Eterno Retorno

Friday, March 12, 2004

Yo no sé como chingados le hacías para hacerlos tragar el cuento, pero el chiste es que te seguían fiando en la pinche cantina, día tras día la misma historia, estabas ahí desde que amanecía, varias horas antes de que llegara el cantinero a abrir, ya hasta eras parte de mobiliario, eras el primero en llegar y el último en irte, pero aún así te seguían fiando. Yo no se si deberías estarle agradecido al cantinero o si deberías mejor pensar en matarlo a machetazos. La verdad de las cosas, es mejor que le estés agradecido. Siendo honesto fue mejor que empeñaras tu vida en el fondo de la botella. ¿Que otra cosa hubieras podido hacer? Nunca serviste para nada que no fuera pedirle o robarle lana a tu jefecita para andar por ahí de vago. Y era por esos muchos o pocos centavos que llevabas que te seguían fiando, porque se sabía por ahí que luego llegabas feriado, quien sabe como, pero te rayabas o de plano le dejabas en prenda alguna cosa, el cinturón de tu padrino, los sombreros de tus hermanos y hasta el metate que usaba tu amacita fueron a parar ahí y entonces sí le dabas hasta que te corrieran o hasta que te sacaban arrastrando para dejarte tirado en el callejón en el charco de tus vomitadas. Cuando pasaban varios días sin que le llevaras nada el cantinero te empezaba a hacer mala cara hasta que llegaba el día en que de plano no te fiaba y entonces te ponías como loco a prometer las perlas de la Virgen para que te regalara aunque fuera un traguito, porque tu querías estar adentro de la cantina, ese era tu lugar, el único en el que podías mantenerte vivo, porque con todo y lo teporocho que siempre fuiste hasta eso le hacías el feo a andar tomando en la calle. Entonces sí llegaban los días en que andabas como anima en pena pidiendo caridad en las esquinas con tu botella envuelta en papel periódico y así te la pasabas hasta que atracabas o mendigabas algo o lograbas que tu ama se compadeciera de ti y te diera un dinerito para irte a buscar trabajo a la ciudad. Eso si era pasearte por el paraíso, cuando el pedo te duraba varios días y podías seguir pagando. Era en esos instantes tan felices cuando llegabas a permitirte pensar en algo diferente a una botella, algo que te importaba mucho menos pero también te podía volver loco; las mujeres, aunque el plural habrá quedado solo en tus fantasías chaqueteras y lo adecuado sería decir la mujer, pues la única que te pudiste coger en toda tu pinche vida fue a la Rafaela, la puta del pueblo, ya sí no y me cae que hasta a ella le has de haber dado asco, nada más porque siempre te pedía la feria por adelantado y yo creo que hasta te cobraba el doble que a los demás, como no, si aparte de soportar tu olor a borracho tenía que aguantarse que la agarraras a madrazos. Nunca te lo pregunté, pero yo estoy seguro que jamás en tu vida te la cogiste sobrio. Tenías que estar hasta tu madre de pedo y todavía con monedas suficientes para que te animaras a caerle.