Eterno Retorno

Tuesday, June 08, 2004

Decálogo del cuentista

Vía Fernando Nachón llega hasta mi computadora este interesante decálogo del cuentista. Vale la pena analizarlo. El decálogo es obra del genial Horacio Quiroga, sin duda uno de los puntos de referencia ineludibles del arte de contar cuentos en este nuestro americano continente. Aquí les va el decálogo aderezado con su respectivo comentario.

I

Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.


Comentario DSB: No puedo creer en un maestro como Dios mismo por la sencilla razón de que Dios no existe. Mi maestro en cuestión se transformaría en simple estado gaseoso, aburrido pretexto de insuficiencias ontológicas como sucede con todo aquello que abandona su humana esencia para pretender divinizarse. De los mencionados, definitivamente Poe, seguido por Chejov. Entiendo que a Quiroga no le tocó ser contemporáneo literario de un señor maestro como José Revueltas o Juan Rulfo, o un Cortázar o un Borges o un artista de la miniatura como Monterroso y es por ello que no los menciona, aunque me extraña en verdad que omita a Gogol. Por lo que a mi respecta, mi maestro tallerista se llama Rafael Ramírez Heredia.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.


Comentario DSB: Toda otredad es una cima inaccesible. Cuanto más lo es pretender acceder a la cima de un otro genial. Por lo demás, creo que tomar como punto de partida el soñar domar el arte de otro, es sinónimo de empezar perdiendo el partido.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

Comentario DSB: La imitación literaria es imposible. Tratar de copiar los motivos, desvaríos y alucinajes que llevaron a un creador a concebir determinaba obra, es humanamente imposible. Toda obra obedece a instantes únicos e irrepetibles. Un buen cuento ni siquiera se imita a si mismo en los territorios de la imaginación de dos lectores distintos. Cada lectura es una reinvención. De cualquier manera, las ideas casi nunca nacen por generación espontánea y si bien la contemplación es tierra fértil, uno no navega por esta vida sin influencias.

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
Comentario DSB: ¿Capacidad para el triunfo? ¿Ardiente deseo de triunfar? Eso me suena un poco como a las palabras motivacionales de un entrenador a sus pupilos antes de saltar a la cancha. ¿Quién define el triunfo literario? ¿El Premio Alfaguara acaso? ¿Cuándo se gana y cuándo se pierde? Amar a mi arte (¿cuál chingado arte perdón?) como a mi mujer sin duda me traería problemas. En mi caso, la escritura está condenada a ser una simple concubina desatendida, una putilla segundona que debe conformarse con mis poquísimos ratos libres.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

Comentario DSB: Me parece que uno de los grandes placeres que nos reserva la literatura es la capacidad de sorprendernos a nosotros mismos a cada momento. De la misma forma que como lector puedo ser sorprendido por un buen cuento, como escritor puedo llevarme gratas sorpresas y terribles sustos cuando esa mano rebelde e insurrecta corre como una yegua desbocada y me lleva hacia terruños insospechados. En efecto, creo existe una tercera persona creativa que toma el control de nuestros actos. En parte coincido con Quiroga; no puedes dejar todo a la absoluta improvisación, pero no puedo concebir un cuento sin al menos unas gotas de ese delicioso elixir de azar y experimentación que tantos goces nos reserva.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

Comentario DSB: totalmente de acuerdo con Quiroga. El famoso ritmo garciamarqueano siempre me ha parecido una falacia. Los cuentos no son poesía ni deben pretender emular a una sinfonía. También coincido en que en literatura no se valen los sinónimos. Digamos que en periodismo el uso de sinónimos te ayuda a darle una limpiadita a la sintaxis, pero en literatura cada palabra es insustituible y tiene un peso específico que no se puede suplantar.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.


Comentario DSB: La primera persona que me echó en cara mi enfermiza propensión a los adjetivos fue mi amigo Gerardo Ortega, sin duda uno de los poetas más auténticos que ha parido el Cerro de la Silla. Mi diaria labor periodística me ha vacunado contra la el vicio adjetival. Un adjetivo dentro de un reportaje es una mancha, es un escupitajo a la imparcialidad que debe perseguir todo periodista. Pero dado que la literatura es mi terapia curativa de la sobredosis de periodismo, a veces recurro al adjetivo con la avidez de un alcohólico frente a la botella luego de meses de abstinencia.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.


Comentario DSB
Sabio consejo de Quiroga; hay que tomar al personaje de la mano, cierto, pero jamás se debe caer en la tentación de esposarlo a nosotros. No se puede ser amo y señor de una creación. Un personaje, aunque usted no lo crea, ocupa riendas sueltas, caminar con sus propios zapatos y de ser posible, volar con sus propias alas.
¿No abusar del lector? Cierto, el problema es que a mí bien podrían meterme al bote por ser un inclemente abusador de todo aquel improbable lector que comete el error de caer en el fango de esta porquerioza cuna.
IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino


Comentario DSB
¿Desterrar la emoción de la escritura? Carajo, eso sí que es tema de debate pues ahí sí que no estoy de acuerdo con Quiroga. Imaginen ustedes, si cuando elimino la emoción de algo tan en extremo técnico como es el periodismo siento peor que el más mula de los Sísifos ¿Cómo habría de sentirme si le mato la emoción a la escritura? Claro, estar emocionado no significa que uno deba empapar el papel de lágrimas o hacerlo garras por tan elevadas dosis de odio en la sangre, pero tampoco se puede ser tan extremo frío como para crear un cuento con la precisión y la indiferencia de un obrero de maquiladora. Sin embargo, he de aceptar que este mundo nuestro pertenece a los técnicos y no a los rudos.

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.


Comentario DSB
No puedo estar más de acuerdo con este último mandamiento. El problema es que hoy en día la plaga teorréica y culturosa se ha dado a la tarea de escribir para agradar a jurados, mecenas culturales y regodear las ubres incubadoras de parásitos. ¿Transformarse en uno de los personajes del cuento? La verdad creo que es imposible no hacerlo.