Eterno Retorno

Friday, October 15, 2004

EL CASO DE LUPE BALAZOS

Aunque en el Ministerio Público las denuncias contra tratantes de blancas son escasas y son prácticamente inexistentes tratándose de prostitución de menores, hace algunos años hubo un caso trascendente en el que una mujer fue acusada de controlar un grupo de niños que comerciaban sexualmente.
Este fue el caso de Guadalupe Benavente, conocida en el ambiente de la Zona Norte como Lupe Pistolas o Lupe Balazos, quien hace seis años fuera acusada de haber inducido a un grupo de niños a practicar la prostitución.
?Lupe Balazos? se dedicaba a la venta de flores en la Avenida Revolución y se hizo famosa por dar trabajo a muchos niños a quienes dejaba ramos de flores a consignación.
El antropólogo Víctor Clark Alfaro, narra que una gran cantidad de niños que vendían flores en el área, estaban controlados por Lupe, a quien tenían que dar sus ganancias, sin embargo algunos de ellos fueron capturados porque se dedicaban a robar carteras.
Según las declaraciones de algunos de los niños, narra Clark Alfaro, la señora les había enseñado como robar carteras y además los ofrecía a los turistas como objeto sexual.
El caso causó alarma y Lupe Balazos fue objeto de una investigación por parte del Ministerio Público y para sorpresa de aquellos que pensaban que su condición económica era humilde, contrató a Rosas Romandía uno de los mejores abogados de la ciudad para que la defendiera.
A la hora de la audiencia, los niños que la habían culpado declararon a favor de ella negando que en algún momento los hubiera obligado a ejercer la prostitución, por lo que no se le pudo consignar.
Aunque ya no se le ha vuelto a ver en la calle, hay testimonios que afirman que la mujer continua controlando a los pequeños vendedores de flores de la calle Revolución.



LA VIDA DE MAGDALENA

Su trabajo no le hace sentir vergüenza, pues afirma que muchas personas se dedican a robar y a defraudar a la gente, mientras ella realiza una labor y sus servicios los contrata el que quiere.
Aún así, prefiere omitir su verdadero nombre y pide que la llamemos simplemente Magdalena, pues no le gustaría que en un futuro alguien le enseñe a sus hijos un recorte de periódico con su nombre.
Nacida en Concepción del Oro Zacatecas, Magdalena arribó a Tijuana hace nueve años con la intención de cruzar a los Estados Unidos para trabajar, sin embargo sus dos intentos por cruzar se vieron frustrados.
Magdalena venía acompañada de un hombre de quien estaba embarazada y con quien tenía la intención de vivir en los Estados Unidos, sin embargo en sus dos intentos de cruce fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza.
Su acompañante hizo un tercer intento por cruzar con la promesa de enviarle dinero para reunirse pronto y Magdalena nunca supo si logró llegar a su objetivo, pues jamás volvió a verlo ni a saber de él.
Sola, sin dinero y a punto de tener el parto, Magdalena buscó empleo como sirvienta, sin embargo su avanzado embarazo y la falta de toda referencia, le impidieron ser aceptada.
En la calle conoció a un hombre que ofreció llevarla a vivir con él para que tuviera a su hijo en un lugar seguro y le prometió que después le encontraría trabajo.
Ahí nació su primera hija y meses después, el hombre le consiguió trabajo como mesera en una cantina en donde estuvo laborando por espacio de un año.
Magdalena narra que aunque su patrón le pedía que fuera al trabajo con minifaldas y blusas escotadas, en la cantina su labor era de mesera y no de prostituta y si un cliente le solicitaba un encuentro sexual, dependía de ella el aceptarlo y en cualquier caso tenía que ser al acabar el turno.
Al cabo de algunas semanas se dio cuenta de que sostener tres o cuatro encuentros sexuales en una tarde podían ser mucho más productivos que varios días de trabajo como mesera.
A fuerza de ir aceptando cada vez más encuentros sexuales con los clientes, Magdalena se volvió prostituta de tiempo completo y comenzó a ejercer su labor en los bares.
Aunque en un par de ocasiones ha intentado dejar el oficio para dedicarse a trabajar en la maquila o como empleada doméstica, Magdalena piensa que en otros trabajos es muy poco lo que se puede ganar y de cualquier manera hay necesidad de prostituirse.
La necesidad es lo que la lleva a una a hacer esto, siempre es la necesidad creo yo, ya después depende de una si le gusta o no, si se quiere una quedar haciendo esto siempre o lo deja, afirma Magdalena, yo siempre digo que ya lo voy a dejar, pero la verdad es que así es mejor, de todas formas en otros trabajos tienen que hacer lo mismo si no quieren que las corran.
En la maquila tenía un supervisor que ahí andaba molestando todo el día y que decía que sí yo andaba con él, que iba a hacer que me dejaran a mi de supervisora también pero si no, que me iba a reportar para que me corrieran, o sea que como quiera es lo mismo pero con menos dinero, comenta.
Así trabajó durante tres años y al cabo de ese tiempo decidió que era mejor ejercer durante el día en la calle, ya que en los bares la mayoría de las veces tenía clientes ebrios que se ponían muy difíciles.
Si bien en la calle se ganaba un poco menos, había mucha mayor seguridad y además no tenía que desvelarse ni beber, por lo que prefirió continuar trabajando de esa forma.
Me gustó más irme a la calle en el día, a veces se saca menos pero es que en las cantinas luego si está bien difícil, para una es más peligroso, además de que andaba siempre bien mal al otro día, comenta Magdalena.
Si bien afirma que no le gustaría pasarse toda su vida trabajando como prostituta y habla de un día en que dejara el oficio, aún no puede precisar cuando sucederá esto.
Actualmente tiene 29 años y tres hijos pequeños que mantener y aunque afirma no sentirse avergonzada de su trabajo, preferiría que sus niños no se enteraran de donde saca el dinero con que los mantiene.
Su sueño es tener un negocio propio que le permita tener el dinero suficiente para mantener a sus hijos y mudarse a una casa un poco más grande y en otra zona de la ciudad.