Eterno Retorno

Wednesday, October 22, 2003

Caósfera

Bienvenidos a la caosfera. Esta mañana todo absolutamente se puso de acuerdo para patearme los huevos. Pero empecemos por los antecedentes. A una velada apacible, le sigue un amanecer caótico.
La noche de anoche fue bella. Cielo claro, estrellas brillantes y un airecito veraniego en pleno octubre nos acariciaba mientras regábamos el jardín. Debo comentar que el pasto ya cubre casi totalmente el frente de nuestra casa. El sábado en Popotla compramos dos enormes macetas que ya están frente a nuestra casa, cada una con su respectivo arbolito ficus. Sobre el jardín hemos colocado tres patitos de madera y en la reja del balcón Carolina ha colgado unas calabacitas de Helloween que se encienden como foquitos de Navidad y brillan en la oscuridad. Ya hemos comprado dulces suficientes para repartir en Helloween, pues la colonia está llena de tepescuincles y damos por hecho que nos van a ir a pedir. Terminamos de regar el pasto y nos dedicamos a preparar una ceviche de delicioso marlin que trajo Carolina de Ensenada. Ahí me tienes desmenuzando el enorme pedazo de pescado mientras Carol picaba los tomates y el perejil. Una botella de Santa Helena blanco, tres chelitas Bo-hemia, un disco de Lacuna Coil (Comalies) un en vivo de Deep Purple, el marlin para chuparse los dedos, el vino fresquecito, sexo delicioso y a dormir como angelitos. Dado que hacía calor, me dormí con una simple camiseta (de la Selección de Brasil para más detalles), pero en la madrugada me estaba cagando de frío, sin embargo estaba tan profundamente jetón, que no tuve a bien taparme o ponerme un pants. Para acabarla estaba teniendo puro sueño psyco. En uno de ellos, estaba yo en la sala de nuestra casa platicando con un don que supuestamente era editor de un periódico chingón de España que por cierto no era El País. La sala estaba a oscuras y yo no encontraba donde prender la luz. Lo más psyco fue que al don se le empezaba a cubrir la cara de sangre hasta que llegaba un momento en que no se le podía distinguir el rostro. Ya no me acuerdo que más pasaba. La tele se encen-dió a las 6:00 (la tele es nuestro despertador). La garganta me dolía machín por la resfriada. Me metí a bañar y luego, con todo el dolor de mi corazón, a rasurarme. Las dos cosas que más me cagan de ser hombre es que te tengas que romper la madre a los 18 años para sacar tu pinche cartilla militar y tener que rasurarme. Odio a muerte los rastrillos, pero ya andaba peor que Robinson Crusoe. Lo más detestable es que con la rasurada pierdes un putamadral de tiempo. En la tele estaban pasando un video de Mars Volta. Yo nunca había escuchado esa banda y me imaginaba que era una mierda tecnoza tipo Jamiroquai o una cagada del estilo, pero con sorpresa descubrí que suena a Led Zeppelin, algo muy raro en estos tiempos musicalmente tan jodidos en que nadie se anima a rasgar una guita-rra como Satanás manda y prefieren zangolotear un vinil poniendo cara de puñetas. Bajamos a la cocina con retraso. Yo me cagaba por un café, pero no encontraba dónde carajos había dejado los pinches filtros. Así sucede siempre que tienes prisa y luego cuando llegó Carolina resultó que estaban en un lugar bien obvio. Total que con retraso y todo, yo me pongo a hacer café, pues mis neuronas están condicionadas a no iniciar el día si no reciben antes una buenísima dosis de cafeína. Total que ahí voy yo con de terco con mi café. Para esto ya eran las 7:30 y a mi me gusta salir máximo a las 7:15. Y ahí vamos en putiza desafiando una neblina típicamente playera aderezada con un sol picante de este que te ciega. Y entonces vino lo bueno: Justo en la salida de Hacienda del Mar (cuya única vía de co-municación con el exterior es una calle angostísima) había chocado una doña con un camión reparti-dor de quien sabe que chingados. La doña era la típica que va en su camioneta a dejar a los tepescuincles con retraso. De seguro iba pendejeando berrendole a los escuincles cosas -como tomate tu quick y arréglate el uniforme- y de pronto MOCOS, que se zorraja de frente con el pinche camión.
La cuestión es que estábamos atrapados en Hacienda del Mar. La única y mínima vía de acceso al mundo exterior estaba tapada. Me bajé en putiza del carro para cagarles el palo y decirles que se borran a la verga pues ya me andaba con la prisa, pero ahí tienes que la doña no se quería mover hasta que llegara el seguro y es que a las doñas se les acaba el Mundo cuando chocan. Los minutos pasaban y ya se había armado una filota de carros. Al ver que la doñilidad no iba a ceder a las presiones me armé de huevos y literalmente agarré monte por un camino de terracería. Bien psyco, puras subidas y bajadas llenas de piedras y bordos, aunque eso sí, con una vista poca madre del Pacífico. Mientras brincábamos entre las piedras y los bordos, pensaba en la urgencia de enviar una petición al Congre-so para exigir la revocación inmediata de todas las licencias de manejo que obren en poder de doñas. Creo que ha habido más de cinco accidentes provocados por atolondradas madres de familia como para sentar una jurisprudencia que les declare incapaces jurídica, física y mentalmente para conducir un automóvil. Anduvimos como 15 minutos por el pinche camino rural hasta que por arte de magia salimos a Real del Mar
Ya estando en la escénica le pisamos a fondo, pero ya pasaban de las 8:00. Lo peor vino cuando lle-gamos a la Avenida Internacional. Pinche atascadero de vuelta de rueda. 25 minutos contados hasta la Vía Rápida. Mientras estaba con el carro parado maldiciendo a Dios, el Universo, el Ayuntamiento y la Unidad Municipal de Urbanización, un par de tecatos sentados en el camellón se inyectaban heroína en sus patas mugientas disfrutando su paraíso opiáceo mientras yo clamaba por la llegada de un ángel exterminador que consumiera en infernales flamas a todos los carros de Tijuana con excep-ción del mío. La Vía Rápida no fue tan lenta esta vez y en putiza llegamos hasta la rampa Cetys. Pero a la hora de dar vuelta a la Ampliación Guaycura ¡Mierda¡ había un pinche mercado sobre ruedas y ahí nos tienes, otra vez a vuelta de rueda. El problema es que el trabajo de Carol es estricto con lo de las llegadas tarde. Eso sí, tiene una prestaciones poca madre, dos periodos de vacaciones al año, días económicos, buen aguinaldo y no son como ciertas empresas que conozco que le dan una patada en el culo a su gente más fiel luego de años de servirles y darles buenos resultados. Pero la cuestión es que son mamones con lo de la llegada tarde, eso sí, ni toleran un minuto. Pero a punta chingazos y todo, llegamos, contra viento y marea. El regreso fue lo mismo. Un tráfico de mierda, una declaración de guerra a las calafias y al final el arribo a esta Redacción. Estaba tan hasta la madre del carro, que me fui en taxi a una cita que tenía con el delegado de Infonavit. Luego caminé desde el Infonavit, ubicado en la Calle Guanajuato de la Colonia Cacho, hasta el Sanborns de la Revo y Ocho y de ahí hasta Madero y Tercera para tomar taxi de retorno al trabajo. Caminar es algo muy chingón. En fin, toda esta serie de contratiempos y hasta mi dolor de garganta se olvidarán si esta noche los Tigres ganamos el Clásico y lo celebro con una mezcaliza- A huevo que sí, vamos a exterminar a esos rayaditos de mierda.

Repitan conmigo: Que Chingue a su madre rayados
Que chingue a su madre el beisbol
ARRIBA LOS TIGRES