Eterno Retorno

Tuesday, November 11, 2003

La tentación llegó de Burdeos

No me fui invicto el fin de semana. Confieso haber bebido una copa de un suculento Burdeos que compró Carolina para acompañar el filete que preparó para cenar el sábado. Una copa nunca me basta, pero en esta ocasión mi organismo se dio por satisfecho con la módica ración de ese tinto seco con aroma de madera y cuero.

De relecturas y otros vicios

Pensaba consultar un pasaje sobre el que tenía cierta curiosidad y acabé releyendo todo un libro: El arma en el hombre, de Horacio Castellanos Moya que leí por vez primera hace unos tres años. No cabe duda que la relectura de un buen libro encierra grandes dosis de placer.
El arma en el hombre tiene la contundencia de un balazo de pistola 45 en tu jeta. Fue con ese libro con el que descubrí a un autor que en verdad rifa, un colega periodista del que hasta ahora no tengo queja. Ninguno de sus libros me ha fallado ni les pongo un pero. Castellanos Moya me pasa un chin-go. Además, El arma en el hombre te lo chutas en una sentada, pues no te deja levantarte. Y como suele suceder, a este salvadoreño nadie me lo recomendó, yo lo descubrí solito en mis correrías por El Día. Me he dado cuenta de eso; me pasan más los autores que yo descubro al azar que los que me recomiendan los teorreícos de mierda. Puedo mencionar muchos casos.
El domingo estuve leyendo una novela que compré en La Comercial por 65 módicos pesos: Malebolge del buen Pablo Soler Frost. Un prosista educado este Pablito y me pregunto hasta qué punto influido por el efecto Klingsor de Volpi. Al igual que Arma en el hombre, es un librito pequeño de apenas 103 páginas y lo acabaré en la próxima sentada. No se si es un homenaje, un tributo o una sátira a los libros de Hesse y Thomas Mann. Y es que tal vez por la temática y la ubicación geográfica, la novela me hace recordar irremediablemente el Demian o Doctor Faustus. ¿Me lo tomo por el lado humorístico? Supongo que Soler Frost es un tipo muy inteligente. No cualquier cabrón puede presumir entre sus fieles lectores a Mario Bellatin. Y es que una vez le pregunté al autor de Poeta ciego acerca de sus autores favoritos y me dijo que Soler Frost rifa machín. Algo tendrá el muchacho para no ser japonés y gustarle a Mario. Aquí en el cajón de mi escritorio tengo un librito de cuentos que se llama Birmania que me agrada bastante.
Por lo pronto, para empezar bien la semana, ayer cedí a la tentación de adquirir en El Día un nuevo título: - Cartografía de los animales celestes- de un tal Enrique Rentería del que jamás he escuchado una chingada. ¿Por qué adquirí este libro? No sé la razón. Parafraseando a Bruno Ruiz, diré que el libro me compró a mí, pues es adicto a mis ojos que en breve se posarán sobre sus páginas.
Y así se ha ido conformando mi biblioteca, regida por el criterio del ojo de buen cubero, una biblioteca a la que faltan muchos autores que los teorreícos consideran fundamentales y que a mi me dan una hueva enorme. En cambio en mi biblioteca ya está el mundialmente desconocido señor Enrique Rentería esperando a ser leído sólo porque el título o la portada de su librito me llamó la atención.

Día de los veteranos

Vaya amanecer- El centro hecho una mierda, la puta línea escupiendo su tráfico más allá de Cate-dral, la sinfonía del claxon en caos mayor deleitando mis oídos. Y ahí viene todo el atajo de pochos haciendo bulto en la calle. Ya me los imagino a los mal paridos, disfrutando su asueto- Día festivo: Vamos a Tijuana a echar desmadre.
Odio los días festivos de los pinches gringos. ¿Día de los Veteranos? Ja, ja, ja- Los veteranos no son más que un montón de tecatos psicópatas que blasfeman al aire desde sus sillas de ruedas. Como bien dice La Polla Records: Las medallas son chapas de hojalata, las banderas son trapos de colores, en la guerra morirás por su dinero, en la guerra morirás por su interés. Mierda al héroe mutilado, mierda al héroe radioactivo, mierda al héroe muerto, moriréis como imbéciles, yo no pienso ir.
No me explico como Julio el sueco extraña los pinches desfiles y los actos militares. A la chingada con los veteranos de guerra, quién les manda ir a la guerra, quién les manda creerse el cuento barato del patrioterismo. Tu país te necesita, debes luchar por tu nación. Ja, ja, ja. ¿De que chingados te sirvió ir a Vietnam, pinche heroinómano de cagada? ¿Qué carajos ganaste en Corea si no tienes ni donde caerte muerto? El día que veamos a Bush mutilado en una silla de ruedas pidiendo limosna en la calle para su cura de heroína, podremos empezar a celebrar con jolgorio el Día de los Veteranos.


El teatro de las redundancias

En el periodismo pasé muy pronto de ser un novato a ser un veterano. No hubo punto intermedio ni escala. En El Norte yo era el inquieto jovencito que empieza a hacer sus pininos en el oficio y debe aprender de sus mayores. Siete años después soy el señor de experiencia que debe aportar ideas para sacar temas novedosos, pegadores, rebosantes de carnita. El problema es que esa carne ya la hemos vendido muchas veces. Vaya, en esta carnicería llevamos cuatro años y medio ofreciendo los mismos cortes. Un bistec a la medida, como le gusta a nuestro cliente pequeño burgués, con los mismos in-gredientes y la misma sazón.
El periodismo es el teatro de las redundancias. El mito del Eterno Retorno o el perpetuo Deja Vu se quedan cortos cuando llevas varios años metido en la dinámica de una redacción. ¿Para que nos hacemos pendejos? Ya hemos escrito de todo y varias veces. Hace un chingo que no escribo o leo, aquí o en la incompetencia, un reportaje que me sorprenda, algo que de verdad nunca hubiéramos tocado.
Revisemos nuestras últimas portadas y les puedo asegurar que cualquiera de los temas que tocamos ya lo hemos tratado por lo menos tres veces antes. Todo aquello que escribo no es más que un reciclaje de algo que ya escribí antes.- Y no, no somos los únicos: checas al pinche cuino de mierda y ya no sabes si reír o cambiar de marca de papel del baño y luego esperas al viernes para leer los alucines paranoicos de mi abuelito, clavado en su eterna tecla. Puta madre, le urge una sacudida a mi mente, unos cuantos putazos a ver si le brota por ahí alguna idea nueva. Me pongo a pensar en que nuevo reportaje sacar y me doy cuenta que la palabra nuevo se vuelve inexistente. Quiero empren-der alguna investigación novedosa, buscar algún hilo negro y te das cuenta que todos los hilos están más blancos que la chingada y aún en caso de que encuentres el más oscuro, a nadie le importa un carajo. Todas las reacciones son medibles. Yo puedo escribir las reacciones que va a generar cada tema y redactar textualmente las respuestas de los funcionarios desde ahora. Es más, desde ahora voy a ir escribiendo la nota que saldrá en la portada el lunes siguiente a las elecciones de 2004 y verán que no me equivoco.

Será más o menos así: – Luego de una jornada dominada por el abstencionismo y la apatía, el candi-dato panista Jorge Ramos Hernández se convirtió en el virtual alcalde electo de Tijuana. Aunque la Comisión Estatal Electoral aún no acaba de computar la totalidad de las casillas, los resultados preliminares que se manejaban hasta el cierre de esta edición señalan al panista como el triunfador de la contienda. Anoche en rueda de prensa, el dirigente del PRI Enrique Acosta Fregoso dio a conocer que ya tienen listas una serie de impugnaciones y aseguró que cuentan con pruebas para exigir la anulación del conteo en por lo menos la mitad de las casillas...bla, bla, bla- Eso sucederá. Me pueden dar un chingazo o escupirme a la cara si no. Armaremos un pedote de cobertura para algo que desde 10 meses antes podemos ir escribiendo.

A veces me pregunto si el periodismo en verdad justifica su existencia y estoy a punto de coincidir con Borges y Bioy cuando conversan en torno a la inutilidad del parloteo mediático. Dice Borges que una noticia tal como -Colón descubre América- sí que merecería ser publicada en los periódicos, pero el resto son inutilidades (y por desgracia la mañana del 13 de octubre de 1492 nadie en Occidente se enteró que ese loco andaba viendo nativas desnudas en Las Indias) Pero seamos honestos y autocríticos: Los medios ofrecemos siempre las mismas chingaderas arropadas en un vestuario hipócrita de - yo quiero cambiar el mundo- y con nuestra aureola moralista le decimos a la gente lo que está bien y lo que está mal. Hay veces que amanezco pensando que un obrero maquilador puede presumir un poco de más variedad en su estilo de vida laboral.