Eterno Retorno

Friday, May 30, 2003

Trato infructuosamente de vaciar varios reportajes que tengo en puerta. Mi super trabajo del poblado de La Rumorosa daría para una historia al más puro estilo José Revueltas, pero ni siquiera el vino tinto en mis venas y el ultrabrutal death metal que escucho en este momento para beneplácito de mis vecinos, son capaces de inspirarme. Solo deseo beber, escuchar e imaginar. Hoy el colesterol ha tapado mis arterias literarias.
Impure i am, Impure i spill my seed, Upon barren earth, and spit in the face of the Godess. Unclean i am, unclean i copulate, with the hands of the God, and defile the gates of Ishtar. Unblessed am i, Unrepentant.

Estoy escuchando un death metal que me está cayendo delicioso. Nile, black seeds of vengance...

Bueno, depués de una semana pesada como pocas que incluyó un par de viajes a la Rumorosa, este viernes, finalmente, hemos firmado las escrituras de nuestro nuevo hogar. Lo celebro trabajando desde casa, mientras bebo un merlot Gato Negro y escucho Gamma Ray. En hora buena y salud.

Thursday, May 29, 2003



Borges y Chespirito

He leído a mi amigo Fausto Ovalle y me he puesto a meditar sobre la naturaleza borgeana de Chespirito, tema que sin duda consumirá largas horas de esgrima intelectual.
“Chespirito estudió Ingeniería, pero nunca ejerció. Al igual que Borges, Chespirito supo, desde antes de escribir, que había nacido para las letras". Esta frase, que se publica mañana según se, ha sumido a mi amigo Ovalle en una profunda disertación y yo mismo me he dado a la tarea de construir un ensayo sobre el innegable paralelismo entre la inmortal obra chespiritesca con la poética del autor porteño.
Macedonio Fernández fue el soplo vital que inspiró las letras de Borges y Borges a su vez inspiró a un creador aún más complejo y universal: Roberto Gómez Bolaños.
Ya lo decía yo, (ahora sí que como dice el Chapulín Colorado) lo sospeche desde un principio, pero ahora lo veo más claro que el agua: La Chilindrina es la representación más pura de Beatriz Elena Viterbo y Don Ramón es Carlos Argentino Danieri.
Ahora caigo en la cuenta de que en el fondo del barril del Chavo del Ocho, es posible contemplar la grandeza del Aleph.
Y que decir de la Vecindad del Chavo, sin duda la representación posmoderna de Tlön, mientras que en la Escuela del Profesor Jirafáles, se enseñan los textos de Aberróes y se contienen los títulos de la Biblioteca de Babel.
Doña Florinda con sus tubos representa los dilemas ontológicos de Emma Zunz para vengar a su padre mientras que Chómpiras y Botija evocan el lado gauchesco de la prosa borgeana y me remiten a un Acevedo Bandeira.
La nostalgia de Jaimito El Cartero cuando habla de Tandamandapio, no es más que la imagen de un Evaristo Carriego escupiendo metáforas sobre el origen pampero del barrio porteño.
Aunque sin duda la más profunda expresión es en aquellos contados capítulos en que El Chavo y El Chapulín se encuentran frente a frente. ¿No se dan cuenta que es la materialización del encuentro de Borges con Borges, como sucede en El otro a la orilla del Charles River de Boston? El misterio ontológico de la otredad es revelado en esta imagen única.
Rindamos culto al maestro Gómez Bolaños y en hora buena por Frontera, que ha descubierto que al igual que Poe y Baudelaire, Borges y Chespirito son almas hermanas.

Santísima Muerte


Sí, la esencia del deseo es la culpa,
La culpa es el néctar divino, las gotas sublimes del elixir del mal.
Sin culpa no hay transgresión , sin transgresión no hay deseo.
Desear es transgredir, mancillar, profanar, invertir, transvalorizar.
Para beberse el éxtasis hay que lamer las llamas de infierno, glorificarse en la humillación.
Es necesaria la vergüenza, el manto de niebla que cubre lo obsceno.
Solo el deseo culpable trae consigo la fascinación. DSB

La Muerte y yo nos llevamos de cachete y nalgada. Somos compillas, camaradas pues.
Buenas bestias que cotorrean el punto en la cantina- temas de pelea y desmadre, de morritas locas e insatisfacción.
La Muerte y yo, siempre tan de la mano. Lo bueno que la Muerte es hembra. Si no, imagínate; ya hasta andarían diciendo que somos putos. DSB


Ante la mirada del que será sin duda mi lecho de muerte, imaginé las historias que estuvieron a dos instantes y una calle de haberse consumado. Nada hay más seductor que aquello que algún día tuvo el rostro de lo posible y nunca fue. ¿Quien escribirá la historia de lo que pudo haber sido? Pregunta Calamaro, ¿Quien chingados la escribirá? En un día, en una calle, al caer la tarde, un cuerpo real, una palabra que hubiera salido de mis labios, un temblor tan ácido, un rubor del alma al enfrentar el rostro del lado más oscuro. ¿Cuantas veces lo he sentido? ¿Cuantas veces sobreviene la calma tras la transgresión? El pecado original encarnó tras un instante así, incomparable tormenta, fascinación por el abismo. Decir sí, sí, sí, quiero mi absoluta negación y la muerte se derramará a un milímetro de tus venas. DSB


Hoy tuve la certeza o será más poético llamarle la más absoluta iluminación de ideas. Voy a morirme en el Pacífico. Ahora lo comprendo todo. Por eso es que tengo un delirio casi enfermizo por desparramar las horas de mi vida frente a esta playa
El Pacífico es la imagen más acabada de la Santísima Muerte. El Pacífico es una cortesana, siniestra y elegante que me ha en-señado su vientre oscuro en dos atardeceres.
¿Lo ven? Aquí estoy sentado conviviendo con el que en teoría es mi peor enemigo ¿Lo adivinan? Sí, el mismísimo yo, seducido ante el cuerpo del que es a un tiempo su arma asesina y lecho de muerte. El Pacífico, tan bélico y caótico el pinche mar ¿Donde encontró Vasco Núñez de Balboa algo parecido a la paz en estas aguas?
¿O será esta paz de espíritu que solo produce la inminencia del final a la que se refiere el explorador? Cuando me enviaron a Neza York para que mis ojos vieran que sintió el hogar de las buenas conciencias cuando le enterraron un par de aviones sin condón en su mismísimo culo, más de uno se imaginó que sentía pavor a ser víctima de la pachequez milenaria del Profeta. Pero que va. Mi muerte en un atentado terrorista es la opción menos viable. En orden de probabilidades, mi muerte va a sobrevenir:
A) En el asiento trasero de un taxi, luego de orgásmicos 160 kilómetros en la Vía Rápida, a los que seguirá una espectacular volcadura.
B) En fenomenal derrapón en la Carretera Escénica que hará rodar mi camioneta acantilado abajo hasta acabar destrozada sobre una playa de rocas.
C)Acuchillado por un tecato en malilla un atardecer de invierno en la Colonia 20 de Noviembre al cortar camino por un callejón.
D) En un día de seducción oscura, la Santísima Muerte me iluminará y entonces entraré con pasos torpes y etéreos al las frías aguas del Océano para no salir jamás.
Si no tuviera en este momento tantas ocupaciones por delante, me detendría a disertar sobre las particularidades, causas y efectos de cada una de estas posibilidades.
Pero hoy la inspiración se me anda fugando y alguien me recordó que no contemplé la opción de ser atrevezado por una bala perdida, con destino a esas inocentes gaviotas que disfrutan la vida paradas sobre el oxidado que cercena América.
Por ahora, solo me queda desear que nunca le deformen el rostro a esta playa, tan cerca de la gran puta imperial y tan vestida de Santísima Muerte. DSB

Wednesday, May 28, 2003



Ayer estuve en la cabecera de cuatro de los cinco municipios bajacalifornianos. Solo me faltó la Cenicienta del Pacífico.

Zarpazo felino

En lo que se refiere a lo futbolístico estoy de manteles largos. El zarpazo felino derritió el Nevado de Toluca y apagó las llamas del Infierno- 2-1-Kleber parece haber secado la pólvora y afinado la mira. Todo indica que en esta liguilla viene dispuesto a meter todos los goles que falló en el torneo
Tigres viene de menos a más. Cuatro partidos ganados en forma consecutiva, un solo gol recibido en cinco juegos, sobriedad defensiva, efectividad en las pocas oportunidades que genera. Es buen momento y estoy contento, aunque no echo las campanas al vuelo..
Descamisar a la Perra Brava en San Nicolás de los Garza parece demasiado complicado para los diablitos, pero no quiero pecar de optimista y afirmar que ya tenemos un píe en las semifinales. Un demonio mayor como Cardozo aún cojeando puede hacernos pasar una mala tarde, así que esperaré antes de cantar el himno de la victoria. De cualquier manera en estos momen-tos traigo bien puesta literalmente hablando, mi camisa felina. En hora buena ¡Arriba los Tigueres¡

Y bostezo italiano

Hoy Manchester durmió. Hasta el eterno rugir de sus fábricas hoy sonó como bostezo. El Teatro de los Sueños tuvo tanto sueño que se acabó por quedar profundamente dormido
La Ciudad de Manchester, cuna de la Revolución Industrial y hogar de una de las agrupaciones más interesantes de la historia del rock llamada Joy Division, no se merece tres horas de auténtico tedio. No cuando sobre el pasto de ese teatro sagrado, juega una armada roja que a lo largo de más de un siglo de historia ha rendido culto a un juego vertical y agresivo.
Pero hoy el Teatro fue profanado. Dos sumos sacerdotes del catenaccio celebraron una liturgia de aburrimiento.
Hace 140 años, cerca de Manchester, en un lugar llamado Shefield, un grupo de elegantes caballeros británicos redactaron en 1863 las reglas oficiales de un nuevo deporte que emergía del Rugby. Sus aristocráticos inventores pronto se hicieron notar por su buen dominio del juego aéreo, el cabezazo preciso, el centro a la olla y el contacto rudo, herencia del Rugby.
Pero donde sí brilla el sol, al otro lado de Europa, ahí donde Adriático y Mediterráneo bañan una península poblada de bellas mujeres y augustos caballeros, alguien reclamó la paternidad del juego. Improbable que conste en los textos de Virgilio o Cicerón, pero lo cierto es que desde los tiempos de Julio César, o acaso desde las ancestrales épocas etruscas, en esa península se practicaba un juego llamado Calcio. Acaso Rómulo y Remo hayan disputado un balón con la negra loba como árbitro o tal vez Nerón fue el primer Berlusconi de la península, que abandonaba sus deberes de mandatario para seguir el juego.
La cuestión es que estos señores se dieron a la tarea de jugar al Calcio cuyo recuerdo tal vez habría quedado bajo las ígneas rocas que cubrieron Pompeya, de no ser porque los italianos tuvieron a bien descubrir que es enuevo juego exportado por los ingleses les gustaba y mucho. Tanto, que su benemérito Benito Mussolini se dio cuenta que era el jueguito era el medio idóneo para mostrar al mundo las virtudes del fascismo. Vencer o morir, fueron sus palabras antes de la final de 1934 en contra de Checoslovaquia. Y los partisanos del Duce con algún empujoncito arbitral, consiguieron levantar la Copa Mundial en el Estadio Fascista de Roma. Cuatro años más tarde, cuando Europa ya empezaba a oler a pólvora, Mussolini repitió las palabras: Vencer o morir y sus camisas negras de la cancha volvieron a cumplir, ahora en campos parisinos. 4-2 a Hungría. Se-gunda Copa del Mundo.
El problema es que el miedo a no vencer y por ende morir se quedó en el subconsciente itálico y el fascismo quedó instaurado como régimen único en sus campos de futbol. Hay quien dice que la paternidad es de Helenio Herrera. Yo creo que la camisa negra de Mussolini se quedó puesta debajo de la casaca azurra. No importa que sus equipos estén poblados de mercenarios extranjeros. Futbol italiano es sinónimo de catenaccio y catenaccio es sinónimo de fascismo. Prohibida la libertad, prohibida la improvisación, prohibida la genialidad.
Hay que estar cerca, a milímetros del adversario, sentir su respiración y su sudor a lo largo de 90 minutos, recordarle que en el régimen fascista quien recibe más patadas son las piernas y no el balón.
Milán y Juve haciendo dormir a los sueños del teatro manchesteriano. ¿Donde quedó esa Vieja Señora que apabulló a Madrid? ¿Se le olvidó a Del Piero lo que se siente ser genio? ¿Tanto dependen en Turín de un checo de apellido Nedved?
Y los lombardos de Berlusconi, luego de haber dejado en el armario la casaca rojinegra trataron de asustar a la Vieja Señora haciéndole creer que por una vez probarían que se siente ser ofensivo. Y hasta ellos mismos casi se lo creen cuando Shev-chenko batió a Buffon, pero el árbitro decidió que Rui Costa le estorbaba la vista al portero (la carne de burro no es transparente, hubiera gritado Buffon) Un gol que hubiera despertado a Manchester, un gol que acaso les hubiera recordado a los 22 jugadores que se estaba disputando el máximo trofeo europeo, a mi criterio el de mejor nivel del Mundo. Pero el señor árbitro dijo que entre italianos solo es posible un par de roscas y anuló el gol del ucraniano. A partir de ese momento mi insomnio encontró un remedio más efectivo que la más potente pastilla para dormir. Mejor que ahí hubiera pitado para tirar los penales e ir a casa de una vez. Hoy la final fue solo eso, un punto final, un se acabó, pero estuvo lejos de ser la cúspide del mejor tor-neo del mundo. Un indigno bostezo para clausurar una justa que tuvo encuentros de alarido. Desde hace 17 años, cuando Steawa Bucarest batió a Barcelona desde los doce pasos, no me aburría tanto en el último miércoles de mayo.

Concluyo mi disertación con dos acertados comentarios del Diario Marca:

“No se enfaden. No merece la pena. ¿Acaso Titanic no ganó once Óscars? Esta copa viaja a Italia por mucho que nos duela. Eso sí, sus protagonistas salen por la puerta de atrás y con su fútbol más en entredicho que nunca. El 'Teatro de los sueños' fue más bien una sala de películas de 'Serie B'. Ahora Lippi y Ancelotti se deberán tragar sus palabras, porque el paupérrimo espectáculo dado por sus equipos pone al 'calcio' en el punto de mira de todas las críticas”.
“La tanda de penaltis fue de patio de colegio. Diez lanzamientos y cinco fallos. Al final, el transformado por Shevchenko, un jugador que lo intentó todo durante la primera media hora de juego, premiaba a los espectadores, hartos y horrorizados de un espectáculo que da la razón a los que hablan pestes de este maravilloso deporte que algunos se empeñan en domeñar como si fuera un ejercicio fatuo al servicio del músculo”.




El corto verano de la anarquía
Vida y muerte de Durruti
Hans Magnus Enzenberger
Editorial Anagrama

Por Daniel Salinas Basave


No es tarea fácil para un escritor el transformarse en un recolector de
voces que ha de traducir, jerarquizar y acomodar estructuralmente hasta
hacerlas formar una obra.
Construir una historia en base a un caleidoscopio de testimonios es una
labor que se le ha reservado casi exclusivamente al periodista y en la que
pocos literatos aciertan a explorar.
Pero aún en esa invisible frontera entre literatura y periodismo que es el
relato de no ficción o el reportaje narrativo, la pluma del autor se
comporta en todo momento como dueña absoluta de los personajes. Después de todo, por más apegado a la verdad que el au-tor pretenda
mantenerse (si es que aún hay quien digiera recetas de verdades absolutas),
siempre será él quien concederá la palabra a sus personajes y quien se
encargará de presentarlos ante el lector.
Lo complicado es permitir que sea la voz de los personajes la que se escuche
sin mordaza alguna y que el autor, o en este caso recolector, se limite a
ser una suerte de director de orquesta que trás el telón vigila que las
voces conserven la armonía.
Este tipo de estructura narrativa es una herramienta sumamente útil cuando
el investigador bucea en acontecimientos históricos o periodos relativamente
recientes sobre los que exista polémica, censura o poco material gráfico. Esta fue la tarea que emprendió el alemán Hans Magnus Enzenberger (Baviera,
1929) que valiéndose de un coro de testimonios recrea la fiebre anarquista
de la España de principios del Siglo XX.
En El corto verano de la anarquía, Enzenberger se entrega a la labor de
escribir la biografía del líder anarquista español Buenaventura Durruti, un
personaje envuelto por el aura de leyenda que acompaña a todo héroe popular
y de cuya existencia apenas sobreviven los testimonios de quienes lo
conocieron.
Al reconstruir la vida de este obrero metalúrgico que pasó casi toda su
vida en la clandestinidad y cuyo anecdotario es propio de un personaje de
película de acción, Enzenberger entrega uno de los trabajos más completos
que se hayan escrito sobre el movimiento anarquista.
En una época de totalitarismos e ideas radicales, los anarquistas
representaron desde su extremo, uno de los movimientos más puros en lo que
se refiere a su ideario e incorruptible en la acción.
A diferencia de los comunistas, los anarquistas no conocieron la corrupción
ni la seducción del poder.
En los cientos de testimonios recopilados por el escritor alemán, Durruti y
sus compañeros oscilan desde una sencilla condición de jovenes obreros
enfrentados a todo tipo de adversidades, hasta la de héroes de leyenda que
con sus convicciones de hierro y su audacia lograron encender una mecha
revolucionaria que se contagió por toda Europa.
Lo poco que oficialmente se sabe sobre Buenaventura Durruti, es que nació en
Léon (provincia de Castilla) en 1896. Siendo un adolescente trabajó en un
taller y por las noches acudía a la escuela, en donde empezó a relacionarse
con otros obreros.
Muy joven aún se convierte en impulsor de huelgas Y se transforma en un
perseguido que debe sobrevivir a salto de mata, huyendo de una ciudad a
otra.
En esta historia, Enzenberger decide empezar por el final y el prólogo de su
obra es la narración del funeral de Durruti en medio de una lluviosa noche
de 1936 en la roja Barcelona de la Guerra Civil.
Después de este prólogo, y tras una breve introducción a los orígenes e
ideario del movimiento anarquista, comienza la recopilación de los
testimonios sobre la vida de Durruti desde su infancia hasta su muerte a
manos de los falangistas al inicio de la guerra.
Como toda recopilación, la de Enzenberger es fragmentaria y encuentra su
mayor riqueza en la contradicción de los testimonios, que nos revelan la
imposibilidad de acceder a la objetividad absoluta.
Un paralelo en la literatura mexicana sería el libro La noche de Tlatelolco
de Elena Poniatowska que maneja una estructura casi idéntica. En estas obras, el recolector le entrega al lector las voces. Los personajes
hablan. “Su” verdad está ahí, con toda la carga de subjetividad que tiene
todo testimonio humano.
Las dudas, los cuestionamientos, las opiniones y las conclusiones son tarea
del lector.

Tuesday, May 27, 2003

Siempre hay una primera vez. Ayer, después de 10 años de ejercer el periodismo, entrevisté por vez primera a un ministro de la Iglesia por asuntos relativos a su labor pastoral. Tuve que entrarle al quite para cubrir un evento del obispo Rafael Romo Muñoz y por increíble que parezca, una nota que habla sobre el nuevo Plan Diocesano está firmada por un periodista que no solo es radicalmente ateo, sino que se confiesa jacobino y anticlerical. Una especie de combinación entre Plutarco Elías Calles, Nerón y Voltaire. Ya hablaré más profundamente de las razones de mi jacobinismo, aunque discutir de religión es tan estéril como discutir si un clavado en el área es o no penalty. La cuestión es que hablé con el Obispo y fui tan imparcial y tan profesional, que sin duda él no pudo notar que estaba frente a un enemigo declarado de su Iglesia.
También hoy hubo una primera vez. Trás más cuatro años de vivir en Baja California, por vez primera visité la capital de este gran Estado. Aunque usted no lo crea este simple mortal que ha pisado ciudades tan improbables del Viejo Mundo, jamás había sentido el horno del valle cachanilla. Al conducir en medio del desierto, fue inevitable no pensar en Las enseñanzas de Don Juan. Ya platicaré después sobre esta aventura.
Hoy estoy cansado. Demasaido sol, demasiadas horas al volante. Y todavía tengo que ir a Rosarito por Carolina. Hay momentos en que el cuerpo humano se fusiona con el automóvil. Si me dieran a elegir, prefiero la bici o el caballo.

Monday, May 26, 2003




...descubrí que la vida es inalcanzable en la vida, que la vida está muy por debajo de sí misma y que la única plenitud posible es la plenitud suicida.

Me sentaré a esperar, habrá una silla para mí en esta ciudad y en ella se me podrá ver todos los atardeceres, callado, practicando la saudade, la mirada fija en la línea del horizonte, esperando a la muerte que ya se dibuja en mis ojos y a la que aguardaré serio y callado todo el tiempo que haga falta, sentado frente a este infinito azul de Lisboa, sabiendo que a la muerte le sienta bien la tristeza leve de una severa espera. ¿Pessoa o Vila-Matas?

“Viajar, perder suicidios; perderlos todos. Viajar hasta que se agoten las nobles opciones de muerte que existen”. Este sí es Pessoa.

“Viajar y perder países, inventar personajes que evitan que nos arrojemos al vacío, adentrarse a tumba abierta en la realidad, perseguir con gran fatiga vidas ajenas, morir de esa pasión extrema que puede ser el amor, coleccionar tempestades, interiorizar a los muertos, perderse, practicar la saudade, convertirse en fantasma” Este sí es Vila- Matas.

Saudade

Si la memoria no me falla (y mira que a veces falla mucho) la primera persona a la que escuché pronunciar la palabra “saudade” fue Alfa Irina Caballero. Meses después escuché a Gerardo Ortega emplearla en algún poema.
Aún así, el término saudade me recuerda irremediablemente a Alfa Irina. Un día no supe más de ella. Se marchó y me marché sin rastro alguno, pero la recuerdo cada que escucho o leo la palabra. Luego entonces, la palabra “saudade” lleva la saudade en si misma.


Sábado de Matrix.

Tras los lentes oscuros las balas son meros pretextos, simple parafernalia casi etérea. De una tormenta de millones de balas disparadas a lo largo de toda la película, solo una hizo blanco en Trinity y no fue capaz de matarla. Otras, muy pocas, hicieron blanco en el cerrajero. Las demás quedaron suspendidas en al aire frente a la mano del sacerdotal Neo o se impactaron en la carrocería de un auto. Matrix está atiborrada de malos tiradores.
Las patadas y karatazos son dignas de una refinada exposición artística, sumamente estéticas, ágiles, rítmicas y llenas de gracia. El problema es que son terriblemente inefectivas. Tantas y tantas patadas para no ser capaz ni siquiera de sacar un rasguño en la cara o una fractura de costilla es para preocuparse. Sería mejor ahorrarlas y sacar un infalible picahielo.
Trinity es el alma de Matrix o mejor dicho su símbolo. Al escuchar o leer la palabra Matrix inmediatamente evoco a Trinity. A ninguno de los demás, solo a ella. Como cuando te dicen AC DC y automáticamente piensas en Angus Young y no en otro miembro.
Trinity es simplemente bella. Debo aceptarlo: me gusta esa mujer y su sola imagen justifica la película. Neo en cambio se ve ridículo emulando a Superman enfundado en esa sotana de párroco de pueblo.

Mi primera película en TJ

Maxrix, la parte uno, fue la primera película que vi en un cine tijuanense en el ya lejano 1999. Yo acababa de llegar a la ciudad y la primera vez que Carolina y yo salimos al cine en algún fin de semana fue para ver esa película que honestamente elegimos al azar. Ninguno de los dos somos grandes amantes de la ciencia ficción, pero aún así Matrix nos gustó.
Me agradó de sobremanera el vestuario y la música de Rammstein casi al final. También me agradó el concepto filosófico. Recuerdo que en aquel entonces saqué a colación los conceptos de realidad aparte, “parar el mundo”, o “ver” aprendidos durante mis años como fiel seguidor de Carlos Castaneda.
El poner en duda al mundo que nos rodea y el tratar de sentir realidades paralelas es algo que me ha quitado muchas horas de meditación.
Matrix es una buena película pero hasta ahí. Ya he dicho que no soy cinéfilo y que rara vez voy a deglutir palomitas frente a una pantalla, nunca por mi iniciativa. De cualquier manera confieso haberme divertido y al cine, al igual que a las novelas comerciales (culpables diría Bernardo Jauregui) no les puedo exigir más que eso. Simple y llana diversión.

La clase mierda

Salir del cine siempre constituye un shock, más aún cuando acudes al de Plaza Río. Desde las escaleras eléctricas miras hacia abajo y ante ti está en todo su esplendor la clase media, celebrando si máxima liturgia, su apoteosis cotidiana, deambulando en los parajes en los que se mueve como pez en el agua. Después de mirar lo imposible en la pantalla, debes deleitarte contemplando a los clasemedieros presumiendo impúdicos su membresía en el club de la mediocracia, regodeándose en sus bajas pasiones, exhibiendo sus miserias y complejos. ¿Que diría un ser extraterrestre que pretendiendo hacer una tesis sobre nuestro planeta contemplase el repugnante espectáculo de la clase media congregada en un centro comercial? ¿En que grado de decadencia y mediocridad seríamos situados por el estudioso? Seríamos descritos como un ato de ungulados pastando en prados desiertos, rumiando hierbas de plástico, dóciles, domésticos e infinitamente torpes. Cuanta razón tiene Mayra Luna cuando en su Filtro Cerebral señala en cinco puntos lo limitado y estúpido de la oferta recreativa humana. A la clase media hay que llenarla de aparadores, darle ruido e inventarle ofertas. Hace falta tan poquita mierda para ahogarla.
Puedo ver a la gente congregada en la playa y me divierto (siempre y cuando no tiren basura pues de otra forma me hacen encabronar y corren el riesgo de que los cague a palos), puedo verla en las cantinas, en los estadios o en un concierto y llego a fundirme en la masa, pero siento infinita repulsión cuando veo al género humano congregado en los centros comerciales.
¿Que pecado cometí en una vida pasada o que karma arrastro para tener la condena de ser un clasemierdero? No lo se. No puedo sustraerme o mantenerme aparte del despreciable estrato donde por mis características e ingresos me ubican economistas y sociólogos, pero al menos me redime mi infinita repulsión hacia dicha manada en la que quiera o no, estoy inmerso.


El sábado por la mañana, desembolsé 77 mil 648 pesos. La conversión me indica varios costales de libros, otros tantos de discos, acaso un buen viajecito por el Viejo Mundo o por el Cono Sur o una bacanal bañada en los mejores productos de nuestros bajacalifornianos viñedos. Pero no. A cambio recibí tan solo un papel, un papelito miserable donde dice: “Recibimos del señor Daniel Salinas la cantidad de 77 mil 648 pesos por concepto de enganche total por la vivienda ubicada en la calle Misión de San Bernardo en el fraccionamiento Hacienda del Mar. Y yo estoy contento. Sí, ya se que estoy consumando un ritual calsemediero a más no poder, pero yo estoy feliz. Es bello saber que al menos en un pedacito de este mundo, ubicado justo enfrente del Océano más grande del planeta, hay un lugar que es nuestro. El tan capitalista sentido de la propiedad lo llevamos incrustado hasta en el subconsciente y consumarlo puede ser orgásmico.