Eterno Retorno

Thursday, June 17, 2004

Pasos de Gutenberg

Lotería. Retratos de compinches
Vicente Leñero
Joaquín Mortiz. Contrapuntos

Por Daniel Salinas Basave

Lotería. Retratos de Compinches es tal vez el libro menos conocido de Vicente Leñero. Frente a la celebridad de obras como Los albañiles o Los periodistas, Lotería parece destinado a ser una rareza editorial de pocos ejemplares.
Retratos de compinches es un subtítulo que puede resultar un tanto engañoso para este libro y que de entrada me hizo desconfiar un poco.
Una vez concluida su lectura, me queda claro que el prejuicio puede generarse dependiendo del concepto que el lector pueda tener del término compinche.
Confieso que imaginé encontrar una suerte de homenaje cálido y simpático de parte de Leñero a sus colegas, pero lo cierto es que el autor de Estudio Q no fue en absoluto condescendiente con sus retratados.
La verdad cuesta trabajo encontrar dentro de la cartografía cultural actual un autor de la estatura y honestidad intelectual de Leñero.
En Lotería podemos encontrar lo mismo la sui generis semblanza de autores consagrados como Juan José Arreola, Rodolfo Usigli, Ricardo Garibay y José Emilio Pacheco, la crítica a una agente literaria como es Carmen Balcells y el brevísimo retrato de un periodista como Julio Scherer.
También hay espacio para hablar de José Donoso, del argentino Manuel Puig y de la maestra de la novela negra estadounidense Patricia Highsmith.
Con esa pluma fácil que transforma cada página de Leñero en la voz de un agradable conversador y con su honestidad prueba de fuego, el autor nos regala algunas anécdotas bastante peculiares que involucran a algunas vacas sagradas de la elite intelectual.
Un García Márquez furioso porque interrumpieron su siesta en un hotel de Alemania, un José Donoso internado en un hospital a causa de una misteriosa crítica aparecida en La cultura en México, una Carmen Balcells que promueve libros que jamás ha leído son sólo algunas de las casillas de esta rara lotería.
Concluida la lectura de este libro de tan sólo 130 páginas, uno se queda con algunos chismes sabrosos y la certeza de que Leñero parece odiar sobre todas las cosas el virus de la pedantería que afectó a muchos de sus amigos apenas ganaron unas migajas de fama.