Eterno Retorno

Wednesday, September 17, 2003

Oscura sangre

Lo dicho: El 16 de septiembre es y será un ritual de sangre y dolor. En este mismo espacio narré acerca de la elaboración de dos de mis tatuajes en esta histórica fecha. Pues bien, mi cuerpo ya tiene otra razón para recordar el Día de la Independencia. Ayer acudí a donar 450 mililitros de sangre. Resulta que la madre de Carol será operada el viernes y se necesitaba asegurar por lo menos dos pintas de sangre ¿Y quiénes fueron los valientes? Pues Carol y yo, ni más ni menos. Ahí estábamos ambos, recostados sobre camillas mientras dos gruesas agujas atravesaban nuestras venas y las bolsas se iban llenado rápidamente con nuestro oscuro fluido. Sientes algo de dolor cuando te introducen la aguja y cuando el proceso ha terminado, sobreviene un desvanecimiento súbito. Te mareas horriblemente y se te nubla la vista, pero solo dura unos segundos. Después te sientes algo débil, pero nada del otro mundo. Pese a la advertencia de no beber alcohol, saliendo del centro hematológico me fui a tomar un par de Negras Modelo. Le advertí a mi suegra que recibir mi sangre en una transfusión es el equivalente a que te inyecten una botella de Casillero del Diablo. Pura sangre de Dionisio. Como quien dice, si te inyectan mi sangre es el equivalente a agarrar el pedo.
Por lo demás, elevo plegarias a mis paganos dioses para que todo salga bien en la operación y no se presenten complicaciones de ningún tipo.

Tinta y Diablos Rojos

Luego de donar la sangre y beber Negras Modelo, fuimos a comprar dos arbolitos fícus que ya están colocados al frente de nuestro hogar. Posteriormente regresamos a casa y dado que me sentía agotado por la pérdida de sangre, me arrojé sobre la cama y desde ese sagrado altar me di a la tarea de realizar dos actividades de manera simultánea: empezar a leer Tinta Roja de Fuguet y seguir las incidencias del Manchester United vs Phanatinaikos en la primera jornada de la Champions. Los Diablos Rojos masacraron 5-0 a los pobres griegos que ya no sentían lo duro sino lo tupido. Con o sin el Spice Boy, la Armada Roja del Teatro de los Sueños es y será una maquiladora de futbol espectacular y ofensivo.
De Tinta Roja puedo decir que al menos las primeras páginas me dan la impresión de ser un libro al que le falta cierto instinto asesino, pero habrá que darle el beneficio de la duda-


Por lo pronto, me permití un par de frases con las que tengo cierta identificación:

- Nací con tinta en las venas. Eso, al menos, es lo que me gustaría creer-
- La mediocridad es más sutil de lo que uno cree y a veces te abraza con el manto de la seguridad. Uno se acostumbra y sigue adelante. La vida creativa puede ser activa e intensa, pero carece de la estabilidad del pantano. Uno al final puede vivir de lo más bien sin estímulos. El hombre es un animal de costumbres y yo me acostumbré-

Para fiestas y posadas, Vargas Llosa y sus mamadas

Mario Vargas Llosa me cae casi tan mal como Enrique Krauze y eso ya es mucho decir. Ambos me parecen descarados colaboracionistas, voceros del mercado libre y la globalización, codiciosos usureros y mercaderes de las letras. Pero ojo, el que un autor me sea antipático por su forma de pensar o actuar, no es razón suficiente para que yo vete sus libros de mi librero. También hay autores que me caen muy bien como personas, pero sus libros no merecen un lugar en mi selecta biblioteca, pues simplemente no tienen nada que aportarme como escritores (con todo respeto, jamás invertiría un centavo en comprar un libro de Germán Dehesa, por más simpático que me resulte en persona, por ejemplo)
Cuando Krauze se limita a escribir sobre historia, de preferencia sobre Independencia o Reforma, puede anotarme entre sus lectores. Lo mismo me sucede con Vargas Llosa y algunas de sus novelas, que me parecen muy buenas, sin llegar a ser geniales. Con todo y la distorsión mediática que se carga a cuestas, La fiesta del Chivo es una gran novela política que merece ser leída. Eso sí, sus columnas pro capitalistas son despreciables. Yo no puedo confiar en la honestidad ideológica de alguien que quiso ser presidente de su país y que en un alarde de amargura tras su rotundo fracaso, cambió su nacionalidad, pero eso es otro asunto. La cuestión es que en los últimos días he cedido a la tentación de leer a este peruano, concretamente el conjunto de ensayos La verdad de las mentiras, que Alfaguara te vende como la gran novedad editorial, aunque sean ensayos rescatados desde 1987.
No se porque diablos me gusta tanto leer críticas o ensayos en torno a libros que ya he leído. Y en ese sentido debo reconocer que me agradó lo escrito por Vargas Llosa en torno a dos novelas que leí en mi época preparatoriana y que de una u otra forma me marcaron: La muerte en Venecia de Mann y El lobo estepario de Hesse. Me gusto tanto la interpretación que le da a La muerte en Venecia, que estoy por iniciar la relectura de los cachondos deseos de Von Aschenbach en torno al joven Tatzio. Aquí van dos ideas más que rescatables:
- ¿Como definir esa subterránea presencia que por lo general las obras de arte revelan de manera involuntaria, casi siempre al sesgo, fuego fatuo que las cruzará de pronto sin permiso del autor? Freud la llamó instinto de muerte; Sade, deseo en libertad, Bataille, el mal. Se trata, en todo caso, de la búsqueda de aquella soberanía integral del individuo anterior a las normas y los convencionalismos-
- - Pero la vida no está hecha solamente de razón, también de pasiones. El ángel que habita en el hombre, nunca consigue derrotar totalmente al demonio con el que comparte la condición humana, aun cuando en las sociedades avanzadas esto parezca logrado.


Sobre los pensamientos de Harry Haller ya he leído bastante como para dar paso a una nueva relectura. Me llama la atención que el peruano llama a El lobo estepario la Biblia del incomprendido y el soberbio que se siente superior o simplemente divorciado de la sociedad en la que vive.
Eso es muy cierto. He conocido demasiados anacoretas, perpetuos incomprendidos que han hecho del Lobo hessiano su bandera. A mis 17 años, en una etapa muy dura de mi vida, llegué a considerar a ese libro como una obra superior. Hoy en día, desde mi adulto pedestal, miro la obra de Hesse con la ternura que generan los idealismos de un adolescente. Por lo demás, solo me resta reconocer que hay ciertos seres que me cagan la madre, pero suelo leerlos cuando se olvidan de la política y se concentran en la literatura (o la historia) Vargas Llosa es uno de ellos.