Eterno Retorno

Monday, March 22, 2004

Bendita Cenicienta

La semana pasada fue particularmente estresante y de muy pocas horas de sueño. Dos guardias en el periódico, una de ellas con un crimen de aquellos y una escapada a un concierto que incluyo una buena perdida en la neblina. Puras noches de menos de cuatro horas de sueño, sumadas a mi tradicional insomnio.
La noche del viernes estaba totalmente molido. Dormimos deliciosamente y al día siguiente dijimos, hace falta levantar el ala. Así que dejamos al Morris con los papás de Carol (esto es una responsabilidad equivalente o mayor a dejar al bebé encargado) y agarramos camino rumbo a la Cenicienta del Pacífico. Es nuestro escape preferido. Por alguna razón, siempre la hemos pasado bien en Ensenada. Es la parte de Baja California que más nos gusta, en donde nos sentimos más a gusto. Si de nosotros dependiera, elegiríamos Ensenada para vivir, sin duda alguna. Coincido con Ana María Mora en el amor que profesa por su Cenicienta y es que el Puerto tiene una magia que Tijuana nunca tendrá. Uno de los mayores placeres que depara la vida es manejar por la carretera escénica hasta Ensenada y contemplar el mar mientras vas escuchando unas rolas inspiradoras (en este caso el soundtrack era el No more Tears de Ozzy Osbourne) Llegamos a Ensenada, apartamos un cuarto en el Hotel Bahía y nos fuimos a dar el rol. Como a eso de las cuatro de la tarde, dijimos, pues ya es hora de una cervecita en el Hussongs para hacer hambre. Ufff. Pues la visita al Hussongs se prolongó por más de seis horas. Cuando llegamos ya estaba atiborrado de raza, pero agarramos una mesa. Dos bohemias después la cantina estaba aperrada. Un gringo nos pidió chance de subirse a nuestra mesa para colocar una tarjeta en la boca de uno de los antílopes que hay ahí en la pared. Agradecido el gabacho, nos invitó una ronda. Luego una pareja de chicanos nos pidió que si se podían sentar en las sillas libres de nuestra mesa y nosotros, amables como siempre, les dijimos vengan. Ya estaban rucos. Eran chicanos de Santa Bárbara. Chicanos, no pochos, pues de hecho ni español hablaban. El había estado en Vietnam y estaba escribiendo un libro. La señora se llamaba Carolina, bello nombre entre los nombres. Ya animados, le hablamos a los músicos y ¿qué rola creen que pedimos? Pues la de siempre, El Corrido de Monterrey y como buenos regios, administradores y calculadores hasta en la borrachera, sólo pedimos esa canción, pero los chicanos nos invitaron otras. Por fortuna el grupo tocó muchos corridos de la Revolución y yo me di gusto cantando. Y sí, van a decir a poco este metalero oye corridos de la Revolución? Y yo respondo que reto a cualquiera a saberse más corridos de la Revolución que yo. Corrido clásico, revolucionario, no narcocorrido de As y de los Tigres. Salimos de ahí como a las diez y ya nos andaba de hambre. La cena consistió en tacos de pescado. Al otro día fuimos al puerto y rentamos un paseo en barquito. Nos llevaron al barco semihundido que ha sido tomado por los lobos marinos. Un elemento externo y artificial como es un barco hundido, sirve de casa a varias decenas de lobos marinos y sus aullidos retumban en las paredes del buque. Todo un ecosistema artificial. El barquito estaba curado y el oleaje también. Nada me relaja más que un buen paseo por el mar. Comimos caldo de pescado y pescado al mojo de ajo en el mercado. Por ahí de las 17:00 retornamos a casa. Una vez más lo comprobé: ¿Quieres limpiar tu cuerpo de malas vibras? Escápate a Ensenada.