Eterno Retorno

Monday, November 17, 2003

Un poquito de teorrea en torno a temas fronterizos y patrioteros-

Sobre el triunfo del spanglish

No me gusta como se escucha el spanglish y experimento una natural e involuntaria repulsión hacia lo pocho. Para ser honesto, no siento la más mínima identificación o solidaridad hacia la cultura chi-cana. Sus íconos, valores y clichés me resultan despreciables. Ya en otra ocasión he dicho que bajo mi opinión absorben lo peor de las dos culturas.
Sin embargo, estoy consciente que el spanglish, con todo el dolor de mi corazón, puede transformarse en una lengua hecha y derecha en un futuro no muy lejano. Una lengua con sus propias reglas y códigos de expresión y pronunciación. Las lenguas no nacen por designio divino ni proyecto intelectual. En ese sentido, el esperanto siguió los pasos contrarios al nacimiento de un idioma e hizo lo posible por suicidarse con prisas. Las lenguas existen en la medida en que un grupo de personas se valgan de ellas para comunicarse. Cuando una palabra deja de ser pronunciada y está ausente de la diaria conversación empieza a redactar su certificado de defunción.
Juan Ramón Lodares, uno de esos defensores a ultranza del idioma español, sostiene en su ensayo titulado Gente de Cervantes una interesante tesis en torno al nacimiento de nuestra lengua.
Según Lodares, el español fue una lengua de frontera. Un dialecto impuro, híbrido, utilitario, que nació como consecuencia de la mezcolanza de culturas. En el Burgos del Siglo X y XI, límite fronteri-zo de Castilla con el mundo árabe, el comercio impuso sus códigos lingüísticos.
Los parlantes de latín vulgar y de un romance protohispánico mezclaron sus palabras con los voca-blos mozárabes.
Las lenguas no se imponen por designio político ni divino. Las lenguas se imponen por necesidad económica.
No dudo que los habitantes del Burgos del Siglo XI hablaran como los pochos de San Ysidro o Chula Vista y no dudo que ante los puristas del latín, aquel dialecto anárquico e inculto sonara como el spanglish. Y muy poco tiempo después nació la Universidad de Salamanca y se escribió El Mío Cid. Pasará lo mismo con el spanglish? Espero no vivir para verlo.

Sobre la muerte del estado nacional

El derecho, la sociología y la teoría política, materias que machaqué hasta la saciedad en la Universidad, coinciden en partir de la familia como el núcleo de toda sociedad u organización, mientras que el estado nacional, sería la forma jurídicamente más acabada, compleja y perfecta de convivencia humana.
Me interesa este último punto. Por más anarquistas que nos declaremos, a menudo vemos el estado nacional como un ente casi divino, una figura superior que nos antecede y necesariamente nos trascenderá después de muertos. Ni modo, somos hijos del Siglo XIX.
Yo creo que el estado nacional morirá en este Siglo o por lo menos acabará de morir su supremacía. Esta muerte lenta comenzó desde el momento en que las firmas comerciales comenzaron a tener más influencia y poder que las instituciones políticas. Una transnacional tiene hoy en día mucho más capital, influencia y poder que muchos estados nacionales.
El estado nacional encuentra su cenit en el Siglo XIX y a principios del XX. Es un hijo natural de la ilustración. Hoy poco a poco se vuelve obsoleto. Las libertades y garantías consagradas por los pa-triarcas ilustrados, llámese Montesquieu, Voltaire o Diderot sirven de muy poco en la vida actual. Sí, es cierto, tienes derecho a elegir a tus gobernantes mediante el sufragio libre, tienes tu libertad de ex-presión, tus 29 garantías individuales, pero: ¿Tienes acaso voz y voto a la hora de elegir al consejo de administración de la Coca Cola, de la Toyota, del Mac Donalds o de Sony? ¿Puedes hacer algo cuando una de estas empresas decide cortar su planta laboral? ¿Puedes poner un alto a la fuga de capitales?
Esa figura decimonónica llamada estado nacional está en el otoño y ya parece tener fecha de caduci-dad. El México que defienden los patrioteros es una falacia nacida formalmente con la Constitución de 1824, convertida en una realidad social y cultural con la Revolución Mexicana y sus efectos y herida de muerte con la entrada al primer mundo por la puerta de la cocina.
Y sí, podrán surgir entonces las voces patrioteras pidiendo que defendamos lo mexicano y yo me pre-gunto: ¿Qué es lo mexicano? Cuánto durará México con su actual conformación republicana? No pienso entrar en dilemas de Laberinto de la Soledad ni invocar a Samuel Ramos o la meztizofilia de Andrés Molina Enríquez. Ya se ha disertado demasiado sobre ello y este blog no pretende reproducir sus teorías.
Un estado es algo falaz y efímero. Es más fácil matar un estado nacional que una religión, ni duda cabe. Aunque hoy es más fácil borrar del mapa muchos estados antes de pensar siquiera en fragmentar una transnacional. Vaya, es más fácil que muera Bolivia, Belice o Zambia, solo por memncionar un ejemplo, a que alguien haga quebrar la Ford ¿Cuántos estados europeos y africanos han muerto y nacido en el siglo que concluyó? ¿Dónde están Prusia y Sajonia? ¿Dónde el imperio Austrohúngaro? ¿Dónde Yugoslavia? Dónde Rhodesia o Zaire? No hay estados milenarios. Hay naciones milenarias, pero éstas son cada vez más híbridas. Los elementos que los defien como nación cada vez son más débiles. Nada más como ejemplo: Alemania e Italia nacieron como estado nacionales en 1870. El primero ha sufrido terribles modificaciones en muy poco tiempo. México y casi toda Latinoamérica conocieron la palabra República (sólo la palabra) entre 1810 y 1830- Hoy en día el mundo ya no es tierra fértil para la proclamación de la soberanía y supremacía del estado nacional. Estamos volviendo a la era del Imperio, el Imperio político y el Imperio comercial, capaces de imponerse a las voluntades e intereses de mayorías. El bien común, fundamento mismo del Estado y el Derecho, pasó hace un rato a segundo o tercer término. Vale más que nos aclimatemos de nuevo a vivir en el tiempo en que el mundo se dividía en imperios y bárbaros. ¿Resistir? Para qué, es inútil, mejor poner la cara del cerdo que en la fila espera en paz a que le llegue su turno en el matadero.


Sobre el texto de Yepez en El Ángel

Es cierto que no coincido con muchos de sus puntos de vista y me parece que en ocasiones abusa de la teorrea, pero ello no significa que no reconozca en Heriberto Yepez a una pluma sagaz, en extremo creativa y con altas dosis de malicia. Por ello me confieso un tato decepcionado por el texto que apa-rece ayer en El Ángel de Reforma sobre el comienzo de la ex patria. Me decepciona, pues la verdad esperaba mucho más de él. Realmente, y eso lo digo sinceramente, me da gusto que un escritor de Ti-juana se vuelva un huésped permanente de un suplemento que, queramos o no, es muy leído y en es-te y en el otro mundo el peso e influencia de una publicación se mide por su número de lectores. Pero en lo personal esperaba un texto más desafiante, más irreverente, con una buena dosis de inco-rrección política, algo que que les zorrajara una que otra nalgada a los culos parados de tanto inte-lectual chilango. Pero me encuentro a un Yepez light, bajo en grasas y calorías, diría hasta domesticado.
Los típicos clichés de la frontera: Migrantes muertos, Operación Guardián, muertas de Juárez, colo-nización cultural, pérdida de identidad, ideas que le he escuchado hasta la saciedad a un Víctor Clark, Claudia Smith, Raúl Ramírez Bahena y cualquier aspirante a defensor de derechos de los pollos. La perorata de la frontera: No al guardián - ni una muerta más. Repítase un millón de veces hasta el cansancio y después ponga punto final. ¿Hay frontera más allá de esa tediosa letanía? Pero comprendo a Yepez. Se lo que son las exigencias de los periódicos políticamente correctos y sus bonitos lectores. Alguna vez trabajé para los Junco y hoy trabajo para un diario de gente bien, donde uno no pude escribir improperios ni cosas feas y más de una vez me he tenido que morder un huevo.