Eterno Retorno

Wednesday, February 11, 2004


La imposibilidad de recuperar el español antiguo

Lanzo una pregunta sobre la mesa ¿Sería válido escribir en estos tiempos una novela utilizando el lenguaje, la estructura y las formas del Siglo de Oro español? ¿Habría autenticidad si de pronto un narrador contemporáneo se pusiera a escribir como Quevedo o Calderón?
Yo creo que no o por lo menos no sería una creación auténtica. Necesariamente estaríamos ante una narración pretenciosa o forzada. El lenguaje no fluiría de manera natural, puesto que siendo un autor contemporáneo, estaría forzando su escritura a una forma de expresión no vigente en el habla. Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, reflejaban en su escritura el lenguaje de la época y al mismo tiempo se ajustaban a los cánones formales vigentes en su tiempo. Y aquí entramos a un añejo debate literario: ¿Debe la literatura necesariamente reflejar los usos y costumbres fonéticos de un lugar y una época? ¿Es válido ajustarla a una estructura en extremo formal que se aleje del lenguaje cotidiano? Tratar de comparar esa hipotética novela contemporánea al Lazarillo o el Buscón Don Pablos sería inútil por no decir odioso, pues la creación contemporánea habría partido de una búsqueda intencional de efecto. El resultado sería un bodrio wanabe surrealista como el Romeo y Julieta de Di Caprio y Claire Danes. Por ello, hay momentos en la literatura que son irrepetibles y aunque cualquier creador contemporáneo que se de a respetar debe, por mínima decencia literaria, haber leído aunque sea un poquito de los clásicos y reconocerles la paternidad, intentar imitarlos sería el colmo del absurdo.

Sobre la vigencia de la literatura de la Revolución

Siguiendo con el mismo tema de la vigencia de géneros y estilos literarios. Cuando intercambié ideas con Nacho Mondaca en torno a la literatura de la Revolución, me puse a pensar en torno a la posibilidad de escribir una novela revolucionaria en pleno 2004. Yo considero que no es posible. El verdadero néctar de la literatura de la Revolución surge de la casi contemporaneidad del conflicto armado y sus efectos con las vidas de los narradores.
Leí con interés la división que hace Menton de los autores de la Revolución. Sin embargo, pese a el respeto que siento por Menton (gracias a la vieja edición de uno de mis libros de cabecera como es el Cuento Hispanoamericano conocí en la adolescencia a autores como Revueltas, Arreola, Sinán y José Agustín entre otros) no coincido con él. De enterada, no puedo considerar a Vasconcelos un autor de novela de la Revolución. Pese a que este filósofo, (que leía Aristóteles sobre el caballo en los llanos de Chihuahua), fue un testigo presencial y activo del conflicto revolucionario, es imposible comprar Ulises criollo o La Tormenta con Los de abajo. También me parece inconcebible tratar de encuadrar obras de Carlos Fuentes como La muerte de Artemio Cruz o Gringo Viejo dentro de la literatura de la Revolución. Sí, coincido con Menton que hasta 1960, la narrativa mexicana siguió mamando directa o indirectamente de la ubre revolucionaria y que fue la generación de “La onda” de José Agustín y Parménides García Saldaña la primera que rompió de tajo y absolutamente con la tradición revolucionaria (literatura payasa llamó Rulfo a “La onda” en su momento). Pero la auténtica literatura re-volucionaria fue un fenómeno espontáneo y efímero. Vi hace poco una novela llamada Los colorados escrita por un chihuahuense que trata sobre la rebelión orozquista de 1912. Me parece excelente que se siga escribiendo literatura basada en la Revolución, sin duda una fuente inagotable, pero sería ocioso comparar ese libro con Se llevaron el cañón para Bachimba, de Rafael F. Muñoz, que trata sobre el mismo tema. La literatura de la Revolución, al igual que el punk, fue un fenómeno contundente, auténtico y deliciosamente efímero.