Eterno Retorno

Thursday, July 03, 2003

Pasos de Gutenberg
La ciudad ausente
Ricardo Piglia
Editorial Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Aceptar el reto de sumergirse en la obra de Ricardo Piglia, requiere estar preparado para descifrar claves, armar rompeca-bezas e ir corriendo tras personajes cuya primera impresión en el lector siempre es engañosa.
Más aún, los personajes de Piglia parecen ocultar identidades o motivaciones que arrastran consigo a grandes mitos de la literatura argentina.
Los fantasmas de Roberto Arlt y Macedonio Fernández parecen omnipresnetes en la obra de Piglia. También Borges y Sarmiento. “La historia argentina es el monólogo alucinado, interminable, del sargento Cabral en el momento de su muerte, transcrito por Roberto Arlt”, ha dicho el propio Piglia.
Para hablar de su novela, La ciudad ausente, solo se me ocurre decir que sería como tratar de explicar la convergencia de varias dimensiones o realidades acaso invisibles entre sí, en un mismo espacio.
La propuesta de Ciudad ausente es una eterna clave, una transitada avenida con varios sentidos. Ahí está en todo momento el fantasma de Macedonio Fernández, pero también la evocación del Martín Fierro. Una trama que parte de lo detectivesco a la fantasía, aunque hay quien afirma que Ciudad ausente no es más que una gran novela política.
Su personaje principal, Junior, un extraño anglófilo que se convierte en un reportero policíaco con la rara habilidad de narrar los hechos antes de que sucedan, debe investigar la historia de una extraña máquina transformadora que yace oculta en un museo.
A partir de ese momento, Junior oscila entre contratantes ritmos de habla y tiempo, “una galería inaudita de voces simultáneamente traidoras y fieles a la literatura argentina”.
Hay quien dice que la arquitectura de La ciudad ausente de Piglia, se parece mucho a la del Dublín que recorre Ulises. ¿El James Joyce de la pampa? Aquí la comparación no parece tan odiosa.
Pero para entender a Ciudad ausente, tal vez sea necesario conocer a su hermana mayor, Respiración artificial y asimilar la evolución narrativa de Ricardo Piglia.
Este narrador, que con perdón de Ernesto Sabato y Juan José Saer es considerado por algunos como el mayor escritor argentino vivo, nació en Adrogué, provincia de Buenos Aires en 1941. En 1967 debutó con su primer libro de relatos, La invasión, premiado por Casa de las Américas.
En 1975 publicó Nombre falso, un libro de relatos que logró las primeras traducciones del autor al francés y al portugués. Pero fue en 1980 cuando puso punto final de la que para muchos críticos es la piedra angular de su obra y el non plus ultra de la literatura argentina contemporánea: Respiración artificial.
Una encuesta entre escritores y críticos rioplatenses, ubicó a Respiración artificial entre las diez mejores novelas argentinas del Siglo XX.
Apostando por la figura del detective en el Tío Marcelo, Piglia investiga los documentos de un polémico personaje que es recordado como héroe pro del que pesa la sospecha de ser en realidad un traidor.
Respiración artificial fue el antes y después de Ricardo Piglia. El problema fue que la sombra de esta gran novela se posó sobre el narrador y lo mantuvo 15 largos años en la agrafía. Hasta que apareció Ciudad ausente, una novela que es un innegable retoño de Respiración artificial. Ahí aparece de nuevo el personaje Emilio Renzi y las voces vuelven a fluir patinando el habla entre lo gauchesco y lo porteño, flotando sobre un Buenos Aires fantasmal, incierto e irremediablemente mutante.