Eterno Retorno

Monday, December 20, 2004

Poco o nada o acaso mucho que agregar a las páginas de Eterno Retorno. Desde que regresé de viaje siento que no acabo de existir del todo. El exceso de trabajo sería el pretexto común, pero empiezo a sentir que esto va un poco más allá.
Y es que en realidad, al menos en el plano de los hechos, las cosas marchan bien, o al menos eso parece. He tenido trabajo, es cierto, pero lo he sacado adelante en forma más que adecuada.
Los días transcurren con prisa. Las lluvias dejaron por herencia colinas atiborradas de flores que pintan de amarillo toda la carretera de Rosarito a Tijuana. Pero en contra parte llegan los vientos de Santa Ana, como un caldo infernal de inmundicias que en matrimonio con la sequedad, generan tierra fértil para toda clase de males.
La salud me juega malas pasadas pero no me deja KO. Tal vez sea por el exceso de vitaminas que tomo, la razón por la que la horda de virus y bacterias que revolotean cual furiosos demonios en medio del infernal caos de los vientos de Santa Ana, no acaba por darme un golpe matador. La simple sensación permanente de que algo no marcha bien con mi cuerpo.

Por otra parte están las neblinas, más densas que nunca. Mantos de niebla impenetrables cubren la carretera.
Nueva música en exceso, lecturas desordenadas y afortunadas relecturas. Para destacar el placer que me produjo releer 10 años después El libro de los amores ridículos. También el placer que me produce leer una vez más sobre episodios del III Reich que me se de memoria y que sin embargo jamás me aburren. En 45 minutos me leí Memoria de mis putas tristes del Gabo García. ¿Qué carajos puedo decir? Garcíamarqueano hasta lo insultante. Esa es mi crítica. A veces me perturba que un escritor pueda ser tan endemoniadamente fiel a si mismo. Sobre El daño de Alatriste ya lo he dicho todo. Librazo en verdad. En mi buró aguarda una biografía de María Antonieta que es mi lectura más atrasada, pues simplemente no estoy en casa más que para dormir.
Mi nueva lectura de calle es Vida con mi viuda de José Agustín. No señores, nunca he sido un fan de La onda y sus similares, pero esta novela que le apuesta a planos de ficción que me traen polvo de mis lodos castanedianos, pinta más que apetecible (llevo 47 páginas)

En música también hay novedades: En mis oídos el nuevo disco de Mastodon, titulado Leviathan, álbum conceptual que recrea la obra cumbre de Hermann Melville, Moby Dick (¿alguien le hará un disco a Bartleby?) Sonido sucio, corrosivo, como punk garagero puerco con ingredientes thrash. En la fila para ser escuchado el nuevo de Cradle of Filth, Nympethamine. Ambos regalos de mi colega Juan Carlos Ortiz a quien le toqué en el intercambio. Gracias. También he adquirido un concierto de los padrinos históricos del Doom, los suecos de Candlemass. Unos riffs más sabbatianos que Sabbath. Con eso lo he dicho todo.

El sábado Carol y yo fuimos anfitriones en casa de una fiesta en casa con todos los colegas del periódico. Imposible no pasarla bien cuando hay metal, vino y buenos amigos. Me dormí hasta las cinco de la mañana y el domingo dormí hasta las cuatro de la tarde. Desperté para comer algo y volví a dormir. Hoy de nuevo a currar, a tundir teclas, a escuchar grillas, vestiduras rasgadas e historias de políticos. Por el momento nada más que agregar.