Eterno Retorno

Thursday, December 09, 2004

La revista Común http://www.comun.com.mx/
que dirige allá en Monterrey mi amigo Jopyrrako Montero, ha sacado su nuevo número, en el que el buen taquero Don Nacho se llevó una vez la portada. En mi permanente espacio Lucretia mi Reflexión se ha incluido un texto escrito por mí hace un año y que si la memoria no me falla, llegué a publicar en Eterno Retorno hace algún tiempo.
Y bueno, ya que hay Don Nacho Reloded, ahí les va un Lucretia Reloded.


Cuanto plomo mal gastado
En cuerpos innecesarios

Eskorbuto

68: Viaje sin escalas del tabú al tedio

Muy pronto el mito del 68 dejó de ser tabú para transformarse en tedio. Demasiada tinta desperdiciada y un exceso de verborrea son el entorno propio de cada 2 de octubre.
Más de un nostálgico me dirá que si hoy gozo de un México democrático y puedo ejercer efectivamente mis libertades civiles se lo debo en gran medida a los mártires del 68. Honestamente, no lo creo.
Es un cliché muy común, propio de una visión rimbombante de la historia, pensar que los martirios sirven de algo y que los seres humanos se sacrifican en pos de legarnos una herencia a las generaciones futuras. Después de todo, nada hay más cristiano que el conceder a los martirios la divina capacidad de expiar pecados.Yo creo que la única sangre que sirve es la que drena por las venas de un cuerpo vivo o en su defecto aquella que es donada a un herido o recién operado. Los únicos cuerpos útiles son los que donan sus órganos, aunque los gusanos, según sé, suelen ser agradecidos con quien les sirve un buen manjar.Seamos realistas; el 68 como movimiento carecía de sustancia ideológica, ya no digamos de proyecto político. Sí, tenía el ímpetu, la inocencia y la espontaneidad que caracteriza a aquellas reacciones humanas que se generan más como consecuencia de un estado de ánimo social que con un auténtico propósito revolucionario. Ello es una virtud, pero esos movimientos las más de las veces se extinguen o prostituyen. Creo que el movimiento del 68 no alcanzó a prostituirse en vida, pero sus herederos se encargaron de prostituir cada año su cadáver.Por crudo que se escuche, el movimiento del 68 le debe mucho a Díaz Ordaz. Mal que bien, le debe agradecer su tan cacaraqueada inmortalidad. Sólo los bautizos de sangre garantizan vida eterna, o por lo menos de 35 años de edad, que en este mundo tan cambiante y desmemoriado ya es mucha vida. Hay que dejarse de mamadas: De no ser por Tlatelolco nadie recordaría hoy en día el 68. ¿Qué se recuerda de ese movimiento? ¿Alguien conoce el limitadísimo pliego petitorio de los estudiantes? ¿Qué tanta gente se acuerda la fecha de la multitudinaria manifestación del Zócalo, apoteosis del movimiento? El día que se recuerda, tradición cristiana al fin, es y será siempre el del martirio, no el de la apoteosis. Sin martirio no hay recuerdo ni memoria. De no haberse derramado sangre en la Plaza de las Tres Culturas casi nadie recordaría hoy el 68. Díaz Ordaz cometió una pifia histórica para su causa, pues le otorgó al movimiento su certificado de inmortalidad y se condenó a sí mismo a los infiernos, aunque hoy en día sigue teniendo avenidas y bulevares que llevan su nombre. Díaz Ordaz no salvó al País ni se salvó a sí mismo de nada.El movimiento no hubiera podido derrocarlo y ni siquiera tenía la capacidad de suspender o alterar las Olimpiadas. Tarde o temprano el ímpetu se hubiera extinguido, los jóvenes hubieran regresado a su casa y los muertos de la Plaza de las Tres Culturas serían hoy en día burócratas panzones o somnolientos diputados perredistas a punto de jubilarse sin pena ni gloria.¿Qué quedaría del 68 sin Tlatelolco? Lo mismo que queda del movimiento ferrocarrilero del 58 o la huelga de los doctores del 66 ¿Alguien se acuerda de ellos? No, porque no hubo sangre. Sin duda el Mosh y los chicos CGH rogaban porque Zedillo les regalara un mártir durante la toma de la Universidad, pero aquel 5 de febrero del 2000, Arellano Noblecía y la PFP se aventaron un jale limpiecito, sin una sola gota de sangre y resulta que hoy en día nadie se acuerda que hace muy poco la UNAM estuvo tomada por más de 8 meses. En cambio, si hubiera habido un muerto, el Mosh y los suyos hubieran asegurado la inmortalidad. No me queda la menor duda de que cada 2 de octubre seguiremos escuchando otra vez todo tipo de consignas: Que se haga justicia, que el crimen no quede en la impunidad, que la sangre de los jóvenes no se haya derramado en vano, que se diga la verdad, que se abran expedientes, bla, bla, bla. Grandes fotos en La Jornada de las manifestaciones del CGH y las ofrendas florales, unas cuantas editoriales incendiarias y ya. El 3 de octubre al mediodía, el 2 de octubre se habrá olvidado una vez más hasta el año que entrante.Ni siquiera veo que se pueda organizar con éxito una meada colectiva en la tumba de Díaz Ordaz o que se logre, cuando menos, quitarle su nombre a ese enorme bulevar tijuanense y cambiarlo por el de Mártires del 68. Digo, mínimo para que logren algo a parte de llorar y rasgarse las vestiduras. ¿Será mucho pedir?