Eterno Retorno

Friday, October 10, 2003

Gusano Rojo

Calimax de Zona Río, departamento de bebidas. Recorro con la vista las botellas como un depredador que espía a su presa. Unas edecanes me informan que el tequila Cazadores está en promoción especial. Les doy las gracias por este dato que enriquecerá mi cultura general, pero mis intereses son otros. De pronto mis ojos lo descubren: Ahí está frente a mí la botella de Mezcal Gusano Rojo con el ejemplar del anélido que da nombre al divino elixir, descansando al fondo del pomo.
Las chicas que promueven el tequila me miran como a un teporocho y la cajera me pide una identificación cuando pago con tarjeta. Sin duda piensa que un ser que bebe esos potajes y es capaz de devorar gusanos con sal y limón no puede ser un hombre de bien. Pobres, si supieran los remotos orígenes de mi adicción al mezcal, si ellas pudieran entrever en sus parcas existencias los paraísos e infiernos a los que me ha arrastrado esta bebida. Me remonto a mis 17 años, a ese mítico agosto de 1991 cuando en compañía de mi amigo Rodolfo Cruz viajé por primera vez a Oaxaca con unos cuantos centavos en la bolsa. Fue en ese agosto, sentado en los adoquines de Puerto Escondido, cuando probé el verdadero elixir de los dioses del maguey, mucho antes por cierto de leer a Malcolm Lowry.
Agosto alucinante, agosto demente, Puerto Escondido, Puerto Ángel, Zipolite, ríos de mezcal y hierba y los labios rasposos de una jalapeña que me juro tenía 16 años y solo después, mucho después, me confesó sus 14. Confieso que nunca antes ni después he llevado tan en alto una honesta vocación de ponerme hasta la madre como único fin en mi existencia-

Hacía tiempo, mucho tiempo, que un reportaje no me involucraba de tal manera. Yo a menudo almaceno las cuestiones periodísticas en un rincón muy específico de mi mente en donde todo aquello que entra tiene prohibido mezclarse con mi inspiración, mis sueños, mis lecturas, mis alucinajes y mi matrimonio. Pero esta mierda está rebasando todos los límites. He soñado varias veces con este reportaje, he interrumpido mis lecturas por darle una y mil vueltas en mi cabeza a este maldito asunto. En teoría así debería de ser siempre el periodismo, algo absolutamente pasional, más fuerte que cualquier asunto hedonista o personal.
Hoy en día este asunto se ha apoderado por completo de mi mente y aún no se el desenlace que pueda tener todo esto. Se acabó el juego del gato y el ratón y la falsa estrategia del escondite y los secretos. Hace unos días nosotros los seguíamos. Ahora ellos nos siguen a nosotros. Eso ya es un hecho, no es paranoia.
Ellos presionan de todas las formas posibles. Hoy hablé con él. Hace un rato me puse a pensar que él seguramente no entiende mis razones. Bajo su lógica, toda acción tiene un fin específico, una intención clara, las más de las veces económica. Imagina que todos en este mundo tenemos un precio y sin duda toda acción de periodismo quijotesco escapa a su universo racional. Después yo también me lo pregunto: Ultimadamente ¿Por qué lo hago? ¿Será porque tengo una sed insaciable de revelar la verdad? ¿Un afán de Quijote de la pluma? No ganaré un centavo más o un centavo menos por hacer esto y sí unos cuantos enemigos. Para alguien con una mentalidad práctica y empresarial esto es un total absurdo sin justificación lógica. Pero la mentalidad periodística es lo más ajeno a lo práctico y lo empresarial y es por eso que habemos tantos locos chapoteando en estos pantanos. ¿Por qué lo hago? Sólo hay una respuesta: Porqué sí, porqué no se hacer nada más en este mundo y ya lo hago com-pulsivamente. Ni modo cabrones, no tengo remedio, ustedes disculpen.



Sobre la guadaña en la UABC

Hay quien me cuestiona como terriblemente contradictorio señalar como una buena acción del rec-tor Mungaray el haber barrido zánganos de la UABC. La verdad es que hay respetables profesores con auténtica vocación académica eliminados injustamente por la limpia del rector, pero hay que re-conocer que en algunos casos se logró desparasitar la UABC.
Pongamos las cartas sobre la mesa. El señor Mungaray no me cae nada bien. Por el contrario, lo considero déspota, mal educado y cerrado a la crítica. Si alguien pretende sostener que apoyo sus políticas, está equivocado. Puedo preciarme de haber sido el primero en publicar (y en primerísima plana) todo lo relativo a sus planes de operación guadaña en la UABC y su intención de arrasar con los profesores que no tuvieran maestría. El señor se encabronó conmigo y me acusó de amarillista, pero algunos meses después todos los pronósticos se cumplieron (a las hemerotecas me remito)
Jamás podré apoyar políticas fascistoides o neoliberales en las universidades públicas, pero la realidad es que sin justificar la estrategia de Mungaray, lo cierto es que la UABC, al igual que muchas universidades del país, estaba plagada de zánganos burócratas y esqueletos fosilizados. Y como señalé en mi post de ayer: ni el gobierno ni las universidades públicas tienen porque mantener haraganes en nombre de la cultura. Las grandes o miserables becas que reciben, se pagan con nuestro dinero y yo no estoy para mantener artistoides oficiales, burócratas académicos y grillos de aula.




Thursday, October 09, 2003

De culturozos, lecturas y otros tópicos parasitarios

Ser culturozo no significa necesariamente tener una sana afición por cierta disciplina u oficio considerado artístico, sino el pertenecer o integrar grupúsculos, sectas y pandillas que chapotean en los lodos de determinadas actividades y grillas que suelen aparecer en el espacio menos leído de los periódicos, que como todos lo sabemos, es la sección cultural.
En realidad, a los culturozos no les preocupa tanto el arte en sí (literatura, pintura, música) en com-paración con el empeño que ponen en fortalecer sus socialmente sus carreras. Hace poco leía el blog de una persona de Mexicali que afirmaba que desde sus 18 años se ponía a imaginar las alianzas y grillas que construirían su carrera literaria, de la misma forma que un político plantea su ascenso al poder en base a compadrazgos y padrinazgos. Seamos realistas, ellos ven la vida cultural de esa forma.
Coincido con Chango 100, (para quienes no lo conozca, es el anti culturalozo número 1 de la blogósfe-ra), en el sentido de que la mayoría de los individuos que integran estos grupúsculos culturales, suelen tener un historial de pendejito de la secundaria que por ahí de los 17 o 18 años ve en la cancha cultural su única forma de trascender en la vida. Siguiendo el patrón sociológico que impulsa la integración a toda pandilla, estos seres ven en las sectas culturales la única manera de sudar jugos narcicísticos. Seamos realistas: ningún funcionario de secretarías o direcciones culturales puede presumir en su currículum haber sido campeón goleador de un torneo, capitán de un equipo de hockey o reina de la belleza. La mayoría de las veces son poco agraciados físicamente y arrastran terribles dudas sobre su sexualidad. No es homofobia, pero las escenas artísticas están más plagadas de jotos que las peluquerías.
Pero no coincido con Chango 100 cuando señala que le cuesta trabajo apreciar a la gente culta. Y es que lo culto nada tiene que ver con lo maextrozo o culturozo . Conozco gente muy culta que además ha tenido éxito en los deportes, gusta de los placeres mundanos y es sexualmente exitosa. Yo soy desde mi infancia un incurable adicto a la literatura y sin embargo siempre he preferido acudir un partido de futbol a una aburrida lectura o conferencia.
He conocido personas con un nivel de erudición envidiable a los que jamás verás moviendo el culo en un pinche evento de mierda bañado en vino corriente.
Mis suegros, por ejemplo, son pintores y no precisamente aficionados. De hecho viven de sus cua-dros. La pintura es su única actividad y sin embargo, cuando platicas con ellos te costaría trabajo creer que se dedican al arte. De hecho sus temas de conversación se pasan de sencillos y jamás en la vida, en las muchas pedas que me he puesto con mi suegro, nos hemos dado a la tarea de platicar sobre el cubismo o el impresionismo.
Otro ejemplo: Mi abuelo es un filósofo. Tiene más de 30 libros publicados, casi todos traducidos al alemán y al inglés. Ha dado conferencias alrededor de todo el Mundo y sin embargo, no es alguien que se la pase hablando de Hegel, Kant y Descartes, ni ha convivido jamás con la aristocracia cultural regia y por cierto, al igual que a mí, le gusta mucho el futbol. Él me llevó muchas veces al estadio cuando yo era pequeño y no lo consideraba una actividad frívola propia de plebeyos, como suelen pensar los culturozos de mierda que son antifutboleros por definición.
Llevo demasiados años muy cerca de la literatura y muy lejos de los literatos. No tengo amigos que les gusten las letras ni he tenido nunca una novia con pretensiones de escritora.
A mis 18 años, varias personas me recomendaron que ingresara al taller literario de la Universidad para que pudiera canalizar disciplinadamente mi gusto por las letras. Hice algunas lecturas de poesía, publicamos una antología, hice algunos amigos y decidí que no era lo mío. A mi me divertían más los concursos de oratoria y los torneos de debate político, entre grillos priistas, casi todos estu-diantes de Derecho y Ciencias Políticas (y por cierto gané varios trofeos)
Las lecturas y exposiciones siempre me han dado hueva. Bueno, más las lecturas, conferencias y en-cuentros de escritores, actividades que se me hacen el colmo de la aburrición.
Había una ex colega periodista que un tiempo trabajó aquí y defendía a ultranza la lectura en voz alta y la necesidad de llevar la poesía a todos los rincones de la ciudad. Loable actitud, pero absolutamente contraria a mi forma de disfrutar la literatura.
Tal vez por mi formación dentro de concursos de oratoria y debate, tiendo a fijarme mucho en la forma en que la gente se dirige a un público y la verdad es que la lectura en voz alta, ya sea de documentos o de obras literarias, es un acto en donde el ritmo de la voz se torna monótono, ahuevante, soporífero.
Si vas a leer una historia, mejor cuéntala con tus propias palabras, al estilo de la tradición oral de los juglares y los bardos y si vas a leer un poema, pues mejor recítalo de memoria. Solo así es posible acaparar mi atención.
Yo no leo en público. Yo hablo en público y sin ningún papel a la mano. Leer en público se me hace una grosería, una vil falta de respeto. Hablar en público en cambio requiere habilidad y huevos.
Por lo demás y a manera de conclusión, solo puedo afirmar que soy un opositor del apoyo oficial a proyectos culturales. A menudo la gente me pregunta que pienso del poco apoyo del Gobierno a la cultura. Yo respondo que se me hace mucho. A la chingada, no deberían de darles un centavo ni al Imac, ni al Conaculta y similares. Al carajo. La frase más inteligente que me ha dicho Jesús González Reyes en su vida es la siguiente: Yo soy una persona inculta. A huevo mi Chuy, ¿para que diablos queremos un alcalde culturozo? ¿Nos serviría de algo? No. El gobierno señores, está para tapar baches, poner focos de alumbrado público, detener malandros y no para mantener parásitos becados con nuestros impuestos. Con la lana del Imac, que no sirve para una chingada, taparías varios ba-ches. Con que mantengas limpia mi amada biblioteca Benito Juárez me doy por bien servido, mi buen Chuy. Lo mismo se aplica a las universidades. Que se pongan a formar profesionistas útiles, no a incubar zánganos. Por fortuna Mungaray ha barrido con muchos.

- He aquí un resumen de mis actividades susceptibles de ser consideradas maextrozas y culturozas-

I - He ido dos veces en mi vida al Turístico- Una vez, la primera, fue con mi amigo César Romero (un hombre que profesa un odio sacramental por lo culturozo, solo comparable al de Chango 100)
La segunda fue con mis colegas periodistas Ángel Ruiz y Jorge Morales el día que se celebró el tercer aniversario de Frontera. La cerveza es muy barata y venden Negra Modelo, cosa que aprecio, pero mis sitios preferidos para beber son el Terrazas Vallarta y la Lonchería El Vigía.


II- Jamás en mi vida he ido al Lugar del Nopal. Es más, ni siquiera se en donde se encuen-tra. No es que tenga vetado el lugar. El día que traigan una tocada de ultra brutal death metal ahí estaré, pero como la música silviorodrigoza me resulta detestable, simplemen-te no acudo. La trova cubana me genera una hueva insufrible.


III - Solo una vez en mi vida he acudido en Tijuana a un evento de música electrónica (¿disculpen mi ignorancia ¿eso se llama rave?) Fue en 1999 y lo hice a invitación expresa de Pablo Loza-no, alguien que fue un gran amigo en la prepa, cuando él escuchaba punk y admiraba a Crass. Después tomó un camino equivocado y se alucinó por el techno, hasta transformarse en esa cria-tura post apocalíptica de audífonos que hoy en día definen como Dj. Carolina y yo acudimos al evento que se celebraba en un antro de Rosarito. La verdad es que nos aburrimos soberana y es-pantosamente. Ya lo he dicho en otras ocasiones, yo no odio la música electrónica ni me resulta insoportable. Es más, ni siquiera me desagrada. Simplemente no le entiendo ni le encuentro el chiste a bailar ritmos que casi siempre me resultan igualitos. Para abortos musicales el pop, la banda sinaloense y sobre todas las cosas de este mundo odio el rap y el hip hop.

IV – Solo he acudido a dos eventos literarios en Tijuana. Una fue la presentación de Flores de Mario Bellatín y lo hice por la razón, cosa excepcional, de que me tocó hacer la cobertura para Mosaico, además del gran respeto que siento por este escritor, cuya presentación, por cierto, no fue para nada aburrida y de hecho ni siquiera leyó el libro que supuestamente presentaba, sino que se dedicó a mostrar fotografías. El segundo fue una lectura de Sergio Pitol sobre Joseph Con-rad. Un gran escritor hablando sobre una pluma sagrada parecía un platillo irresistible, pero el viejito tenía una forma tan monótona de leer, que me largué mucho antes de que terminara. Soy mucho más feliz en casa leyendo tranquilamente y a mi ritmo El tañido de una flauta, que haciendo esfuerzos por concentrar mi oído dentro de un ritmo ahuevante. (Por cierto que el ejemplar de El tañido de una flauta es Editorial Era, primera edición y pertenece a mi colega Fausto Ovalle. No te preocupes, yo cuido mucho los libros y en el momento en que me indiques lo haré llegar a tus manos)


V- Una vez acudí a un taller de literatura impartido en el Cecut por Mario Bellatín días antes del 11 de septiembre de 2001. Fue un taller sui generis en el que se trató de escribir una novela colectiva sobre los chinos en BC. Confieso que puse de mi parte por integrarme y trabajar. Mario me calló muy bien y lo mejor de todo fue la excelente comida china que cenamos el día que terminó el taller. Fuera de eso, nunca he vuelto a tallerear en Tj, aunque a eso sí estoy más que dispuesto a entrarle, siempre y cuando vayamos a trabajar en serio.



VI - No se lo que es el arte- instalación, no se lo que es el arte conceptual, no se nada de danza con-temporánea y no sabría como definir un performance. Hace muchos años, cuando se cumplió el primer aniversario de la muerte de Kurt Cobain, salí en una especie obrita representando al músico. A mi nunca me gustó mucho Nirvana, pero fui el único rubio de mata larga que encontraron y me ofre-cieron el papel (mi mata por cierto era mucho más larga que la de Kurt y era una mata metalera, no de pinche grunge, un género que considero satelital e inferior)



VII- Viviendo en Monterrey acudía a Marco a las inauguraciones de exposición porque ahí sí, cosa rara, había muy buen vino pero casi nunca me tomaba la molestia de darme un rol para ver los cua-dros. Más bien me hacía compa de un mesero para que mi copa jamás estuviera vacía.

VIII- No pienso acudir a ver a Pavarotti. No me interesa en lo más mínimo y para ser honesto, ni siquiera se que rolas canta-

IX Nunca he participado en un certamen literario, nunca he postulado para una beca, nunca me he inscrito a un encuentro. Honestamente, me dría mucho más orgullo ganar un premio periodístico a uno literario.

Mis hijos suicidas

Me ha dado por parir compulsivamente relatos de seres que emprenden su caminata hacia La Muerte. No es mi culpa; el pozo seco de mis ideas ya no alcanza para más. Sólo puedo concebir personajes que conscientemente traspasan por decreto personal la frontera entre la vida y el resto de su vida. Una vez cruzado el umbral de la No esperanza, los días se transforman en un viaje cuya duración no excederá en ningún caso de uno o cuando mucho, dos años.
Claro, no todos los engendros de mi alucinaje literario pueden ser considerados odiosamente idénticos. Es cierto, la voluntad de besarse con La Muerte acaba por hermanarlos, pero sus formas de llegar hacia ella son contrastantes.
Unos, los más oscuros, emprenden la ruta luego de cerrar con doble candado las puertas de su casa. Cual si fueran marineros que emprenden una travesía hacia océanos desconocidos, cargan sus bodegas de todo aquello que les permita sortear, con ciertas dosis de hedonismo, los peligros de su viaje estático. Estos seres son particularmente afectos a descender y se rodean de alcohol, drogas, pornografía y recuerdos deformes para emprender el viaje final a bordo de una aeronave onanista. Misóginos por vocación y masturbadores incorregibles, mantienen siempre encendida el hambre de la Nada, si bien sus momentos de voluntad plena no son frecuentes. Vaya, quisieran que el suicidio llegara a casa sin invitación ni permiso, silencioso y espontáneo. O bien, desearían tener una suerte de iluminación divina por parte de algún Thanatos materializado capaz de indicarles, sin espacio a la duda, que el instante de entregarse al abismo ha llegado. Pero la realidad es que esta iluminación suici-da nunca llega. Ejemplos de estos seres son Milena, la enfermera checa que decide esconderse en una casa abandonada frente al Pacífico, en donde aguardará la Muerte sin volver a abrir la puerta. Otro ser encudrable en la descripción podría ser también mi personaje de Pick Nic III Milenio, si bien el oasis de cuatro días en su departamento contemplaba un retorno a la cotidiano. Claro, está también el líder de los trabajadores pesqueros recientemente imaginado, quién se refunde en su cuchitril de azotea a masturbarse mientras bebe aguardiente barato y trata de imaginar a que huele exactamente el culo de la tendera de la esquina. Irremediablemente bukowskiano, este lidersucho tiene al menos la bendición del desparpajo. Estos son los seres estáticos que recuerdo por el momento.
Los otros, como lo he dicho, tienden a viajar y suelen irse en busca de un extremo hemisférico con al esperanza de no llegar ni volver nunca. por ahora suelo pensar en Gail la maestra de Shut Gun Tlacuache, que decide arrojarse hacia el Sur con la firme idea de no volver a dar un paso hacia el Norte. Ella aguarda el momento de pedir aventón en la carretera y dar con la Muerte al volante de una vieja troca. En realidad, hay demasiados discípulos de Thanatos circulando por toda aquella autopista que conduce al Sur, pero ninguno sabe a ciencia cierta si la Muerte aún conserva su carruaje o le ha dado por andar a píe.

Wednesday, October 08, 2003

Pasos de Gutenberg
Trilogía sucia de La Habana
Pedro Juan Gutiérrez
Anagrama, Narrativas hispánicas-
Por Daniel Salinas


Después de leer Trilogía sucia de La Habana, me fue inevitable sucumbir al vicio de la odiosa comparación literaria: El Caribe ya tiene su híbrido de Bukowski y Henry Miller en Pedro Juan Gutiérrez, pensé.
La literatura cubana es un racimo de plumas que arrojan tintas de todos los colores posibles, pero aún dentro de este vasto universo literario, la narrativa de Pedro Juan Gutiérrez resulta bastante atípica.
Nada que ver con los entornos oníricos de un Lezama Lima y sus ahijados literarios Reynaldo Arenas y Virgilio Piñeira. Ni la más mínima influencia de la novela histórica aderezada con realismo mágico de Alejo Carpentier y mucho menos del sabroso humor de un Guillermo Cabrera Infante.
El autor de Trilogía sucia de La Habana es un nihilista hormonal cuyos relatos van más allá de una simple crítica a la dictadura comunista.
En un país donde los escritores parecen dividirse en castristas y anticastristas, Pedro Juan Gutierrez expone el retrato literario más crudo que haya leído de la Cuba moderna, pero por fortuna carente de discursos políticos condenatorios o redentores.
De hecho el autor jamás menciona el nombre de Fidel Castro y en sus relatos el sistema socialista es parte molesta y burocrática de una existencia cotidiana naturalmente corrupta y carente de esperanzas.
Tal vez por eso mismo es una de las críticas más duras a la realidad cubana, pues lejos de las pretensiones casi mesiánicas del anticastrismo de Miami, Gutiérrez expone con radical desparpajo un desamparo ontológico y una ausencia absoluta de emociones y expectativas.
Si le creemos a la semblanza biográfica que aparece en el libro, Pedro Juan Gutiérrez nació en La Habana en 1950 en donde ha sobrevivido como vendedor de helados, cortador de caña, soldado y periodista.
Trilogía Sucia de La Habana está integrado por dos libros de relatos titulados ?Anclado en tierra de nadie? y ?Nada que hacer? y por la novela corta ?Sabor a mí?.
Aunque existen ediciones independientes de las tres obras, la Editorial Anagrama tuvo a bien incluirlas en un solo volumen.
Por lo demás, hay que señalar que entre los dos libros de relatos no hay diferencia alguna que permita distinguir uno del otro.
La temática, el escenario y el desenlace de estos relatos cortos son casi siempre iguales y no hay un avance lineal en los mismos.
Más bien se trata de estampas o anécdotas narradas en primera persona en un tono pretendidamente autobiográfico, que ocurren en casi todos los casos en La Habana Vieja dentro de antiguos edificios donde las familias viven amontonadas en tejados.
Jineteras, borrachos, ladrones, tratantes de blancas y estafadores de turistas, son la fauna que puebla las páginas de Trilogía sucia.
En la historia, el narrador se llama Pedro Juan, anda cerca de los 50 años de edad y su vida consiste únicamente en asegurar la supervivencia cada día, lo cual implica un poco de ron, mucho sexo y si se puede algunas sobras de comida.
Sus aspiraciones y necesidades no parecen ser complicadas; - a veces lo que necesitas es muy poco: sexo, ron y una mujer que te hable algunas tonterías. Estoy agotado de gente inteligente y astuta. Después ella se va y tú te quedas solo y tranquilo. Bebes más ron-, nos dice textualmente el autor.
En el horizonte de ese Mar Caribe que contempla desde las azoteas de los derruidos edificios no hay esperanza ni futuro alguno y todo en el narrador parece ser entrega y resignación al instante presente.
Una sola frase ilustra a la perfección la vida del autor: -Por la tarde no tenía nada que hacer. Bueno, así es día tras día. Nunca se hace nada. Llevaba días sin darme un trago, sin dinero, esperando. ¿Esperando qué? Nada. Esperando. Aquí todos esperan. Los días pasan. Y el cerebro se embota. Eso es bueno. Tener el cerebro embotado para no pensar-.
Al más puro estilo de Bukowski, este cubano salpica cada una de las 359 páginas de esta trilogía con frases muy cortas, exceso de puntos y seguido y una ausencia total de símbolos y metáforas.
Las descripciones son crudas, literales, carentes de cualquier indicio de sentimentalismo y con sus buenas dosis de escatología, lo que inevitablemente hace recordar a Henry Miller y sus trópicos.
-Hacía días que me tiraba unos pedos muy apestosos. Sólo comía frijoles negros. Y se convertían rápidamente en pedos hediondos. Yo mismo me asqueaba de aquel olor a mierda podrida. Por suerte estaba solo en el cuarto. Luisa acompañaba esa semana a un gallego con plata y estaba en un hotel-, narra el autor al principio de un cuento.
La novela -Sabor a mí- trata sobre la experiencia del narrador en una cárcel cubana y si bien hay cierta continuidad lineal, la estructura es casi idéntica a los relatos.
Lo mejor de todo es que dentro la crudeza y el entrono depresivo que invade cada una de las páginas, Pedro Juan Gutiérrez tiene la capacidad de atrapar al lector y no necesariamente por generar la ansiedad de develar una trama o un misterio, sino por la fluidez y el descaro de cada una de sus frases.
El cubano es ante todo un narrador ameno sin que ello signifique algún tipo de concesión a lo políticamente correcto en sus relatos, que amenazan con impregnar al lector de un aroma a ron barato y sexo furtivo.

Sobre los futbolísticos conocimientos

No es fácil ni frívolo saber de futbol. Al contrario, creo que es un conocimiento que requiere mucho estudio y capacidad de observación. En México poca gente sabe de futbol. No importa que sea un de-porte que siguen millones de personas. La realidad es que casi nadie lo entiende. No es posible que los medios supuestamente especializados le den tal importancia a las mierdozas grillas derivadas de la sucia politiquería que invade este hermoso deporte. No concibo que se gaste tanto tiempo y esfuerzo en publicar y discutir sobre el asunto Ramos Rizo- Codesal y las amargadas rabietas de Hugo Sánchez. Mientras el Esto siga alimentando portadas como la de hoy, exaltando de manera por de-más morbosa el pleito entre La Volpe y Hugo será comprensible que millones de personas sigan pe-gadas al futbol sin entender nada de él.
Sí, te puedes pasar la vida pegado a Acción y DeportV tomando caguamas mientras gritas tirititito y zambombazo, creyendo que un partido de siete goles es necesariamente un buen partido y que un 0-0 es aburrido por definición, sosteniendo que la calificación o eliminación de México es una cuestión de patriotismo u orgullo nacional, pero sin saber distinguir, detectar o explicar exactamente las fun-ciones de un lateral o de un medio de contención.
Puedes afirmar que sabes de futbol el día en que ves un partido en el que los 22 jugadores son abso-lutamente desconocidos para ti, careces de un merolico que esté gritando al oído las incidencias del juego y aún así, tu eres capaz de descifrar y definir a que está jugando cada equipo e interpretas su formación, además de distinguir, luego de algunos minutos, las cualidades y características propias de algunos jugadores desequilibrantes.
Un buen conocedor de futbol se interesa en formaciones, movimientos, tratamiento de balón. Para ello es recomendable partir de lo individual a lo particular. Si vas a ver un partido de futbol, en vivo por supuesto, observa los movimientos con o sin balón de un jugador, de preferencia un lateral. Ob-servar los movimientos de los laterales es una de las formas más rápidas de ir entendiendo la pro-puesta de un entrenador, aunque el o los contenciones y el medio armador son una buena manera de compenetrarse con la idea o sistema del equipo. Observar el juego sin balón es clave, pero por obvias razones, nuestros ojos son esclavos de la pelotita y rara vez seguimos los movimientos de un jugador que está lejos del balón. La televisión por desgracia no te lo permite. Por ello el privilegio de la con-templación global de un juego de futbol solo me lo puedo permitir cuando acudo a ver los partidos en vivo. Observar un partido de esa manera te permite tener un disfrute más global de este hermoso deporte. Te darás cuenta de lo obsesivos que son algunos entrenadores que colocan cadenas en las piernas de sus pupilos o lo liberales que son otros, que simplemente dejan que su jugador se mueva y se divierta. Distinguirás lo férreo de una doble marca personalizada o la exactitud geométrica de una marcación zonal, la libertad de un central que se agrega a remates en jugadas de pelota parada o la esclavitud de aquel que se queda prácticamente confinado en su área, la vista periférica de un típico 8 distribuidor y la importancia de los movimientos sin pelota. Ah que bello es contemplar desde lo al-to y en línea una defensa que sale ordenadita para dejar en fuera de lugar a sus contrincantes. Esa jugada requiere una precisión, coordinación y visión periférica que cuesta trabajo pulir.
Por ello detesto con el alma a lo los detractores del futbol que lo señalan como un juego primitivo propio de ignorantes. Además de habilidades técnicas tienes que tener mucha inteligencia para jugar este deporte. Ya no digamos para aquel que se dedica a dirigir equipos. Además de ser un motivador por excelencia y usar mucha psicología, debes de tener una visión de estratega militar y ser un analista casi matemático de los movimientos de tu rival.
Nunca destaqué como jugador de futbol, pero siempre he soñado con poder ser entrenador. Si algún día tengo el tiempo tomaré el curso de director técnico, al menos como cultura general, curso que deberían tomar muchos de los que escriben y narran sobre este deporte. Tienes que conocer el deporte a la perfección, pero tener además un buen arsenal de cultura general en materia de goegrafía po-lítica, historia y sociología. Entender el futbol es casi como entender a la humanidad. Aquí en nues-tro país no hay un solo cronista o columnista de futbol que me agrade. Y es que cuando lees las cró-nicas que escriben en El País de España o El Clarín de Argentina, te das cuenta de que nuestros espe-cialistas en futbol viven en la calle de la amargura. Carajo, esos colegas de El País escriben como poetas con doctorado de director técnico. Ahora sí que yo quiero llegar a escribir como ellos. Si mi trabajo fuera reseñar partidos de futbol y no buscar el hilo negro de operaciones corruptas, mi vida, tal vez, sería más feliz.

Hasta la vista Davis

La primera foto que me tomaron ejerciendo mi oficio aquí en Tijuana (y para ser honesto no recuerdo quién me la tomó) se remonta a junio de 1999. Es en el lobby del Grand Hotel. Yo visto traje y traigo el pelo de hongo, o de lechuga, al más puro estilo de Miguelito el de Mafalda. Grabadora en mano cual si fuera una pistola, hago titánicos esfuerzos para abrirme paso entre la multitud y entrevistar a Gray Davis.
El gobernador de California me pareció una persona sencilla, agradable y con bastante oficio político.
Un año después, en junio de 2000, volví a ver a Davis, en esta ocasión como anfitrión de la Conferencia de Gobernadores Fronterizos en Sacramento.
Fue un anfitrión de lujo con la prensa, a la que otorgó todo tipo de facilidades (lástima que la prensa texana que seguía a Bush acaparara más de tres cuartas partes de la sala)
Recuerdo que Davis ofreció una fiesta para los periodistas en un restaurante- bar del centro de Sa-cramento. Agradable ambiente, apretones de manos, sana camaradería.
Contemplo aquella fotografía que tomó mi colega Tizoc Santíbañez de los nueve gobernadores fronterizos (faltaba López Nogales) frente al Capitolio de Sacramento. Esa foto, que fue portada de El Imparcial y Frontera, es reflejo de un tiempo que se fue para siempre.
Ahí estaba George Bush, todavía como gobernador texano, recetador compulsivo de inyecciones letales, soñando despierto con la Casa Blanca y sus futuras guerras. Estaba Patricio Martínez, gobernador de Chihuahua mucho antes de recibir el plomazo que le recetó una loca en las escaleras de Palacio. Estaba Fernando Canales con su Nuevo León viviendo aún en idilio panista, sin imaginar que su asenso al gabinete presidencial tres años después sería su mayor descenso en los peldaños de la política. Y ahí estaba el orgulloso anfitrión Gray Davis, apapachando a los invitados y seguramente ni en su peor pesadilla se le apareció el día 7 de octubre, en que se convirtió en el primer gobernador californiano de la historia en ser destituido.
El sábado en que terminó la conferencia, fuimos a cenar al Hard Rock de Sacramento. Íbamos gente de varios periódicos y algunos jóvenes funcionarios demócratas de California. Una agradable charla. Recuerdo a los funcionarios californianos, veinticincoañeros, agudos, con un muy buen arsenal de cultura general en su conversación (esto tomando en cuenta la desventaja de ser gringos). Hablamos de todo un poco, pero sobre todo de política binacional. Parecen tiempos lejanísimos, pues la charla era de lo más optimista, llena de buenos deseos. El mundo era distinto hace tres años y nunca imaginé estas tinieblas.
La llegada de Schwarzegger a California es un buen escupitajo de humor negro, una mala broma para acabar de mear sobre un mundo que no parece hartarse de irse al carajo. Para un planeta cada vez más totalitario, miedoso, inculto y feudal, nada mejor que la figura de un Terminator en Sacramento. Es la imagen perfecta para ilustrar el estilo de los nuevos tiempos.

Tuesday, October 07, 2003

I see a red door and i want to paint in black. No colours anymore i want them to turn black
I see a line of cars and they are painted black they pass me bay with one who s never coming back
I look inside my self and see my heart is black— Esta es la canción de los Rolling que más le gusta a Carol (y a mi también) La verdad es que Satisfaction está muy choteada-


Muere al suicidarse- No imagino un suicidio sin muerte, de hecho no existe un idio que no otorgue un pasaporte al cementerio, ¿O imaginan ustedes que haya un homicidio sin víctima?
Luego entonces es imposible suicidarse y no morir. Pero por estos rumbos hay alguien a quien le gusta aclarar las cosas para que no queden dudas. Se suicido y aparte se murió. No vaya usted por favor a creer que quedó vivo. El pobre Alberto Durán Martínez, mozalbete de apenas 20 años, decidió amarrarse una soga y colgar su humanidad de una viga. Respetable decisión. Como bien dijo Eskorbuto, prefiero morir como un cobarde, que morir cobardemente y yo siento un gran respeto por todos los suicidas a quines jamás acusaré de cobardía. Lo que no imaginó José Alberto, es que la noticia de su muerte, que se redujo a tres párrafos, iba a ser cabeceada de esa estupida forma.



Ya que hablamos de suicidas muertos, siempre he soñado con la existencia de una suerte de Biblia antimotivacional tan efectiva, que arrastre a las masas a un suicidio colectivo-
Algo así como un anti libro de Miguel Ángel Cornejo con tal poder de persuasión, que al final de leerlo quedes con la firme idea de que la vida es un pedazo de mierda con el que tienes que acabar cuanto antes.
Es de esos proyectos que siempre he soñado pero nunca pongo en práctica. Sería una especie de novela y se llamaría La Iglesia de la Eutanasia.
¿Se imaginan? Una masa humana se transforma de repente en esos simpáticos roedores árticos llamados lemings y empiezan a arrojarse al mar. Para ser bella, la humanidad debería tener un espíritu más suicida. Desgraciadamente tiene un espíritu parasitario.


Sobre el boicot a Cercas

Vuelvo a esa máxima de Voltaire que tanto me gusta: Podré estar totalmente en contra de lo que piensas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlo. Por ello jamás he convocado al boicot de un autor o la quema de un libro. Para ello estaban los inquisidores españoles o los fundamentalistas islámicos. Hay ciertos libros, (demasiados libros en realidad) que me generan un honestísimo asco, pero nunca convocaría a un boicot en su contra. Cada quién tiene el derecho de expresarse, aunque su expresión sea diarrea pura. Es por ello que no comparto para nada el boicot al que nos convoca Selene En Granada (www.engranada.blogspot.com) en contra de Soldados de Salamina de Javier Cercas. Al tachar a un autor de fascista (acusación que por cierto no comparto) de-muestra una intolerancia y una cerrazón propia de la falange.
Hace unos meses Cercas vino a Tijuana y los culturozos lo promovieron como el evento literario del año. Ello motivo el que yo desconfiara inmediatamente de su libro, como suelo hacer de toda obra que recibe demasiada promoción. Por supuesto, no acudí a la presentación (ya he dicho hasta la saciedad que las presentaciones y las lecturas me parecen eventos aburridos dignos de gente aburrida y que la lectura honesta es un acto solitario) Sin embargo, pese a que he leído y oído demasiadas historias de la Guerra Civil, caí en una morbosa tentación y compré el libro y de hecho lo acabé reseñando en Pasos de Gutenberg: A menudo suelo desconfiar de aquellos libros que presumen cientos de miles de ejemplares vendidos. De inmediato imagino que en sus páginas hay dosis elevadísimas de melcocha comercial o cierta vibra hollywoodense.
La última gran decepción de esta naturaleza, me la lleve con “La reina del Sur” de Arturo Pérez Reverte y para ser honesto, luego de ese error me sentí vacunado contra las luminarias editoriales...
La gran leyenda que gira en torno de Sánchez Mazas, es el hecho de haber sobrevivido a un fusilamiento masivo ejecutado por milicianos antifascistas en los últimos días de la Guerra Civil en 1939.
En torno a este hecho, elevado a la categoría de mito con el pasar de los años, Cercas comienza una indagatoria sobre este personaje que lo lleva a entrevistarse con todas aquellas personas que de una u otra forma estuvieron relacionados con la aventura del falangista.
Y es tan ameno Cercas para narrar, que sin darme cuenta, ya había leído 74 páginas en los que la trama era la elaboración de la novela misma, una tradición que emerge desde el Quijote. No hay que olvidar que en la Segunda Parte de la obra, Miguel de Cervantes dedica muchas páginas a crear ficción en torno a la escritura misma del Quijote. Javier Marías experimentó algo similar en “Negra espalda del tiempo” y ahora Cercas apuesta por la fórmula con buenos resultados es explotada en España. (me cito textualmente en Pasos de Gutenberg del 13 de julio de 2003)
No creo que se pueda acusar a Cercas de profesar el fascismo solo porque escribe sobre un fascista. Muchas veces en mi infancia escuché de voz de mi abuela las horribles historias de la Guerra Civil y la realidad es que tanto falangistas como republicanos incurrieron en crueldades despiadadas (sería muy fanático e irresponsable decir que unos fueron buenos y otros malos)
Por lo demás, me da risa ver como los españoles abominan del franquismo que soportaron estoica-mente durante 36 largos años. Pues que yo sepa a Franco no lo derrumbó una revolución, ni lo mataron, ni lo exiliaron. Se murió de viejito en 1975, luego de darse el lujo de mantener a los españoles en unas tinieblas y un atraso casi feudal contra el que nadie chistó. Los intelectuales vinieron a México y los demás soportaron calladitos y muy contentos el régimen del que ahora abominan. (Lo mismo se aplica por estos terruños a todos los que hoy hacen leña del árbol caído del priismo y celebran el triunfo foxista como si hubiera caído un régimen. Pobres ilusos, el foxismo está condenado a ser un mal sueño guajiro de seis años y el tricolor volverá a gobernar en 2006, quieran o no)


La Ciruela Eléctrica ha decaído terriblemente. Cada vez es más difícil encontrar un disco que valga la pena. Creo que debo dejar de ir a visitarlos tan seguido.


No entiendo el beisbol, ni siquiera se como diablos se juega. Me aburre soberanamente ese juego y no entiendo las pasiones que desata en los estados del Pacífico Norte. No se si pueda afirmar que no entiendo el boxeo pues no veo que haya ciencia en entender a dos gueyes que se surten a chingazos, pero me aburre igualmente. No me laten ni el box ni el beis. La cultura deportiva es en lo único que me ha costado adaptarme a Tijuana. Por lo demás yo adoro esta ciudad.
En cuestión de deportes mi corazón es todo entero para el único y verdadero juego universal y me ofende de sobremanera que en un bar haya un juego de beis en la pantalla al mismo tiempo que uno de futbol. Ya he dicho en muchas ocasiones que prefiero acudir a un juego de futbol de la Tercera División de un país de Centroamérica que a la Serie Mundial del beisbol, que de mundial no tiene nada, pues solo se juega en ese pinche país de mierda que tenemos por vecino.

Monday, October 06, 2003

El fin de semana no fue en esta ocasión un oasis redentor. La elelvadisima pila que traía el jueves y el viernes no pudo ser redimida por un sueño reconfortante. El insomnio volvió a hacer de las suyas y se encargó de sacudirme con crueldad. ¿Estoy nervioso? ¿Estoy verdaderamente angustiado? Los días 2 y 3 de octubre traje la vibra en punto hard core. Hacía un buen rato que no me clavaba con tanta pasión en un trabajo periodístico, un asunto cargado de buenas dosis de adrenalina y tensión. Debo aceptar que este reportaje me tiene bastante emocionado, pero al mismo tiempo estoy bastante tenso por los efectos que pueda traer su publicación. Es una dura sensación darte cuenta que aquello que creías una simple hipótesis o un rumor como tantos es la pura realidad. Es muy cabrón el ir arrojando luz sobre aquello que estaba oculto e irlo develando, poco a poco, como todo un detective. Porque eso he sido en este pinche caso en concreto, un detective en todo el sentido de la palabra.
Luego de dos días intensos de mucho café y poco sueño, llegó la noche del viernes y yo no podía relajar la mente. Manejaba a toda velocidad y traía mucha necesidad de escuchar metal a todo volumen. Para cenar Carolina preparó un sabroso y enorme salmón con aceituna y perejil. Bebimos mucho vino, blanco y tinto. Escuchamos Calamaro , Pink Floyd y Piporro. Ya en la madrugada cogimos deliciosamente en la sala. El sueño no fue reparador. El sábado no cruzamos la puerta de la casa. Carolina preparó un pastel de chocolate. Yo pasé la tarde entera leyendo los Siete cuentos góticos. Un par de vasos de Chivas, un poco de música y el día se fue simplemente en chinga sin que pudiera tan solo dormir una siesta. Por la noche me atacó de nuevo mi amigo el insomnio. Ya he narrado anteriormente que mis crisis de insomnio no consisten en dificultad para conciliar el sueño a la hora de ir a dormir. Me duermo rápido, pero despierto en la madrugada y me es imposible recuperar el sueño. La madrugada del domingo, mientras Carol dormía, la pasé leyendo textos al azar y por mis manos pasaron El diario de un pendejo de Nachón, La llama doble de Paz, Nadja de Bretón y La sociedad feudal de Bloch. Para hacer honor a mi fiel compañero el insomnio, me reventé también Funes el memorioso de Borges. Al ama-necer me quedé medio dormido y tuve sueños extraños, en los que mi cuerpo se contorsionaba en cámara lenta. El domingo fuimos a Popotla, comimos una rica paella que había preparado Carol y bebí mucho vino blanco. Por la noche rentamos una película, mi receta perfecta para dormir, pues casi nunca aguanto ver una película completa (solo un partido de futbol es capaz de mantener mi atención en una pantalla por más de dos horas) La película en cuestión era La hija del Canibal. Dicho y hecho me quedé jetón pero a las 3:00 a.m. abrí los ojos y desde entonces estoy despierto. Necesito desenchufarme un poco, pero está máquina no se para y está a punto de descarrilar.