste prieto como la chingada, digo, no es que en la familia hubiera güeros, pero tu si te pasaste de pinche negro, quien sabe de donde habrá sido el que se cogió a tu mamá. Lo gacho fue cuando tu padrino se dio color que tu eras el que matabas los pinches pollos, así porque sí, nada más de huevos, porque te gustaba verlos sufrir. Y luego cuando se dieron color de que tu eras el que te robabas los chivitos para irlos a vender al mercado, hijo de tu pinche madre, sí no parábamos desgracias contigo, perjuicio chingado, eras el pinche diablo.

Imposible tratar de hacer del periodismo una ciencia exacta. Es como tratar de meter la pata de un elefante en una zapatilla de princesa.



La marcha ciudadana en memoria de Angélica Aguilar tuvo efectos muy útiles para algunos ilustres “tijuanenses” que tienen el pulso de la ciudad en sus venas y por ende saben lo que es bueno y lo que es malo para la coqueta Tj. Sirvió porque estos personajes por primera vez conocieron las calles del centro de nuestra ciudad y se enteraron que hay un parque que se llama Teniente Guerrero. También sirvió para que por una vez, al menos por una vez, los burgueses se dieran a la tarea de bajarse de sus carros de último modelo a gastar un poquito las suelas de sus zapatos, caminando distancias que yo camino a diario.


No se te puede exigir que prepares un platillo de chef, si tu cocina, horario, método de trabajo y filosofía empresarial, está diseñada para que fabriques hamburguesas de Mc Donalds.
Los patrones del restaurante saben que sería muy bonito preparar un plato único, irrepetible, de extraordinaria delicia, que pueda competir con los mejores chefs del mundo. Y le dicen a sus empelados que pueden hacerlo, pero sus reglamentos, ingredientes y horarios sólo les permiten preparar una hamburguesita de McDonalds. Insípida, olvidable, destinada saciar el hambre momentánea de seres comunes, sin paladares exigentes, que tragarán su hamburguesa y la olvidarán para siempre, incluso antes de defecarla. Y la cocina del restaurante seguirá produciendo eternamente su chatarra, exigiendo cada vez más hamburguesas porque la filosofía del restaurante, es vender muchas, muchísimas hamburguesas y seguir soñando con que algún día, en medio minuto y con ingredientes chatarra, se podrá preparar un estofado digno del Maxims.

Wednesday, March 24, 2004

En nuestro México febrero 23, dejó Carranza pasar americanos... A huevo, vaya corrido.

Pero la estrofa más cruel y por ende mi favorita es: Toda la gente en Chihuahua y Ciudad Juárez, muy alertada y asombrada se quedó, nomás de ver tanto gringo y carrancista, que Pancho Villa en los postes les colgó. Salud- Los corridos de la Revolución Rifan-

Agua y ajo

Cuando tomaba mis cursos de oratoria y debate en la Facultad de Ciencias Políticas de la UANL, uno de los ejercicios que nos ponía el maestro era dar discursos emotivos y convincentes en los que defendiéramos causas que aborrecemos.
Bajo su criterio esa era la prueba de fuego de un orador. Saber ser convincente, motivador y hasta conmovedor, defendiendo un asunto en el que sentimentalmente no creemos. Ello demuestra cuan frío e impersonal puedes ser a la hora expresarte. El orador es un profesional de la palabra, no un defensor de ideas.
Lo mismo sucedía cuando nos preparábamos para los torneos interuniversitarios de debate sobre temas jurídicos y políticos.
Ahí nos preparaban a defender con ahínco, a capa y espada causas ajenas o contrarias a nosotros. Y es que en los torneos de debate se pone un tema sobre la mesa y los dos equipos participantes deben tirar una moneda para decidir si te toca hablar en contra o a favor. Vamos a pensar el aborto. En un torneo debes ir preparado para defender el aborto como lo haría una radical feminista monarca absoluta de su cuerpo o condenarlo como lo haría un opusdeista de Provida, pues cualquier opción te puede tocar en el sorteo. Yo era feliz en los debates.
Vaya, con decirles que el equipo que yo capitaneaba salió campeón en el debate sobre las reformas al Poder Judicial venciendo en la gran final al equipo de la Libre de Derecho y para ser honesto, no me acuerdo si nos tocó hablar a favor o en contra. Eso es lo de menos.
Digo todo esto porque últimamente he tenido que sacar mucho jugo y provecho de esas habilidades mías. Debo defender públicamente causas en las que no creo, hablar delante de la gente y la cámara pronunciando frases emotivas que mi fuero interno no respalda o escribir crónicas melosas y plañideras atiborradas de falsa poesía rimbombante para tratar de motivar a los lectores. Pero mi fuero interno, sépanlo ustedes, es lo de menos, eso vale un carajo. Lo tengo bien clarito. Aquí no se trata de venir a defender mis convicciones ¿Cuáles? A veces me las gasto muy bien para ser hipócrita, para desempeñar un papelito muy adecuado. Pero puede que un día me canse. Este marzo, estas idus de marzo me han hecho pensar en exceso y más de un instante he estado a punto de tirar la toalla, de mandar a chingar a su madre todo esto que me rodea al momento de escribir esto. Nunca en cinco años había tenido tantos deseos de decir ¡Ya basta¡ Misión cumplida, se acabó el pisto en esta fiesta. Yo ya no tengo mucho que hacer aquí ¿Ah sí? ¿Y a dónde carajos crees que te vas a ir? No, pos a ninguna parte, aquí me quedó, tragando sobredosis de agua y ajo.

Homo Videns

Yo soy un ser que no veo la tele. La única razón que me lleva a tomar la iniciativa de encender ese aparato, es mirar un buen partido de futbol, de preferencia de los Tigres.
Tal vez por ello olvido con frecuencia que vivimos, como dice Sartori, en el imperio del Homo Videns, en una sociedad de televidentes y no de lectores.
Pongo un crudo ejemplo: Llevo casi cuatro años escribiendo una columna que se publica los domingos en el suplemento cultural llamada Pasos de Gutenberg en la que comento mis lecturas.
En cuatro años puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones en que alguien me ha dicho que leyó mi columna o me ha hecho un comentario al respecto. Es sin discusión la parte menos leída de mi trabajo periodístico. Creo que ahí me puedo dar el lujo de cometer el error que quiera y nadie lo notará. Vaya, con decirles que hasta compañeros del trabajo ignoran que tengo ese espacio en el suplemento cultural. Yo hago Pasos de Gutenberg por amor al arte y estoy bien consciente de que nadie la lee.
Aquí viene el contraste: Por azares del destino y del protagonismo, me ha tocado tener dos apariciones en televisión en las últimas dos semanas. Dos breves comentarios dentro del noticiero de Televisa. Bueno, pues estas fugaces apariciones que juntas sumarán un minuto, han bastado para que una considerable cantidad de personas, entre vecinos, conocidos y de más, me diga: “te ví en la tele”.
Un fugaz minuto de tele te genera más comentarios y reacciones que cuatro años de escritura.
El Homo Videns manda. Lo mejor de todo es que yo ni siquiera me vi.

Tuesday, March 23, 2004

Los aniversarios son el pretexto favorito del oportunismo. Un año, cinco años, diez años son los más cacareados, los que requieren más verborrea, vestidura rasgada, interpretaciones teorreicas y secretos revelados. Si cumples 8 años, 4 años, pues nada más el homenajito chafo de siempre, cada vez más desangelado, un discurso patético, una ofrenda con flores marchitas y todos pa su casa. Pero si cumples 10, pues no es cualquier cosa: Los guajolotes se deben hacer oír. Para mí el 23 de marzo es el cumpleaños de mi tío y padrino José Manuel y como tal lo celebro. Lo demás son palabras y páginas que se lleva el viento.
En los escaparates de las librerías presumen un nuevo libro de Aguilar Camín sobre el caso Colosio. Honestamente ¿Quién carajos necesita un nuevo libro sobre el caso Colosio? ¿Tú lo necesitas? ¿Lo requiero yo acaso? ¿Me interesa? ¿Me dirá algo que nunca he oído? Nada más patético que un libro sobre el caso Colosio. He ahí una de las formas más elaboradas del tedio. ¿Cuánta gente se colgó de la ubre de Lomas Taurinas? ¿Cuántos poseedores de verdades periodísticas, místicas y alucinadas han mamado del tema? Aguilar Camín, háganme el favor, el intelectual que mamó de la calva de Salinas (¿qué es Morir en el Golfo sino una novela por encargo para descalificar a La Quina?) ¿Qué credibilidad puede tener ese tipo? Tal parece que él y su esposa Ángeles se han propuesto inundar todos los Sanborns de basura editorial.
Y si me pongo a hacer la lista no acabo. ¿Cuántos libros hay del caso Colosio? He perdido la cuenta y estoy seguro que muchos yacen ahí, arrumbados en el sótano del mal negocio de las editoriales oportunistas. El único libro que recuerdo que me ha gustado y eso porque logró hacerme reír, es El asesino solitario de Elmer Mendoza. Aunque tiene muchos elementos de película chafa de los Almada, es un libro que al menos te hacer carcajear en ciertos pasajes y no pretende recertarte verdades absolutas. Es literatura pues, no periodismo y a los periodistas nos ha faltado sagacidad e imaginación en este caso. Igual ha pasado con Kennedy y casi con cualquier magnicidio. A fuerza de mal periodismo, John Fitzgerald y Luis Donaldo ocupan hoy en día el trono de mi aburrimiento.
La verdad de las cosas, no necesitas que el muerto sea Juan Camaney para escribir una gran historia, ni que sea una chica bonita y popular como Angie para despertar el interés de un lector. Ahí está el caso la familia Clutter, simples y anónimos granjeros de Kansas que se inmortalizaron gracias a la pluma de un gran periodista y escritor: Truman Capote- ¿Alguien repararía en el homicidio de una familia de agricultores sin peso político, social o económico? Sin embargo, gracias a un clásico como A sangre fría, sabemos que en 1959, en un poblaco llamado Holcomb se cometió ese asesinato. Las víctimas no eran Colosio ni Kennedy y miren, eso es periodismo y eso es malicia literaria, no sobredosis de aburrimiento.

Por cierto, Carolina me regaló ayer Plegarias atendidas, una de las últimas y más fuertes novelas de Capote. Me gusta que Carol me regale libros y sobre todo cuando es un libro que no esperaba. Un libro sorpresa es un puñetazo a la rutina, un nuevo horizonte de de ensueño en la alta mar de la vida diaria. Gracias-

Monday, March 22, 2004

Bendita Cenicienta

La semana pasada fue particularmente estresante y de muy pocas horas de sueño. Dos guardias en el periódico, una de ellas con un crimen de aquellos y una escapada a un concierto que incluyo una buena perdida en la neblina. Puras noches de menos de cuatro horas de sueño, sumadas a mi tradicional insomnio.
La noche del viernes estaba totalmente molido. Dormimos deliciosamente y al día siguiente dijimos, hace falta levantar el ala. Así que dejamos al Morris con los papás de Carol (esto es una responsabilidad equivalente o mayor a dejar al bebé encargado) y agarramos camino rumbo a la Cenicienta del Pacífico. Es nuestro escape preferido. Por alguna razón, siempre la hemos pasado bien en Ensenada. Es la parte de Baja California que más nos gusta, en donde nos sentimos más a gusto. Si de nosotros dependiera, elegiríamos Ensenada para vivir, sin duda alguna. Coincido con Ana María Mora en el amor que profesa por su Cenicienta y es que el Puerto tiene una magia que Tijuana nunca tendrá. Uno de los mayores placeres que depara la vida es manejar por la carretera escénica hasta Ensenada y contemplar el mar mientras vas escuchando unas rolas inspiradoras (en este caso el soundtrack era el No more Tears de Ozzy Osbourne) Llegamos a Ensenada, apartamos un cuarto en el Hotel Bahía y nos fuimos a dar el rol. Como a eso de las cuatro de la tarde, dijimos, pues ya es hora de una cervecita en el Hussongs para hacer hambre. Ufff. Pues la visita al Hussongs se prolongó por más de seis horas. Cuando llegamos ya estaba atiborrado de raza, pero agarramos una mesa. Dos bohemias después la cantina estaba aperrada. Un gringo nos pidió chance de subirse a nuestra mesa para colocar una tarjeta en la boca de uno de los antílopes que hay ahí en la pared. Agradecido el gabacho, nos invitó una ronda. Luego una pareja de chicanos nos pidió que si se podían sentar en las sillas libres de nuestra mesa y nosotros, amables como siempre, les dijimos vengan. Ya estaban rucos. Eran chicanos de Santa Bárbara. Chicanos, no pochos, pues de hecho ni español hablaban. El había estado en Vietnam y estaba escribiendo un libro. La señora se llamaba Carolina, bello nombre entre los nombres. Ya animados, le hablamos a los músicos y ¿qué rola creen que pedimos? Pues la de siempre, El Corrido de Monterrey y como buenos regios, administradores y calculadores hasta en la borrachera, sólo pedimos esa canción, pero los chicanos nos invitaron otras. Por fortuna el grupo tocó muchos corridos de la Revolución y yo me di gusto cantando. Y sí, van a decir a poco este metalero oye corridos de la Revolución? Y yo respondo que reto a cualquiera a saberse más corridos de la Revolución que yo. Corrido clásico, revolucionario, no narcocorrido de As y de los Tigres. Salimos de ahí como a las diez y ya nos andaba de hambre. La cena consistió en tacos de pescado. Al otro día fuimos al puerto y rentamos un paseo en barquito. Nos llevaron al barco semihundido que ha sido tomado por los lobos marinos. Un elemento externo y artificial como es un barco hundido, sirve de casa a varias decenas de lobos marinos y sus aullidos retumban en las paredes del buque. Todo un ecosistema artificial. El barquito estaba curado y el oleaje también. Nada me relaja más que un buen paseo por el mar. Comimos caldo de pescado y pescado al mojo de ajo en el mercado. Por ahí de las 17:00 retornamos a casa. Una vez más lo comprobé: ¿Quieres limpiar tu cuerpo de malas vibras? Escápate a Ensenada.

Nunca dije que estuviera “en contra” de la Pasión de Cristo. Mucho menos me opondría a la proyección de una película. Dejen que sean las organizaciones cristianas quienes pidan a gritos que censuren conciertos, espectáculos y libros. Los cristianos son expertos en censurar, prohibir, limitar el criterio y la visión del hombre. No veas, no oigas, no asistas, es malo. Yo jamás pediría que alguna forma de expresión se prohíba. Yo no creo en la censura de nada. Como dijo Voltaire: Podré estar totalmente en contra de lo que piensas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlo. ¿Por qué no he ido y tal vez no vaya a ver la Pasión de Cristo?
Para empezar, porque ya he dicho que el cine en si mismo me parece una pérdida de tiempo. Allá los cinéfilos con sus rollos. Yo no se de actores ni de géneros ni me interesa saber nada. Mucha gente dice que no tiene tiempo para leer. Pues bien, yo no tengo tiempo para irme a meter dos horas a una sala oscura, mucho menos a ver una historia que ya me contaron en el catecismo de la primaria. A menos que sea el Señor de los Anillos o una cosa así, nunca nace de mi iniciativa ir a al ciniestro.
Por lo demás, no soy cristiano ni profeso religión alguna y diría que respeto a quienes profesan un culto, pero a menudo ellos no me respetan a mí. No creo en la lástima, no creo en la piedad. Sin el sentimiento de la piedad, el cristianismo es inconcebible. Luego entonces, yo no soy cristiano, pues para mi no hay valor alguno en el acto piadoso, en el que es orientado y movido por la lástima. Y todo se relaciona: ¿Por qué combato al indigenismo?- Porque detesto la lástima, detesto la mendicidad y la pordioserez más que cualquier otra cosa en el Mundo. ¿Qué piensan demasiado en el putísimo dólar que necesitan para vivir? Pues yo también pienso mucho, pero resulta que yo trabajo y en exceso, por ganármelo. Pago unos impuestos altísimos, una lanota por gasolina y jamás tendría la indignidad de pedir limosna. Odio la lástima. Primero me suicidaría. Hay culturas con dignidad. Hay culturas que hasta en la más absoluta desgracia saben ser soberbios y mirar a los ojos, de manera altiva, con coraje. Y si no tienen alternativa, se matan. Eso es dignidad. Esa gente merece mi respeto. Pero a nuestros “gloriosos ancestros” del México prehispánico se les da muy bien el servilismo, la humillación. Son unos profesionales de la lástima. ¿Qué es un tepescuincle en la espalda de una mixteca? Un artefacto profesionalmente colocado ahí para dar lástima. Eso no me va

Pues ya que andamos entrados en el debate y dado que Julio Sueco es una persona con la que SÍ se puede intercambiar puntos de vista de manera civilizada, me permito hacer una serie de precisiones.

Por supuesto que en este país hay vividores profesionales del indigenismo. Hay personas cuya nómina entera se la deben a ese machacado y prostituido concepto.
De entrada, existe una dependencia federal dedicada al asunto. Durante 54 años se llamó Instituto Nacional Indigenista y Fox la transformó en Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. ¿Cuánto nos cuesta a los mexicanos mantener esa dependencia? ¿Para qué diablos ha servido? ¿En qué me beneficia a mi, ciudadano al que la SHCP le tumba el 35% de ISR? Pura burocracia, tiradero de dinero, despilfarro de recursos para dar chambas a los compas del Gobierno. El delegado del INI en Baja California fue durante muchos años el señor Luis Arturo Valdez Otáñez, un ex porro de la UABC, priista de línea dura, de turbios antecedentes, que obtuvo el puesto en clásico reparto de pastel entre compadres y que jamás aprendió que un mixteco, un tepehuán y un cora, hablan lenguas distintas y provienen de tres regiones diferentes del país. Esto hablando del que fue delegado aquí en BC. Supongo que el resto de los delegados del INI en el país era gente por el estilo. Muy preocupados por los indígenas ellos. Valiéndome de la Ley de Acceso a la Información, solicitaré a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas que me informe cuanto nos cuesta su nómina a los mexicanos y publicaré la cantidad en este blog.

Ahora bien:
¿Para qué tener una comisión gubernamental que atienda a los pueblos indígenas? ¿Qué no pueden solitos? ¿Son acaso retrasados mentales? Dijeras que México fuera un país casi bilingüe, como sí lo es Paraguay con el Guaraní o como Bolivia, donde la población quechua ocupa casi el 30% del total, pero acá en mi México querido son una minoría y hay entidades en donde ni siquiera tienen presencia. Hay millones y millones de marginados que NO son indígenas y ellos NO tienen una comisión federal que los atienda. Si a esas vamos, entonces yo voy a pedir que por favor se cree una Comisión Nacional para el Desarrollo de los entes Caucásicos. ¿Por qué no? Yo soy una absoluta minoría en este país, estoy desprotegido y sufro los efectos de la discriminación con los meseros de la Revo y los taxistas, que me ven cara de gringo y me quieren vender todo más caro. Los pordioseros me persiguen, pues piensan que por ser rubio estoy zurrado en feria. Por si fuera poco, en su afán de joder a los gringos, bandas nacionalistas como Brujería, Molotov y hasta Tijuana No, promueven rolas de odio hacia la raza blanca y yo, que de gringo no tengo nada, la tengo que pagar.
Ya hablando en serio: Ya me imagino lo que hubiera pensado Benito Juárez de la creación de una comisión que cuide a los indígenas como si fueran menores de edad. Juárez era un indígena zapoteco, pero con sus ideales liberales y masónicos bien puestos y un masón, sepan ustedes, no se va a andar con organismos piadosos de corte colonial. Juárez y los liberales fueron los primeros en pedir que se tratara a los pueblos indios como ciudadanos mexicanos mayores de edad y claro, eso no le gustó a muchos de ellos, que estaban contentísimos con la protección paternalista de los frailes. Pero la moda del indigenismo pugna por retornar a los usos y costumbres virreinales y otorgar al indio un trato “especial”, como si fuera un niño teletón. Y algo similar pasa en Estados Unidos, donde los patrones están obligados a contratar empleados negros por aquello de balancear y no discriminar ¿Y si yo no quiero contratarlos? ¿Dónde quedó mi libertad?

Por cierto:

Los arriba mencionados, son aquellos que viven del indigenismo de manera formal, con una nómina debidamente registrada, pero hay otra clase de vividores. Hay uno que se llama Rafael Sebastián Guillén Vicente que lleva 10 años viviendo muy cómodamente del asunto. El mencionado vividor tiene socios en muchas partes de México y aunque la UNAM es su semillero natural, los hay por todos lados. Aquí en San Quintín hay bastantitos personajes politiqueros que cobran como “líderes de las comunidades mixtecas”, pero lo extraño es que casi ninguno de ellos es mixteco puro ni habla su idioma.

Respecto a la Virgen de Guadalupe, creo que nadie discute el que los criollos y mestizos la hayan adoptado como un símbolo nacional. Y aquí caemos en el añejo debate que en 1794 puso sobre la mesa mi paisano regio Fray Servando Teresa de Mier. Aunque es la protectora de los indios, la Virgen de Guadalupe es un símbolo católico cuya naturaleza, al menos en el plano formal, nada tiene que ver con el politeísmo azteca. Yo le digo a los indigenistas que si tanto odian a España, tiren a la basura a los dioses que les impusieron, se olviden del idioma español y practiquen el politeísmo.
Leer a Miguel León Portilla, sin duda la máxima eminencia nacional en materia de lengua y cultura indígena y leer de nuevo el sermón de mi paisano Fray Servando, arrojaría un poco de luz sobre este guadalupano asunto.