Eterno Retorno

Tuesday, November 25, 2003

Bueno, pues ya es oficial: El próximo 26 de diciembre estaré viajando a Monterrey- Tiempo para ver a la familia, convivir un rato con ellos, constatar que el tiempo ha pasado, que hemos crecido, cambiado y que la existencia sigue teniendo mucha prisa por llegar a alguna parte.



He leído en los blogs de PG Beas y Rafradro constantes referencias a un tipo que se llama Corcobado y cuya música, aunque usted no lo crea, yo aprecio muchísimo.
Conocí a Corcobado por Carolina, quién me hablaba maravillas de él. La cuestión es que este señor suele sonar en nuestras bocinas en noches de vino y nostalgia extrema, generalmente cuando la carrera dionisiaca lleva más de una botella descorchada.
El disco con los Chatarreros de Sangre y Cielo es por mucho mi favorito. Cancines como La Ladrada del Afilador, Chatarra de Sangre y Cielo, La Libertad es la Cárcel más Grande, Mueve el Vientre con Dolor. Y de otro disco me pasan Jugador, Puta, Getsemaní. Corcobado es para mí sinónimo de embriaguez extrema y nostalgia punzante y ya nomás de acordarme de él me dan ganas de escucharlo. Sin duda será el invitado de honor a compartir la próxima botella de Casillero del Diablo.


Entre la provocación del hambre y la sobreexitación del odio, la humanidad no puede pensar en el in-finito.
La humanidad es como un gran árbol lleno de moscas que zumban irritadas bajo un cielo tempestuoso y, en medio de ese zumbido de tedio, no puede oírse la voz profunda y divina del Universo- Jean Jaures, Sobre Dios-

Homo scriptor- A.M.

El conocimiento de los escritores es nocivo: Un poeta- dijo Keats, es la cosa menos poética del Mun-do. En cuanto uno conoce personalmente a un escritor al que admiró de lejos, deja de leer sus obras. Esto es automático.

A lo mejor sí- A.M.

Pero lo poco que pudiera haber tenido de escritor lo he venido perdiendo a medida que mi situación económica se ha vuelto demasiado buena y que mis relaciones sociales aumentan en tal forma, que no puedo escribir nada sin ofender a alguno de mis conocidos, o adular, sin quererlo, a mis protecto-res y mecenas, que son los más.