Eterno Retorno

Wednesday, November 12, 2003

Sobre las nocturnas alucinaciones

Leía hace unos días a Judith en el blog De quereres y otros males. La narradora platicaba acerca de una extraña experiencia nocturna en medio del sueño o la duerme vela en que la que sentía que se iba o la jalaban from beyond.
La lectura me hizo recordar algunas experiencias realmente alucinantes en medio del sueño. Me ha sucedido con relativa frecuencia cuando duermo siestas en la mañana o en la tarde, pero hace mucho que no me ocurre.
Las últimas veces que me ocurrió fue cuando vivíamos en el depa de Playas y siempre fue durmiendo durante el día. Era impresionante, pues me veía a mi mismo dormido en la cama y cuarto tal como estaba en ese momento y a mis alrededores merodeaban seres extraños. Creo recordar niños deambulando por la recámara. Nunca sentí que me jalaran los patas, com creo entender que le sucedió a la autora De quereres y otros males, pero producía algo similar al escalofrío el mirarlos.
Otras veces soñaba que estaba dormido y el mar se tornaba furioso, al grado que las olas llegaban hasta la recámara y el departamento se cubría de agua mientras yo dormía, al grado que la cama se transformaba en una suerte de embarcación. Eran sueños en verdad alucinantes. Será eso un viaje astral vía marítima?
Recuerdo una experiencia escalofriante: Fue el 15 de septiembre de 2001, la noche en que arribé a Nueva York luego de un agotador viaje. Llegué casi de madrugada a hospedarme en el viejo Herald Square Hotel y caí rendido. De pronto en la alta mar de la madrugada desperté sobresaltado: Alguien había abierto la puerta del cuarto y estaba parado frente a mí. Yo intentaba gritar, pero la voz no me salía. No se cuanto tiempo pasó, minutos o acaso segundos. De pronto fue como si la conciencia vol-viera a mí. Estaba en medio de la habitación. La puerta estaba cerrada y no había nadie aparte de mí.
Estas cosas suelen sucederme cuando duermo solo, lo cual ocurre muy contadas ocasiones en mi vida. Por fortuna, el 98% de mis noches las paso a lado de Carolina y ella se encarga de conjurar a los fantasmas.
Pd- Eso sí, cientos o miles de veces he soñado que me drogo y en mi sueño me pongo loquísimo, hiper high. La droga más potente es el sueño y no necesitas dealer que te provea.

La bibliófila rehabilitación


Dice mi colega Manuel Lomelí el Chango 100 que si un día tuviera que madrearme sería por causa de mi incorregible vicio de la lectura.
Y yo le digo a mi colega que aceptaría de buena gana toda clase de escupitajos, tomatazos, sopapos e insultos diversos el improbable día que me vean leyendo en público y en voz alta, convocando a la gente a que me escuche leer. Si algún día yo convoco a una lectura en un espacio cultural o me inscribo en un foro de discusión literaria, autorizo a cualquier persona a madrearme. Es más, como buen cristiano pondré la otra mejilla para que me surtan un chingazo sin oponer resistencia.
Ojo, eso no significa que yo no participe en foros públicos. Solo que yo hablo, dialogo, discuto o mo-nologo si ustedes quieren, pero nunca leo en público. En la mesa no hay papeles. Eso es un insulto a la concurrencia. Ya bastante tienen con soportar el mal vino. Yo prefiero recuperar la tradición oral de bardos y juglares. Para eso me curtí ganando concursos de oratoria política en la prepa y la universidad. Las lecturas son el mayor escupitajo en el rostro de la literatura. Y para colmo los lectores o presentadores de libros leen espantosamente. No he escuchado uno solo que no contagie sus palabras con una insufrible monotonía apta para combatir mi insomnio. La lectura, señores, la auténtica lectura, es un acto onanista.
Hace algunos meses un señor me invitó amablemente a participar en unas tertulias literarias que organizaba en su departamento. Agradecí la invitación, pero jamás acudí. Considero una horrible pérdida de tiempo el juntarse para discutir sobre un libro. Prefiero que me inviten a ver futbol.
Tampoco tengo amigos ni seres queridos que gusten de la literatura, al menos no con el grado obsesivo que padezco. A mi esposa le gusta leer, pero se clava en libros de terapia psicoanalítica y trastornos mentales, textos que le son útiles para el desempeño de su profesión. Mis mejores amigos casi no leen o por lo menos no se pasan la vida sumergidos en un libro como lo hago yo. Es más, jamás tuve una novia que le gustara la literatura y mucho menos los ambientes literarios. Por lo que a mí respecta, padezco con abnegación esta enfermedad incurable.
En el mundo sólo conozco una persona que lee más que yo: Mi abuelo, pero resulta que él es filósofo y como quién dice, esa es su chamba. A mí en cambio me pagan por elaborar reportajes de investigación, chamba que descuido por estar enganchado a los pinches libros que nada han aportado a mi vida salvo un insano esparcimiento y muchas horas de escape de la realidad. Es un chingado vicio y ningún vicio, que yo sepa, conduce a nada bueno. Pregúntenle a Alonso Quijano. Tal vez, al igual que los tecatos, necesito que me desintoxiquen a punta de reatazos en un centro de rehabilitación para bibliófilos estilo Cirad. ¿Conoces alguno Lomelí?


Aclaración para un teorreíco-

Hoy por la mañana, merodeando o sourrandeando por la red, llegué a hasta las puertas de un blog teorreíco. Pero eso no era lo peor de todo; se trataba de un blog teorreíco chilango. Joder- Ahí nomás pal gasto. Creo que no necesito más adjetivos para describirlo. El teorreíco en cuestión hablaba de revistas literarias, talleres literarios, tertulias literarias, críticas literarias y escatología similar. Con tanta mierda teorreíca el lugar parecía un resumidero. Ya ni mi adorable cuna de porquería luce tan mal. Bueno, la cuestión es que como yo andaba en plan caga palos, le pedí al señor teorreíco que me aclarase la razón por la que llama -Maestro de Baltimore al buen amigo Poe-

-Algunas precisiones sobre el maestro de Baltimore: Hasta donde tengo entendido, Poe se murió ahogado en sus vómitos en una cantina de Baltimore, ciudad en la que estaba de paso y por mera casualidad un día de elecciones de 1849. Pero si la memoria no me falla, el maestro de Baltimore jamás vivió en esa ciudad. Por ahí dicen que nació en Boston en 1809, aunque de una u otra forma, la ciudad dónde se puso la última peda de su existencia le debe estar muy agradecida. Y es que Poe es el único escritor que puede presumir el haber inspirado el nombre de un equipo de la NFL, una nocturna aparición llamada The Baltimore Ravens cuyos jugadores, después de cada Touch Down pronuncian un enigmático Nevermore- DSB


El DF y yo

La gente me pregunta si yo tengo algo en contra de los chilangos. La respuesta es No. Yo viví en el DF durante 4 años, de 1988 a 1992 e hice grandes camaradas. Algunos de los mejores amigos que he tenido en mi vida son chilangos. Rodolfo Cruz, Carlos Macías, Salvador Adame y Gaby Menéndez fueron algo más que hermanos en mi adolescencia.
Pero sucede que ninguno de estos amigos era teorreíco. Todo lo contrario- La combinación chilango y teorreíco produce resultados abominables- Durante el tiempo que yo viví en esa ciudad habité en la colonia La Herradura y en Lomas del Olivo e hice como que estudiaba la prepa en el Centro Edu-cativo Albatros y como que trabajaba en el Zorba de Interlomas.
Jamás fui asaltado, robado, tranzado o algo por el estilo. Tampoco se me vio dando el rol en Coyoacán ni frecuentando ambientes maextrozos, llámese exposiciones, presentaciones de libros o conciertos de géneros distintos al metal o hard core. Acudía con devoción al Estadio Azteca, Olímpico 68 y Azulgrana casi cada fin de semana, era asiduo a las tocadas hardcoreras del LUCC y a las tocadas metaleras de Tlalnepantla, a los reventones del Colegio Alemán en un jardín de Constitución, a co-mer quesadillas a la Marquesa y a visitar a una amante que vivía hasta casa de la rechingada allá por el Viaducto. Creo que algo de lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida, fue vivir mi adolescencia en el DF y no en la aburrida y mojigata Monterrey. Desde 1997 no pongo los píes en la Gran Tenochtitlán. Confieso que a veces extraño mucho esa ciudad, aunque más bien creo que extraño una época-