Eterno Retorno

Thursday, April 01, 2004

Sobre-ruedas

Uno de los inconvenientes viales que debe sortear todo tijuanense, es la aparición de los mercados sobre-ruedas ciertos días de la semana.
Los miércoles se instala el mercadito del Guaycura y debo sortearlo con toda la prisa del mundo cuando voy a llevar a Carolina a su trabajo por las mañanas.
La llegada de un sobre-ruedas implica cierre de calles y las más de las veces dejan abierto nomás un carril, de ida y vuelta, así que si otro carro quiere ir sentido contrario, chingose, o habrás de ganar tu lugar peleando con tu oponente como hacían los caballeros medievales en las justas
Lo catastrófico de los mercaditos es que atraen a cierto espécimen de doña, las más de las veces rechoncha, que deambula por la calle como la res en su pastizal. He llegado a sospechar que estas doñas de los sobre-ruedas son seres fantasmales, pura sustancia espiritual que se diluye en los vientos de la mañana y que si por accidente llegara a tocar sus carnes con el carro, traspasarían la materia cual si fueran cuerpos gaseosos. Sospecho esto por el desparpajo con que se cruzan frente a al vehículo andando, sin el menor asomo de preocupación por ser atropelladas.
Ciertamente los sobre-ruedas son un desafío a una ciudad que pretende ser moderna y un estorbo a su falso progreso panista. Pero con todo y eso, yo apoyo a los sobre-ruedas pues son una de las pocas, poquísimas formas de economía alternativas que recogen una ancestral tradición humana y resisten al dominio omnipotente de los inhumanos supermercados macrocefálicos. Las doñas dicharacheras que venden sus verduras en los sobreruedas se permiten reir, maldecir y decidir si aceptan los regateos insistentes sobre sus productos. De no existir esta alternativa, estarían condenadas a ser cajeras en algún Calimax, vestidas con un ridículo delantal azul, obligadas a sonreírte con falsedad y preguntarte si encontraste todo lo que deseabas mientras pasan los productos por el lector de código de barras. Ahí no se permite regatear, ni conversar, ni bromear con el cliente. Todo es impersonal, parco, falso, marcado por plásticos y códigos de barras. La pobre cajera se debe conformar con el sueldo de hambre que le pague un capitalista como Fimbres y su día no ofrece mayores satisfacciones, que desear que el reloj corra y se agote la jornada de ocho horas.
Por ello yo apoyo la supervivencia de los sobre-ruedas en donde también hay explotación y cacicazgo, pero diferente. Guadalupe Vázquez Iglesias, zar de los sobre-ruedas de Tijuana y Rosarito, se ha hecho rico con las cuotas que pagan sus agremiados. Los puesteros de mercados son un gremio muy socorrido en tiempos de elecciones, pues para los políticos son muy importantes como fuerza de choque y apoyo en mítines. Vázquez Iglesias ha sabido negociar bien estos apoyos y luego de ser ferviente priista, acabó poniendo a sus agremiados al servicio de los azules. Pero los sobre-ruedas son de esas cosas que aunque estorbosas, le ponen en la madre al capitalismo.