Eterno Retorno

Tuesday, December 21, 2004

Futbol femenil

Hace ocho años y veinte kilos, en el verano de 1996, jugué futbol en un equipo de un poblado de Nueva Inglaterra llamado Billerica.
Esa fue la última vez que jugué futbol en un equipo formal en canchas reglamentarias, con árbitros, jueces de línea y 90 minutos de tiempo.
A partir de ese año todo han sido informales cáscaras cada vez más esporádicas. Mi estado físico no me deja mentir.
Bellos recuerdos tengo de aquel verano. Jugábamos en canchas preciosas, verdaderas alfombritas de hierba fresca en las que daba gusto barrerse, tirarse y sentir el olor del pasto.
Jugar con anglosajones fue una buena experiencia. En aquella liga jugaban muchos irlandeses, escoceses y algunos caribeños. Un futbol más físico que técnico. Corrían mucho, no se cansaban los gringochos y te exigían mucho. Que subieras a rematar en los tiros de esquina y de inmediato bajaras a defender. No eran muy gambeteros, pero sí muy fuertes y correlones.
Sin embargo, el detalle más trascendente y singular de aquella liga amateur de Nueva Inglaterra, es el hecho de que era una liga mixta. En todos los equipos había mujeres y hombres. De hecho, el reglamento obligaba a alinear un mínimo de tres mujeres. Fue ahí cuando pude constatar la técnica endemoniada que puede tener una mujer para jugar al futbol. Cuando vi jugar a las gabachas sólo pude decir: Mis respetos.
Desde entonces me ha quedado claro que una mujer puede perfectamente jugar en un equipo masculino. La técnica es cuestión personal, no de sexo. Por ello estoy en desacuerdo con el freno interpuesto por la FIFA en contra de Maribel Domínguez, a quien no permitieron jugar en Celaya. En muchas ligas semiprofesionales de Estados Unidos se juega con equipos mixtos. Por eso mismo sus equipos nacionales femeniles son tan poderosos.
Claro, hay cosas que uno no puede evitar y es que la caballerosidad se pone en tela de juicio cuando tienes que entrar duro para frenar a una gambetera que se te escapa y amenaza con colarse al área que defiendes como celoso guardián.
Como nunca he tenido una gran técnica y soy tosco para jugar, mis faules suelen ser recurrentes. En aquel equipo de Billerica yo jugaba de lateral y en una ocasión le llegué fuerte a una morrita que jugaba bastante bien. Metí tremenda barrida, pero con tan mala suerte, que le zorrajé soberbio patadón en la espinilla.
La morrita se desplomó pegando de gritos, y yo, queriendo morir de vergüenza, sólo accedía a decir, sorry, sorry, please, forgive me. Al final todo quedó en una amonestación en mi contra y en la sospecha de que la morrita exageró la caída, aunque el recuerdo de sus gritos aún me tortura. A partir de ese momento, me volví caballerosamente blando a la hora de ir a marcar a las señoritas delanteras y ello provocó que muchas de ellas me driblaran. Ese es el único inconveniente que le veo a jugar con damas.


Maradona es mejor que Pelé

Maradona es superior a Pelé. Quienes se han dado a la tarea de coronar al negro como el mejor jugador de la historia, se basan en juicios de personalidad, no de calidad futolística. A Maradona le tocó jugar en una época de marcas férreas, de sistemas con candados ultradefensivos, con medios de contención dedicados a romper piernas y con la FIFA y las buenas conciencias del mundo conspirando en su contra.
Maradona y diez tipos más ganaron contra todos los pronósticos el Mundial de México 86 y se colaron a la Final de Italia 90 donde la mano criminal de Codesal los condenó a ser subcampones. A Pelé le tocó el cómodo papel de ser el director de una constelación de estrellas como Tostao, Rivelino, Gerson y que decir de Garrincha, quien lo eclipsó en el Mundial del 62 (claro, la lesión de Pelé no fueron enchiladas) con quienes la tenía muy fácil.
En lo que se refiere a clubes, se habla mucho de los mil 200 goles de Pelé. El Negro jugó en un Santos todo poderoso en la liga brasileña o en un Cosmos armado especialmente para él en donde las goleadas eran recurrentes. Nada que ver con el Nápoles de Maradona. Nápoles era un equipo colero de la liga más ultradefensiva del Mundo, en un torneo plagado de estrellas en donde un equipito chico y discriminado como Nápoles, competía contra Juventus de Platini, contra Milán de Gullit y Van Basten, contra Inter de Matheus entre otros. Pues bien, en esa liga Nápoles fue campeón dos veces y campeón europeo. ¿Habría hecho lo mismo Pelé? No lo creo. Él tenía la mesa puesta con el Santos. Maradona siempre tuvo todo en contra.
Por si fuera poco, hay toda clase de prejuicios extrafutbolísticos por los que existe una marcada preferencia hacia el brasileño. Pelé es el bueno de la película, el negrito simpático consentido de todos, en especial de la FIFA, el que lleva una vida ejemplar y coopera con las buenas causas del Mundo. Maradona en cambio es el cocainómano engreído, petulante y degenerado que todos odian, en especial la FIFA y Estados Unidos, que hacen todo lo posible por desprestigiarlo. Yo, le voy a Maradona.

Crudas afrodisíacas

Si es necesario que ratifique mis declaraciones publicadas hace mucho en este blog, lo haré. Sí, en efecto, la cruda es muy afrodisíaca. Coincido con Morcillo. Claro que hay de crudas a crudas. Si la cruda en cuestión es el resultado de una borrachera que te llevó al malestar estomacal y a la nausea, es poco probable que sea afrodisíaca. Pero si es una cruda estándar, las más de las veces te pones en extremo horny. No se si eso sea la regla general o sea una particularidad de unos cuantos iluminados. La cuestión es que a mí las crudas me dan para arriba y me tornan en extremo susceptible a ciertas visiones y aromas.



Efecto Tequila

Como si no tuviera libros haciendo fila para ser leídos (todos los libros desean ser leídos por mí) Acabo de hacerme de Efecto Tequila, la nueva novela del sinaloense Elmer Mendoza, a quien con tan mala fortuna trató de imitar Pérez Reverte en su Reina del Sur. Veremos que cuenta este culichi incurable, aunque por ahora estoy más entretenido con la blognovela del Charquito, que bajo mi opinión es más cabrón que Elmer.


Regio fin de año

Todo hace indicar que estaré en Monterrey el día 28 de diciembre, aniversario de Eterno Retorno. Veremos si por ser Día de los Inocentes la aleatoridad no me juega una inocentada. Si bien falta la confirmación del vuelo y eso, todo hace indicar que iré a mi terruño natal a despedir el 2004 con mis padres y hermanos. Me gusta la idea de poder estar únicamente con mi núcleo familiar y poder dedicar esos días a ver a aquellos parientes a los que uno realmente extraña y quiere.
No me gustan las grandes reuniones en donde uno debe saludar a medio mundo, a cantidad de primos lejanos y tíos terceros y amigos y ex compañeros de secundaria de los que apenas y es posible recordar el nombre. Tras estos años de lejanía, prefiero algo más íntimo y serán tan poquitos días, que optaré por no participar de mi llegada a muchos conocidos a los que para ser honesto no me interesa saludar. Digo, no tengo rencores con nadie, pero tengo poquísimo tiempo para estar con mis familiares a los que veo una vez al año o una vez cada dos años cuando mucho. Optaré por no salir de casa aunque no podré perdonar una excursión a la Librería Gandhi y una subida al Cerro de las Mitras y la ya clásica cascarita futbolera en la cancha de Colinas de San Jerónimo. Lo más triste de todo, es que extrañaré horriblemente a Carolina.