Eterno Retorno

Monday, February 23, 2004

No hace falta mucha agua para sentir que el Diluvio Universal cae sobre Tijuana. En realidad he vi-vido lluvias mucho peores, pero Tijuana tiene algo que me hace sentir catastrófico el más mínimo chubasco. Ayer, cual si fuéramos huéspedes del arca de un Noe de la pachorrez dominguera, nos re-fundimos bajo las cobijas. La luz se fue un rato y luego el voltaje oscilaba horriblemente entre una lucecita de reclusorio y la total oscuridad. Cayó la noche y armado solamente de una veladora, me di a la tarea de leer Respiración Artificial mientras escuchaba la lluvia pegar en el techo. La luz mercu-rial estaba fundida y la colonia estaba en las tinieblas. Y aunque de gótico Piglia no tiene nada, me fue imposible no evocar alguna historia de Sheridan Le Fanu o Poe. Turbulentas tinieblas a nuestro alrededor. El viento azotaba y el mar sonaba furioso. Eso sí, por alguna extraña razón el insomnio se asustó con la lluvia y yo dormí como angelito, vaya sueño reparador el de anoche. La lluvia canta canciones de cuna.

Y bueno, si góticos andamos, hoy se me atravesó en el camino El Castillo de Otranto de Horace Wal-pole. Publicada en 1765, El Castillo de Otranto es considerada la obra inaugural del género gótico, que llegaría a su cúspide en la primera mitad del Siglo XIX con Melmoth El Errabundo de Charles Robert Maturin, escrita allá por 1820. Es difícil hablar de lo que es y no gótico. Los realmente devotos de la literatura gótica no consideran dentro del género a Drácula de Stoker, al que la crítica light to-ma como el non plus ultra de lo goth. En la antología El Sudario de Hierro de Infernaliana había po-dido leer sobre El Castillo de Otranto y su papel de piedra angular del gótico, pero jamás se me había hecho leerla. Hoy, en un día de lluvia, me salió al paso en un lugar cuya atmósfera no es en absoluto gótica, a menos que encuentres al Mercado Ley alguna similitud con la Catedral de Colonia.
Horace Walpole, el Conde de Orford nació en Londres en 1717 y a los 31 años compró la villa de Strawberry Hills (Forever?) en donde instaló una imprenta. Y aunque siguiendo la tradición de los nobles eruditos de su tiempo, Walpole le entraba a todo, llámese historia del arte y filosofía, la obra que lo inmortalizó fue su único texto de ficción, cuyos elementos de horror sobrenatural, lo ubicaron como el padre espiritual del gótico.