Eterno Retorno

Tuesday, March 09, 2004

Epistolario

¿Por qué las novelas románticas recurrieron tanto al relato epistolar? Piglia nos dice en Respiración artificial que la correspondencia es en sí misma una forma de la utopía. Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro; hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe cómo ha de estar (en qué ánimo, con quién) mientras le escribimos y sobre todo, después: al leernos. La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo. Fui un usuario tardío del internet y la realidad es que hasta 1999 aún escribía largas cartas a mano que iba dejar al correo. Mi adolescencia y primera juventud está contenida en una historia epistolar. Cuando en 1988 abandonamos Monterrey para ir a México pasé los primeros meses del exilio chilango escribiendo cartas a mis amigos regios. Cuando en 1992 abandonamos México para volver a la tierra del infernal verano, pasaba todas las semanas escribiendo cartas a mis amigos chilangos con quienes mantuve una fuerte relación epistolar. Particularmente buenas las siempre ingeniosas cartas de mi amigo Rodolfo Cruz. Cuando en 1996 me exilié a vivir con la familia Davy al corazón de Nueva Inglaterra, no hacía otra cosa que escribir cartas por las tardes. Sí, ya existía el internet pero yo lo rehuía.
Vaya, para no ir más lejos, en 1998 mantuve una intensa relación epistolar con Carolina. La llegada de sus cartas iluminaba mi día. Las leía una y otra vez, las olía, las tocaba, como si las cartas fueran ella. Desde 1999 soy un usuario diario de internet, pues ya sea por auténtico vicio o laboral condena, entro a esta infernal red todos y cada uno de los días de mi vida. Hace mucho que no escribo una carta a mano. Tal vez no he escrito ni una en el Siglo XXI. Los destinatarios de mis cartas ya no deben sufrir con mi jeroglífica caligrafía (muchas de mis cartas jamás pudieron ser descifradas y tuve que ser yo mismo quien las leyera en voz alta), pero algo se ha muerto. ¿Podría oler, besar y guardar para siempre un e mail impreso? ¿Qué veneno hay en el territorio msg que me mata de tal manera la ins-piración? Adiós al perfume en el papel, a los espontáneos dibujos, a las tachaduras. Las cartas, como los rostros y los copos de nieve, eran únicas. Tal vez para los niños del Siglo XXI, se les hará el colmo de lo obsoleto y lo antiguo la historia de unos novios que se escribían cartas e iban a un lugar llamado correo a dejarlas para que un viejito en bicicleta fuera a repartirlas a las calles evadiendo las mordidas de los perros. Sí, sigo siendo un viejo atado a la nostalgia del Siglo XX-




Desde su exilio-utopía en algún lugar del Nueva York de 1850, Enrique Ossorio escribe: “La utopía ya de por sí es una forma literaria que pertenece al pasado. Para nosotros, hombres del Siglo XIX, se trata de una especie arcaica, como es arcaica la novela epistolar. A ninguno de los novelistas contemporáneos (ni a Balzac por ejemplo, ni a Stendhal, ni a Dickens) se le ocurriría escribir una novela utópica. Por mi parte, trato de no leer a los escritores actuales”-