Eterno Retorno

Friday, August 01, 2003

Encuentros y desencuentros

Hay pasiones literarias que irremediablemente se agotan. Me sucede con algunos autores, sobre todo con aquellos a los que alguna vez les llegué a profesar una suerte de culto.
Existen ciertos escritores que en alguna época de mi vida ejercieron una enorme influencia. Siendo adolescente, me aficioné, como muchos, a Hermann Hesse y luego de ser seducido por Harry Haller y Abraxas, me di a la tarea de leer todo lo habido y por haber del suizo que poco a poco me fue aburriendo. Hoy a la distancia lo veo como una dulce pasión de teenager. A mis 17 años, estando todavía en prepa, empecé a leer a Milán Kundera. La insoportable levedad del ser me pudo tanto, que me dí a la tarea de agarrar todo lo que encontrara del checo. Así leí El libro de la risa y el olvido, La vida está en otra parte, La broma, La despedida, La inmortalidad y El libro de los amores ridículos y mi afición por el de Brno creció. Kundera se apoderó de mi librero. Entonces sobrevino el desencuentro. La lentitud y La ignorancia me dejaron con un amargo sin embargo y poco a poco mi pasión por el checo transformado a francés se fue extinguiendo.
Aunque no me gusta su fase parisina, lo sigo respetando, pero no produce la misma emoción en mí.
Podría enumerar otros ejemplos. Ernesto Sabato se apoderó de mí con El túnel y Sobre héroes y tumbas, pero Resistencia y Antes del fin, lacrimosos y desgarradores manifiestos de un humanista atormentado, me dejaron un saborcillo agrio. Con el chiapaneco- huatulqueño Leonardo Da Jandra me ocurrió algo parecido.
Piglia, Castellanos Moya, Fernando Vallejo, Roberto Bolaño, Enrique Vila Matas, Irvine Welsh son ejemplos recientes de autores contemporáneos que han logrado atraparme, de los que he leído por lo menos más de tres títulos y que hasta ahora no me han decepcionado.

Hambre de Bellatin

Algún día de 1998 vi en una librería de Monterrey un libro cuya portada era un cuadro de Julio Galán y se titulaba Poeta ciego. Yo no tenía antecedente alguno sobre ese autor llamado Mario Bellatin pero compré el libro confiando en mi buen olfato y debo confesar que nunca mi olfato fue tan bueno. Leí y releí Poeta ciego y me lancé a buscar todo lo relacionado con ese fascinante autor. Cayó en mis manos Salón de belleza y entonces no me quedó duda alguna: estaba ante una pluma bendecida por el Diablo. Salón de belleza me pareció una obra perfecta y no me he cansado de releerla. Vinieron Damas chinas, Mujeres de sal, El jardín de la Señora Murakami, La escuela del dolor humano y más tarde Flores, que al igual que Salón de belleza, me pareció una obra tatuaje. Tuve la fortuna de tomar un taller con Mario aquí en el Cecut en septiembre de 2001 (es raro, rarísimo que yo me inscriba a una actividad literaria, pero en ese caso se trataba de conocer a un autor fuera de serie) Como tallerista no me pareció tan efectivo como mi gran maestro de maestros Rafael Ramírez Heredia, pero me dejó la impresión de ser una gran persona. Para entonces era yo un ferviente admirador de su obra. Todo lo que oliera a Mario Bellatin, fuera obra, reseña o entrevista, debía estar en mi librero. Después llegó Jacobo el mutante y me quedé con el sin embargo en la boca. No coincido con quienes la definen como el non plus ultra de la deconstrucción novelística o la post narrativa. Y entonces sucedió lo impensable. Hace poco, vagando por El Día, me tope con Perros héroes, la nueva novela de Mario y cosa increíble, no tuve deseos de leerla, al menos no por ahora. Antes, ver una novela nueva de Mario significaba adquirirla de inmediato, sin pensar siquiera dos veces. He comprado un par de libros esta semana y todavía no me nace comprar Perros héroes. No podría precisar la razón. Para comprar un libro necesito un poco de seducción, es un poco como el ligue, el libro me debe hacer clic o se me debe antojar como se me antoja un platillo y ahora mismo no tengo antojo de leer a Bellatin. Impensable, pero cierto. Tal vez se me pase pronto y mi apetito por este gran autor renazca y tal vez encuentre en Perros héroes otra gran novela. Ojalá, pues este autor no merece un desencuentro.

Thursday, July 31, 2003

Por Daniel Salinas Basave

En la literatura fantástica y en el psicoanálisis la obsesión es recurrente: alguien sueña con soñar el sueño de otro.
El sueño, emanación del subconsciente, es en sí mismo otredad, pues revela esos deseos y temores de nuestro ser que a menudo nosotros mismos desconocemos. Al enfrentar al subconsciente, de una u otra forma enfrentamos al otro.
Luego entonces, tratar de penetrar en el sueño de un otro absoluto es una idea más que seductora, aunque en la praxis difícil.
Sin tratar de complicarse la vida en laberintos piscoanalíticos o filosóficos, el italiano Antonio Tabucchi da rienda suelta a un capricho personal y valiéndose de la licencia literaria, que acaso el historiador alguna vez envidie, nos entrega 20 narraciones cortas donde nos describe 20 diferentes sueños que ocurren en las cabezas de igual número de personajes de la historia.
Los sueños de poetas, novelistas, pintores, filósofos y hasta un personaje mitológico, son recreados por Tabucci en este interesante ejercicio literario.
En su nota introductoria, el italiano se confiesa asaltado por el deseo y la curiosidad de conocer los sueños de aquellos artistas a los que admira y el libro Sueños de sueños no es más que una añeja tenta-ción transformada en papel.
Aún así, Tabucchi admite que los sueños que puso en las mentes de sus artistas admirados, son simples suposiciones nacidas en su cabeza.
Me doy cuenta de que en estas narraciones vicarias, que un nostálgico de sueños ignotos ha intentado imaginar, son tan sólo pobres suposiciones, pálidas ilusiones, inútiles prótesis. Que como tales sean leídas, y que las almas de mis personajes, que ahora estarán soñando en la Otra Orilla, sean indulgentes con su pobre sucesor, nos dice textualmente el italiano.
Y es que es de lo más atractivo imaginar que pudieron soñar pintores como Francisco de Goya o Tolousse Lautrec, o poetas como Arthur Rimbaud, Fernando Pessoa o Federico García Lorca por mencionar solo algunos.
El primer sueño narrado es el de Dédalo, un personaje de la mitología griega padre de Ícaro y aeronauta por vocación y concluye, vaya paradoja, con el intérprete de sueños Sigmund Freud, en lo que es por cierto una de las mejores narraciones del libro.
¿Se vale jugar de esa manera con los sueños de personajes históricos? Por fortuna, en los territorios de la literatura y el sueño, no hay reglas que valgan. Luego entonces, todo, absolutamente todo, es posible. ¿Para qué limitarse entonces?

Los últimos tres días de Fernando Pessoa

Celebro que la Editorial Anagrama haya tenido la brillante idea de incluir dos obras cortas de Antonio Tabucci en un mismo volumen.
Después de Sueños de sueños, el sello catalán tuvo a bien incluir el relato corto Los tres últimos días de Fernando Pessoa.
No son pocos los artistas que están obsesionados con la figura del gran poeta portugués y sus heterónimos.
Los tres últimos días de Fernando Pessoa es también ficción pura y que me perdone Tabucci por la odiosa comparación, pero irremediablemente me remite a una obra bastante más larga aunque de estructura similar: El año de la muerte de Ricardo Reis, de José Saramago.
Es el 28 de noviembre de 1935 y el solitario Pessoa es visitado por sus heterónimos en una vieja pensión de Lisboa.
Al igual que a Saramago, a Tabucci también lo sedujo la idea del diálogo entre Pessoa y Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, o la presencia de los enigmáticos Bernardo Soares y Antonio Mora.
La diferencia, además del inconfundible sello de Saramago, es que en el relato del portugués el personaje principal es Ricardo Reis y Pessoa es el fantasma, mientras que con Tabucci es Pessoa quien recibe a sus heterónimos.
El resultado es el breve diálogo interno de un poeta que es muchos poetas a la vez y que en medio del desasosiego, dice adiós a la vida. La figura de Pessoa es un semillero de ficciones y sin duda el relato de Tabucci no decepcionará a los devotos del portugués.

Canciones de calle. Ayer: Whisky in the Jar de Metallica. La escuché unas seis veces sin cansarme. Todas las rolitas del Garage days son muy callejeras, puro rock and roll feeling.

Disco de anoche: Para después de cenar Sick Off It All, Live in a dive. Pura energía. Es increíble como me da para arriba escuchar un buen hard core. El hard core es la música más energética y revitalizante que existe. Recuerdo la noche del sábado 21 de febrero de 1992. En la arena López Mateos de Tlalnepantla se presentaban los thrasheros de Nuclear Assault, los deathmetaleros satánicos de Deicide y los hardcoreros nezayorquinos de Sick Off It All. Yo acudí por ver a los grupos metaleros, pero Sick Off It All se llevó la noche con su energía y buena vibra straight edge. Sin duda fueron los mejores. Anoche me escuché el disco completito a todo volumen. Mis vecinos me deben odiar. Carolina dice que soy como un sinaloense del rock, por aquello de que me gusta hacer reventar bocinas, pero el hard core es simplemente maravilloso y yo necesitaba cargarme de energía. Por cierto, siempre me he querido tatuar el dragoncito de Sick Off It All- Estamos pendientes-

Disco de la mañana: Abre Páez del buen Fito, a sugerencia, claro está, de Carolina. Tenías un vestido y un amor y Ciudad de pobres corazones enmarcaron el camino al trabajo por la Carretera Escénica. Me duele despedirme de Carolina cada mañana. En verdad la extraño mucho durante las 10 horas del día que estamos separados y máxime cuando escucho las canciones que me hacen pensar en ella.


Zaratustra consideró a la compasión como el peor de los vicios del cristianismo. La exaltación de la piedad como una virtud causa asco al gran profeta. Luego entonces, yo debo haberle resultado asqueroso ayer por la mañana. Lo confieso: sentí compasión, sentí horribles remordimientos, que fueron capaces de torturarme todo el día. Si fuera católico, hubiera acudido a confesarme para expiar mis pecados. Sucedió a las 6:40 de la mañana, cuando me disponía a beber el primer café del día y lo descubrí. Un nuevo ratón había caído. Concretamente el número once. Los diez anteriores habían caído en trampas convencionales de madera, de esas que les aplastan la cabeza y los matan al instante. Sin duda una muerte rápida, inmediata, sin traumas. Pero en los últimos días las trampas habían sido burladas. El queso desaparecía y las trampas permanecía sin disparar. Carolina decidió entonces cambiar de método y comprar trampas de esas que tienen pegamento y atrapan al ratón en una melcocha. El grave problema y lo más cruel de todo, es que el roedor queda vivo. Y ahí estaba el pobre ratón, atrapado de cuerpo entero dentro de la melcocha, pero moviendo desesperadamente las partes de su anatomía que no estaban dentro del pegoste. Tuve la firme intención de despegarlo, pero era materialmente imposible, pues sin duda le hubiera desprendido parte de la piel. No quedó otra alternativa que sacarlo de la casa y abandonarlo a su suerte, deseando que algún gato interrumpiera su agonía.
Ayer y hoy no han aparecido más ratones. Los quesos continúan en las trampas y nadie los devora. La casa está sellada y no hemos visto más las huellas de su presencia. ¿Habrá sido el último? Entonces fue el último héroe de la resistencia, el único que pudo burlar con su astucia las trampas convencionales y resistió a más de 10 días de cruel genocidio y que al final acabó teniendo, como todos los héroes y santos, la muerte más cruel. Creo que se le debe perdonar la vida a los valientes, pero a mi me fue imposible salvarlo y eso me hace sentir culpable. Me dediqué a asesinar ratones que solo buscaban ingresar a nuestra casa en busca de sobras. Hice lo mismo que la Patrulla Fronteriza con los migrantes mexicanos. Usé su misma filosofía. “Mi casa es para mi y no se admiten intrusos”. Once ratones muertos. Carajo, como para haberlos vestido de verde y formado un equipo de futbol. (cualquier analogía con nuestra gloriosa Selección campeona de la Copa de Oro es mera coincidencia) Descansa en paz ratoncito. Creeme que lamenté tu muerte-




Tuesday, July 29, 2003

Un diputado me escribe una carta por demás ofensiva. Aunque él no lo sabe, lo que más coraje me da es que me considere un derechista que apoya los gobiernos de Acción Nacional. ¡Un derechista yo¡ Háganme reír.
Carajo, el mundo me mal entiende. A mí, un ateo al que lo horroriza la inhumanidad del nuevo capitalismo, una carta me acusa de ser derechista y otra me acusa de ser un católico intolerante. Que bien. Vamos por muy buen camino.
Si me lo permite Bobbio y si es que aún existe el término, mi línea de pensamiento es y ha sido siempre tendiente a esa cosa tan prostituida que llaman izquierda. Sí, lo confieso sin pena. Jamás le he dado ni le daría un voto a Acción Nacional y si no milito ni he militado en los partidos socialistas, es precisamente porque están atiborrados de zánganos fracasados, comunistas de cafetín y juniors oportunistas. Creo, o quiero creer, en los gobiernos de vocación social, en las economías de participación mixta (keynesiano me podría hacer llamar) en la equidad laboral y considero a la orgía del mercado libre como un peligro para la humanidad. Si hubiera sido un joven en 1936 sin duda hubiera combatido a sangre y fuego a la Falange española y si hubiera sido un ruso en 1917, sin duda hubiera salido con mi bandera roja a las calles de Petrógrado.
Ah, pero como me dan risa esos comunistas de master card que le dan vivas a Castro mientras beben mojitos de a siete americanísimos dólares en la Bodeguita de En Medio, o en una playa exclusiva de Varadero con un par de jineteras a su lado, gastando su dinero el “paraíso socialista”. También me dan una hueva enorme los románticos silviorodrigozos con su edición gastada del Diario del Che en Bolivia, que ocultan su inutilidad y su fracaso como militantes del CGH.
Por eso hace un tiempo que he mandado a la mierda las ideologías políticas. Mi único compromiso es y será con el periodismo. Luego entonces, mi único compromiso es con la verdad. Mi voto en las elecciones es cosa aparte y no le pertenece a ninguno de los tres partidos grandes, pro cierto.
Desde hace más de siete años vivo de manera íntegra de ejercer el periodismo escrito. Jamás he tenido, ni siquiera temporalmente, alguna otra actividad. Cada centavo que he ganado en mi vida como profesional se lo debo al periodismo.
Nunca he estado en alguna nómina pública o de alguna universidad ni tampoco he tenido un negocio.
Mis únicos dos trabajos anteriores fueron en una tienda de discos y en una librería y eso antes de los 20 años. Fuera de eso, siempre he estado partiéndome la madre en los medios. Y vaya que en este trabajo hay que romperse no solo la madre sino el alma y debes tenerle mucho cariño.
En cambio, el diputado que me escribe fue un parásito de las delegaciones federales mientras se lo permitió el salinismo. Después se transformó en un experto chapulín de las posiciones legislativas. Hoy en día, en pleno declive, sigue mamando de la gigantesca ubre pública, aunque el tiempo se le acaba. Por primera vez en más de 15 años (o tal vez más) estará fuera de la nómina. Así la verdad es muy fácil ser socialista y acusar de ser un defensor de la derecha, a un periodista que se parte el lomo para pagar su casa, que se queda con las ganas de comprar muchos libros de ediciones caras y que prefiere beber vasos de whisky en su casa en lugar de ir cada mes a La Habana a tomar unos carísimos mojitos.
En fin, como me han llamado derechista y me han llamado católico, me he sentido demasiado ofendido y es por ello que he dedicado tanto espacio a hablar de convicciones políticas y religiosas, lo que sin duda ha debido matar de aburrimiento a algún improbable lector que por accidente se haya topado con este espacio. Por ello, prometo solemnemente no volver a hablar de política ni religión en este blog. Es un juramento-

Monday, July 28, 2003

El viernes fue un día simplemente largo e intenso. Teníamos la encomienda de localizar el domicilio de Adrián Rodríguez, el joven que se encuentra preso luego de denunciar que descubrió 14 kilos de mota ocultos en su carro. Pese a lo mucho que lo hemos apoyado con nuestras notas, su familia se mostró en extremo renuente a la hora de pasarnos su dirección. Su esposa Jazmín estaba demasiado afectada y por alguna razón se negaba a que la visitáramos en su casa, en donde nosotros pretendíamos tomar fotos del entorno familiar del detenido.
Dado que para nosotros, que también somos detectives salvajes, no hay límite alguno, Tizoc y yo nos lanzamos a buscar su casa, sabiendo únicamente que estaba en Chula Vista. Primero fuimos a San Diego a buscar el lugar donde supuestamente trabaja para solicitar información sobre él, pero fanáticos como son de la confidencialidad, nos dijeron pura madre. Total, que gracias a un intenso trabajo de equipó de nuestros compañeros en Tijuana, logramos dar con el cantón de Adrián, en donde nos reci-bió su joven esposa visiblemente sorprendida. No fue fácil convencerla de hablar y dejarnos tomar fotos, pero luego de un intenso cabildeo con sus abogados, lo conseguimos. El problema es que ya eran las 17:00 horas y yo me había comprometido a dar un mensaje para la celebración del aniversario de Frontera y simplemente no había preparado nada. Para colmo, la fila para cruzar la línea de allá para acá, estaba hasta la madre. Más de media hora tardamos en entrar a Tijuana.
Llegué como a las 18:00 horas con la tarea de escribir de volada la crónica de mi conversación con Jazmin y posteriormente estructurar algo de lo que diría en la celebración. En realidad jamás leo, pero me gusta crear una estructura coherente de lo que diré, aunque al final acabe pronunciando lo primero que se me viene a la cabeza. La celebración de nuestro cuarto aniversario fue emotiva, alegre y con buena vibra. Se inauguró una exposición y se lanzó la campaña Soy de Frontera. Con el discurso me fue bien o al menos la respuesta fue buena. Siempre se me ha dado bien esto de hablar en público, por lo que me he acostumbrado a dar mensajes, arengas y exhortaciones desde que estoy en la primaria. Ya en prepa y universidad me dediqué a participar en concursos de oratoria y debates (he ganado tres en mi vida), pero siempre he preferido el estilo espontáneo y por ese aposté la noche del viernes. Por lo demás, confieso que estoy muy contento de ver cumplir cuatro años a un proyecto del que formo parte desde su gestación. Y es que aunque alguna que otra vez me enoje, yo en verdad le tengo cariño a este periódico del que me siento parte.
El vino rosado derribó barreras, dibujó sonrisas y nos regaló un festejo de tintes un tanto cuanto dionisiacos.


Dice Castellanos Moya sobre Roberto Bolaño : y tuvo que conseguir un estudio donde se encerraba a piedra y lodo, a leer y a escribir, todas las mañanas, ajeno al teléfono y a cualquier distracción hasta la hora del almuerzo.
Si supieran como lo envidio. Si supieran que hace mucho tiempo, bastante tiempo, no puedo leer o escribir una hora completa sin ser interrumpido. Deseo paraísos que a simple vista parecen posibles y sin embargo me es imposible acceder a ellos. Poderme encerrar por horas sin ser molestado. Uff. Eso sí que es soñar.

Me duele la interpretación que algunas o tal vez muchas personas le han dado al reportaje de los psíquicos. He recibido algunas cartas en donde me acusan de intolerante y me dicen que si critico el negocio de los psíquicos, debería empezar por desenmascarar la charlatanería de la Iglesia Católica. De hecho en el blog de Fausto he leído también ese comentario, lo cual me deja pensando mucho.
A algunas personas debo darles la razón, al menos en parte. Que la Iglesia Católica es la charlatanería más enorme del Universo y la historia humana, no lo discuto, pues es absolutamente cierto. Pero su acusación hacia mí es injusta.
Desde mi adolescencia me he dedicado a combatir el fanatismo, la superchería y la ignorancia que deriva de cualquier culto religioso. Desde hace más de 15 años me declaro ateo. Nada de que creo en mi diosito de bolsillo, pero no en la Iglesia. Ni madre. Yo no creo absolutamente en nada. Aún pensando que una institución humana como la Iglesia fuera perfecta, yo como quiera me declararía ateo, pues la hipótesis de un ser superior, un creador o un juez, me resulta absolutamente inconcebible, simplemente falsa. En otras palabras, humana, demasiado humana.
Me considero un hijo de las ideas de la Ilustración, aunque no coloco a la Razón Humana como el centro del Universo. De hecho somos unos absolutos ignorantes y existen muchas cosas que la racionalidad no accede a explicar, sin embargo, ello no implica que no tengan explicación y que tengamos que atribuirle a deidades todo aquello que no podemos definir en términos racionales.
Yo no creo en ninguna deidad y mi guerra no es solo contra el catolicismo. Me críe en una familia católica y creo que por razones históricas, el catolicismo es el corporativo más fuerte y poderoso dentro del negocio de la religión y por ende, uno de los que más daño hacen. Pero detesto por igual a cualquiera de sus ramas protestantes. Los cristianos evangélicos y los testigos de Jehová me causan especial repulsión por su fanatismo recurrente y su aparente retraso mental. Después de todo, el catolicismo tiene una base teológica más firme y hay sacerdotes, principalmente jesuitas, con los que puedo man-tener conversaciones de muy buen nivel, lo que sería imposible con un legionario u opusdeista.
En realidad, creo que la gran joda de la humanidad, la que la ha arrastrado por pantanos de humillante decadencia, es la cultura judeocristiana. Esa maldita trilogía monoteísta de Jehová, Jesucristo y Alá se ha encargado de hacernos mierda. Hasta cierto punto, siento un poco de más respeto por los cultos paganos que deificaban a los elementos de la naturaleza. Odio al Jehová judío que es capaz de derrumbar murallas y sepultar miles de hombres en el Mar en nombre de su pueblo elegido. Me deprime el concepto chantajista del cristianismo y sí coincido con Nietzsche cuando señala en El Anticristo que el cristianismo logró crear la deidad más decadente, vulgar y prostituída que existe en el mundo de las religiones. También detestó al tiránico y machista Alá, ávido de guerras santas y sangre de infieles. Como quien dice, odio esa mentalidad tan propia de las Cruzadas, en la que gracias a los neoconservadores de la Casa Blanca, vivimos inmersos.
Pensar que yo pueda escribir sobre el tema de los psíquicos charlatanes con un afán persecutorio o inquisidor motivado por una católica intolerancia, es absolutamente absurdo e injusto. Nadie que me conozca podría pensar eso.
Yo no escribo sobre ellos condenándolos por herejes, sino por charlatanes. Le aseguran a la gente que son capaces de curar enfermedades, de quitarles males de encima y de hacer o deshacer hechizos, a cambio de dinero.
Considero a su tarot y a sus horóscopos tan falsos como los sacramentos católicos.
Por cierto, los psíquicos se dicen católicos practicantes y en sus consultorios tienen vírgenes de Guadalupe que conviven en santa fiesta con budas panzones y figuras de Shiva.
En fin, es estéril y muy aburrido hablar de religión, así que mejor medito sobre las nuevas contrataciones de los Tigres que me tienen más que satisfecho (4-0 al fascista Lazio mi buen, ahí nomás,) o sobre el triunfo de la Selección, que se encargó de taparle el hocico a Huguito Sánchez.
A manera de conclusión, diré que ningún dios existe, que toda creencia en aquello que no es científicamente explicable es superchería y que los psíquicos son un despreciable producto de la ignorancia. Un negocio casero y pueblerino si se le compara con los grandes corporativos universales de la fe, aunque no por ello menos dañino. Concluyo con esa sabia arenga del buen Voltaire. ¡Aplastemos a la Infamia¡ Y en el barco de la Infamia va lo mismo el Vaticano que un predicador de esquina o un psíquico, hermanados por su deseo de sacarle todo el oro posible a esa gran mina que es la ignorancia humana.

El cuerpo pasa la factura

El Mito del Eterno Retorno se consagra cruelmente en mi existencia. Los lunes están condenados a la espantosa santidad. Con los ojos adoloridos y un cheneque bailando zapateado en mi cabeza, debo aceptar, en un ejercicio de brutal honestidad, lo que sin duda se revela en mi rostro. He bebido mucho en los últimos días- Más bien dicho, siempre bebo mucho y hoy mi cuerpo me está diciendo: ya bájale de huevos cabrón. Y no, no correspondo a la descripción de un típico borracho juerguista que se la pasa pisteando con los compas y tiene problemas con su mujer. Ese no es mi estilo ni mi caso. Y sin embargo creo que si hablamos de cantidades, por mi cuerpo drena mucho más alcohol que por el de muchos parranderos consagrados. Bebo mucho vinto tinto y blanco, casi siempre Casillero del Diablo, Nebbiolo de Cetto, Santa Rita o Gato Negro, que combinan un precio razonable con un cuerpo más que aceptable (Cuando las finanzas están altas, uno puede recurrir al elíxir de Valle de Minas, gracias PG por la recomendación, pero hoy en día mis números son más bien rojos) También me agrada en demasía el Jack Daniels, el mezcal Gusano Rojo y la cerveza Tijuana, Heineken, Guiness, Negra Modelo, Bohemia, Mexicali en los días de calor y en carnes asadas y si de plano no hay otra cosa en muchos kilómetros a la redonda, pues Tecate, aunque sin evitar hacer cara de fuchi y de ya que.
Lo que sucede conmigo es que soy un bebedor pacífico, consuetudinario, al que la bebida no le afecta en sus relaciones sociales y laborales. Casi todas mis cenas son con vino, tinto de preferencia y siempre, en casi cualquier situación, preferiré una cerveza a una soda (de hecho casi nunca tomo refrescos).
Ocurre que suelo tener demasiadas justificaciones a mi manera de beber. La principal es que el alcohol nunca me saca de control. En parte porque debo confesar que tengo una resistencia envidiable y también porque rara vez bebo en situaciones comprometedoras o peligrosas. Nunca en horas de trabajo y rara vez estoy fuera de casa en la madrugada.
Jamás he hecho o dicho algo de lo que pudiera arrepentirme, jamás he faltado al trabajo por una cruda 8la prueba es que aquí estoy), jamás (o por lo menos hace muchísimo tiempo) he perdido la conciencia. No se me suele ver en antros, ni manejando a exceso de velocidad. De hecho casi siempre bebo en casa o en restaurantes y casi por regla general rechazo las invitaciones a pedas. Eso sí, me da por poner la música muy fuerte, pero eso me ocurre en cualquier estado. Digamos que bebo lo que bebe un ruso promedio o un escandinavo. Pero este lunes el cuerpo me está pasando la factura, así que en los próximos días solo habrá aguas frescas en mi organismo, aunque será imposible privarme del imperdonable café-


Genocidio ratonil sigue cobrando vidas

El genocidio ratonil sigue su marcha. Cero y van diez ratones muertos y nada indica que hayamos terminado. Empiezo a pensar que ésto en verdad es una maldición arrojada por los psíquicos colombianos. Ya compramos e instalamos polveras en las puertas. Ya cubrimos con silicón todo resquicio o rendija, por mínima que sea. La casa está sellada y sin embargo, los ratones siguen estando ahí. Debo rodearla de un círculo de fuego? Ayer hubo dos asesinatos más. Al sacar los cadáveres pensé que habría concluído, pero no. Por si las dudas, dejé trampas activas y por la mañana me doy cuanta que se tragaron el queso sin que las trampas se dispararan. Ya le van agarrando la maña los hijos de puta.


La razón por la cual he bajado la intensidad de mis incursiones a Eterno Retorno, es porque en mi nueva casa aún no hay teléfono. Luego entonces no hay internet y mi única alternativa es ir a un cibre-café de Rosarito.