Eterno Retorno

Tuesday, April 13, 2004

Para seguir echándole leñita al fuego...

¿Escritores profesionales? ¿Periodistas profesionales?

Ja, ja , ja. No me hagan reír. A diferencia de quienes se dedican profesionalmente a las ciencias exactas o al desarrollo de alguna disciplina anatómica, las actividades propias de toda facultad de Humanidades no ofrecen graves retos al practicante. Digo, una cosa es el profesionalismo de un músico de conservatorio, de un cirujano, de una bailarina de ballet, de un ingeniero físico- matemático de la Nasa, pero cuando entramos al terreno de los profesionales de las “humanidades”, la cosa empieza a perder seriedad.
Yo me dedico profesionalmente al periodismo. Llevo más de 10 años de dedicarme a esta actividad, pero seamos realistas: Cualquier tipo con un poco de imaginación, creatividad y ganas, puede elaborar un buen reportaje (y la ventaja de un amateur es que no tiene un castrante, aberrante y anti-idiomático manual de estilo que respetar)
Para dedicarte al periodismo no necesitas haber ido a la Universidad o tener fundamentos sobre la teoría de la comunicación. Yo mismo jamás estudié ni me pasó por la cabeza estudiar comunicación.
Sí, digamos que necesitas una pequeña dosis de cultura general, de imaginación, de malicia e iniciativa y ya. La realidad es que cualquiera puede hacer un buen reportaje si se lo propone.
Mis ventajas como profesional del asunto no son que yo puedo y los otros no o que yo se lo que otros no saben. En realidad cualquiera puede. Digamos que al ser profesional te haces un poco más canchero, como sucede con toda aquella actividad que repites una y otra vez hasta hacerlo casi en automático. Además, tienes los contactos, la directriz adecuada, las mañas y los trucos. También tienes el engañoso empujoncito de que te respalda la trayectoria, tus reconocimientos y sobre todo el tiraje o audiencia de tu medio. Fuera de esas pequeñas dificultades que pudiera enfrentar un periodista amateur, lo cierto es que a cualquier persona medianamente inteligente le concedo la capacidad de llevar a cabo una labor periodística.

¿Literatos profesionales? ...Pffff, no me hagan mear de la risa.

Exactamente lo mismo sucede con la literatura- ¿Qué significa ser escritor profesional? Significa ser un tipo que gana unos cuantos centavos por lo que escribe. Y al igual que sucede con el periodismo, creo que cualquier tipo con una inteligencia regularcita puede escribir un cuento o un relato. En realidad basta que no seas analfabeto, que sepas como se escriben las letras, que entiendas el significado de las palabras y listo. Lo demás viene por añadidura.
Carajo, si es de los ejercicios más comunes de la primaria: Escribe una historia. Todo mundo hemos escrito alguna. Un escritor profesional no posee ningún saber ni técnica extraña, ajena e incomprensible para el común de los mortales. Simplemente trata de acomodar palabras para narrar cosas o evocar imágenes. Sí, unas creaciones pueden ser peores que otras, pero creo que cualquier persona con un IQ normal que se lo proponga puede escribir algo. ¿Quién es un escritor profesional? Un tipo que las más de las veces se dio a la tarea de “vender” su propia figura, de crear una imagen de escritor, de labrarse una carrera en los medios adecuados, de tratar y alabar (y felar) a las personas que podrían ayudarlo y listo. Asunto arreglado.
Al igual que el profesional del periodismo, se vale de su conocimiento del medio, de los trucos, de sus contactos y de lo canchero que se vuelve uno cuando desempeña una actividad durante muchas horas al día (y en este mundo uno sólo dedica muchas horas a aquellas actividades que reportan ganancias) Fuera de eso, nada hace diferente al escritor profesional del escritor aficionado. Es más, a menos que seas una rockstar tipo Vargas Llosa o Fuentes, la vida de un escritor profesional es bastante aburrida y sosa. Mírenlos, échenle un ojo al menú de escritores de la blogósfera: La mayoría dan clases en alguna institución académica (las más de las veces una universidad pública que les paga un sueldo de hambre), mendigan de alguna beca, trabajan de prostitutos en alguna institución cultural del gobierno y ahí se la llevan. Deben acudir periódicamente a lecturas, ferias de libro y fungir como presentadores de otras obras igualmente aburridas e intrascendentes escritas por sus socios culturales. A dichos eventos acudirán puros seres tan aburridos, trepadores y prostitutos como ellos. Jamás habrá público que acuda de manera espontánea o por genuino interés (el interés más auténtico, en el mejor de los casos, es mendigar un poco de vino) Cito una sabia frase de Bernardo Jauregui: “Los lectores de libros publicados con fondos estatales son otros proyectos de escritores que esperan su turno para publicar en esas mismas editoriales. Los lectores de escritores son otros escritores. Esa condición no es propia de otros oficios. ¿Se puede imaginar una sociedad en la que los únicos pacientes de los médicos sean estudiantes de medicina?” Sin embargo, a los escritores “profesionales” marca Conaculta, les fascina seguir siendo emperadores en ese microcosmos. ¿El blog? No, es como si su mecenas cultural les dijera “Vámonos tesoro, no te juntes con esa chisma”. Pues da la casualidad que muchos de esos seres quedan en horrible evidencia cuando entran a una cancha igualitaria y comunista como es el blog. Porque resulta que hay mil tipejos sin bases de géneros y teorías literarias, que en su vida han ido a una lectura o presentación de libro y que sin complicarse mucho la vida, escriben mejor que los maniquíes de la literatura, porque resulta que escribir es bien facilito. El blog expone a los escritores, los pone en evidencia, les demuestra que un cascarero de barrio que trabaja como albañil puede driblar a un futbolista mediocre que cobra una nómina en un club profesional.
Por eso rehuyen el blog. El blog los desnuda, los desarma, los deja desamparados en medio de un planeta hostil de analfabetos que son capaces de escribir mejor que ellos. El calabozo del papel es ante todo un seguro de vida para ellos. Aunque nadie se tome la molestia de leer su libro (si acaso lo medio hojean sus compadres hipócritas que deben decir frases rimbombantes en la presentación a cambio de beber vino corriente) la existencia de ese montón de hojas los justifica. ¿Miedo al plagio? Ja, ja, ja. El plagio es una de las formas más acabadas de homenaje a las que puede aspirar un creador y me parece que muchos de ellos rogarían al cielo que alguien se tome la molestia de homenajearlos.