Eterno Retorno

Thursday, April 22, 2004

Mezcal, sonido y sueños de enmienda

Una botella de mezcal auténticamente oaxaqueño denominado Monte Albán, cremoso y pegador como el solo, le dio la despedida a mis 30 años.
Música de fondo: Chavela Vargas. Disculpen, pero el mezcal no admite fácilmente otros géneros musicales. Chavelazo, José Alfredo, corridos de la Revolución y bueno, un poquito de Piporro para meterle alegría al asunto. Mi intensa relación con el mezcal se inicia en el caótico y alucinante verano de 1991 en Puerto Escondido Oaxaca, cuando me aficioné a ese elixir de los dioses. Pero al mezcal hay que tratarlo con respeto, hablarle de usted y jamás creerse más cabrón que él, pues bien nos puede jugar una broma pesada. Hay bebidas y mezcal. Tal vez la noche del 20 de abril, presto a recibir la treintena, olvidé las lecciones de Bajo el Volcán de Lowry. Le falté al respeto al Señor y el Señor nos dio un patadón de aquellos. Tan duro estuvo el patadón, que hasta cancelamos los planes de ir a comer langosta a Puerto Nuevo al otro día. Ahí será para el sábado.Tan duro estuvo el mezcalazo, que hasta ratifiqué uno de los propósitos que tengo para esta nueva edad. y que sin duda me será muy difícil cumplir.
Mi absoluta falta de moderación en el consumo de alcohol, ha sido una constante a lo largo de más de la mitad de mi vida. Desde mis primeras borracheras, a los 13 o 14 años, hasta la fecha, he sido un bebedor excedido, pero me confío mucho al hecho de que mi carácter cambia relativamente poco y no cometo imprudencias. Soy un bebedor frío, sin sentimentalismos ni arranques. Pero bebedor al fin. La cuestión es que deseo que en esta nueva etapa de mi vida la moderación me acompañe. ¿Será posible beber una sola copa de vino tinto para acompañar una deliciosa pasta o un filete? ¿Limitarme a un vasito de Jack Daniels o un caballito mezcalero sin que ello signifique seguir en maratón? No, no conozco la moderación, lo admito. Me es más fácil decir absolutamente nada a sólo un poquito Ahora intentaré la titánica hazaña de ser un bebedor en extremo moderado. ¿Se podrá? Los pronósticos dicen que no, pero la vida te da sorpresas.
Pero dejemos los propósitos de enmienda para más tarde. Luego de medio dormir y recibir unas cuantas llamadas (gracias, un enorme abrazo a todo el clan familiar regio, los amo a todos) procedí a comer un poco de pastel de flan con chocolate y a abrir por fin los paquetes envueltos en papel plateado que me envolvió Carolina.
Mi esposa me ha hecho un gran regalo, una verdadera sorpresa que no esperaba. Me ha dado el mejor antídoto contra el estrés que te genera el tráfico endemoniado de esta ciudad.
Como no podré cambiar los miles de baches de la ciudad, ni las calafias entronas, ni las doñas atolondradas, los atasques de la 5 y 10 y la Línea, requiero una fórmula para exorcizarlas. Mi esposa me ha dado esa fórmula: Un nuevo stereo para el carro con unas bocinas de aquellas. Para alguien que vive a más de 22 kilómetros de Tijuana y que pasa más de dos horas diarias encerrado en el carro, un buen equipo de sonido es más que una bendición y es que mi casetera ya estaba dando las nalgas para ser honesto.
Hace unas horas ya lo fui a instalar y la mera verdad superó mis expectativas. Me cae que se escucha de poca madre, lo cual para un fanático de hacer reventar bocinas y oídos, es éxtasis puro. Gracias amor. Ahora sí, que truene el Metal con toda su fuerza e intensidad.
También he de decir que mi suegro, Don Pancho Cabello, tuvo a bien regalarme una suculenta botella de Buchanas que intentaré beber con moderación y responsabilidad.
En este momento, escuchando una rolita de los brasileños de Angra (Nova Era) me dedico a hacer guardia luego de haber cubierto la gira de Luis Ernesto Derbez por este changarro.
Leo desordenadamente Las grandes traiciones de México de Francisco Martí Moreno y pienso que los 30 no son tan crueles como los imaginé en la adolescencia.