Eterno Retorno

Thursday, December 18, 2003

Pasos de Gutenberg
Perros Héroes
Mario Bellatin

Por Daniel Salinas Basave


Hay quien dice que de todas las formas de decoración, el minimalísmo es la más exigente y complicada.
Elegir poquísimos objetos y distribuirlos armónicamente en un espacio, supone ante todo un proceso de sacrificio, pues la apuesta por lo mínimo significa desechar, arrojar sobrantes a la basura y dejar únicamente los elementos exactos que garanticen la armonía.
Cuando la gente me pregunta porqué disfruto tanto las novelas de Mario Bellatin, el ejemplo del placer en la contemplación de un espacio minimalista es el que me resulta más adecuado para explicarlo.
En un panorama dónde el barroquismo de colores chillantes sigue proliferando en la narrativa, el minimalísmo de Bellatin se ha transformado en una marca registrada.
Volviendo al ejemplo de los espacios decorativos, la narrativa de Bellatin me resulta como una habitación de techo alto, grandes cristales, piso de parquet en dónde apenas puede verse un mueble de color metálico, un contraste duro para la casa de la literatura mexicana, cuyas recámaras tienden a competir por ver cuál es la que logra atiborrar más objetos, a menudo innecesarios.
Perros héroes, su última novela, supone mí el reencuentro con un autor al que considero de culto.
Luego de mi absoluta fascinación por Salón de belleza, Poeta ciego y Flores, padecí una suerte de desencuentro con “La escuela del dolor humano de Sechuán.
Por alguna razón que aún no logro explicarme, me había negado a leer Perros héroes. Tal vez porque su novela anterior, Jacobo el mutante, ha sido la que menos he apreciado de toda la obra de Bellatin y en cierta forma temía una decepción
En Perros héroes Bellatin profesa extrema fidelidad a su propio estilo, aunque opta por apuestas más arriesgadas en cuanto a los niveles de lectura.
Experto constructor de espacios y atmósferas prescindiendo de todo elemento metafórico y con descripciones apenas suficientes, este narrador nos transporta en presente a la casa dónde coinciden la absoluta inmovilidad de un hombre y la ferocidad de las bestias que controla.
El relato, que al puro estilo de Bellatin apuesta por la extrema brevedad y se reduce a 74 páginas, narra la historia de un entrenador de perros Pastor Belga Malinois, cuyo cuerpo yace inmóvil.
La única forma directa en que el personaje puede comunicarse con los perros es mediante un chillido y cuenta además con la ayuda de un enfermero entrenador.
En esta novela aparece una vez más el elemento común del cuerpo dañado y deforme, la aparente parquedad de imágenes, la secreta vocación por la crueldad.
Pese a su economía verbal, la multidimensionalidad del texto genera de inmediato en el lector la sensación de tener los ojos tapados ante un todo oscuro que nunca es narrado. El silencio de Bellatin, las palabras no transformadas en tinta, parecen conformar una fantasmal novela de miles de páginas, invisible entre los párrafos mínimos.
Vaya, si se estuviéramos ante un autor cuya fuerza radicara únicamente en la construcción del plano anecdótico, lo más fácil sería decir que Perros héroes es la historia de un hombre inválido que entrena perros y vive con su madre y hermana.
Pero estamos ante Mario Bellatin y aunque uno se puede leer Perros héroes de una sola sentada en menos de media hora, lo cierto es que hablar de las posibilidades de este texto resulta de lo más complicado.
Tal vez lo único que reste por agregar sea una sincera invitación a explorar el extraño e inimitable universo de este narrador que tiene la patente de un estilo sin padrinos ni parentescos en la historia de la literatura mexicana.
Como valor agregado, la edición del libro en Editorial Alfaguara incluye un pequeño catálogo de fotografías tomadas por el propio autor. Y es que también la fotografía se está convirtiendo en elemento común de las multidimensionales novelas de este narrador en cuyo universo todo parece destinado a ser atípico.