Eterno Retorno

Tuesday, May 06, 2003



Antología del nido

Mi primo Héctor reflexiona sobre la historia de las calles en donde ha vivido. “Son pequeños mundos dentro de la gran ciudad y acompañan con una personalidad única a los días que pasan, tienen su propio carácter, se comportan de determinada forma y parecen ser marcos de épocas”. Me ha dejado pensando. En las casas se queda un poco de uno. La borra del café de Benedetti inicia con las descripciones de cada una de las casas en donde el personaje vivió de niño.
Mi vida está dividida en demasiadas casas y tres ciudades, con un par de paréntesis en apacibles ranchos estadounidenses. Casas, calles, escuelas, trabajos, parejas. Los marcos que encierran el entorno y las circunstancias de la vida humana.
En algunas casas he pasado apenas unos meses. En otras he pasado largos años (nunca más de 8) Por alguna u otra razón no ha habido demasiada estabilidad en ese aspecto. De ahí que el hecho de cumplir esta semana cuatro años de vivir en la misma casa y de ir cada mañana al mismo trabajo me haga reflexionar. Definitivamente ha pasado demasiado tiempo. Más del que yo esperaba-

He aquí autobiográfica y egocéntrica antología de los nidos.

Cumbres (1974) - Consta en testimonios históricos que la casa donde estuvo mi cuna fue un pequeño departamento en la Colonia Cumbres cuando este sector pertenecía a las afueras de Monterrey y estaba repleto de áreas baldías. Solo por fotografías conozco este sitio donde viví mis primeros meses de existencia. Ni siquiera en mi vida adulta he sabido dar con su ubicación exacta.

Río San Juan- (1974-1982) Esta fue mi casa en todo el sentido de la palabra. Absolutamente tatuada en mi subconsciente. Por alguna razón, muchos, muchísimos de mis sueños nocturnos se desarrollan en esa vieja casa de la Colonia Miravalle. Grandes jardines, árboles inmensos, paredes tapizadas por libros de filosofía. Palomas en sus ventanas, urracas y gorriones patrullando el jardín, mandarinas, toronjas y limas en las copas arbóreas. No exagero si digo que en ninguna casa he visto tantos libros. No en balde era la casa de un filósofo. Cada rincón es en si mismo una leyenda cargada de pensamientos, ideas, temores. Mi personalidad no sería la misma si hubiese crecido en otro lugar. La casa fue vendida y demolida en 1992. Hoy en día es un hospital. En la sala de la casa tengo colgado un cuadro de esa casa pintado por mi madre. Demasiadas veces he sentido sed de revelar o redescubrir esa casa escribiendo sobre ella. Hasta ahora no lo consigo.


Avenida Loma Grande- (1982-1983) Mi primera “nueva casa” fue efímera. Apenas un par de meses de noviembre a enero. Un pequeño departamento en tercer piso circundado por un terreno baldío inmenso que hoy en día son las instalaciones del Canal 28. Muchos estudiantes, unos españoles y una niña con parche en un ojo, eran nuestros vecinos. Pese a lo efímero, tuvo un fuerte significado.

Loma Larga (1983- 1984) Esta casa se ubica a tres cuadras de la anterior. Una terraza gigantesca cuyo tragaluz rompí en pe-dazos, un jardín aceptable y la presencia del cerro Loma Larga justo enfrente a donde realicé cantidad de excursiones. Mucha bici, mucho cerro, mucho disparar la escopeta de diábolos. Un año y ocho meses la habitamos. Fui feliz.

Privada 16 de Septiembre (1984-1986) Una angosta y larguirucha casa de tres pisos ubicada en un fraccionamiento privado.
El tercer piso lo constituía mi cuarto y la lavandería, lo que me generaba sensación de independencia. En esa casa padecí el primer enamoramiento de mi vida y según mi experiencia de 10 años de vida, el más doloroso. En esa casa vivíamos cuando nació me hermana Ana. Me gustaba pasar noches en vela contemplando el mundo desde mi ventana. En ese cuarto tuve mi primera grabadora y torturé a mis vecinos con Van Halen, Quiet Riot y Twisted Sister, sound track que musicaliza esa época.

Avenida Vasconcelos (1986-1988)- Arquitectónicamente es por mucho la casa más horrorosa que hemos tenido. Aún no se definir si era depa o era casa. Estaba refundida entre locales comerciales en una caótica avenida. Sin embargo la recuerdo con bastante carga erótica Ahí llegué con la pubertad a tope, leyendo Caligula, hojeando furtivamente mis Hustler . Por consiguiente esa casa fue bañada en esperma. Mis primeras cervezas, mis primeros tabacos, mi expulsión del Liceo, peleas recurrentes con mis padres. En época de caos y cambios nació mi hermana Elisa. Tiempo de mis grandes fugas en bicicleta y mi afición futbolera más radical (nos cambiamos en pleno México 86) La horrible casa de Vasconcelos fue la que le dio la bienvenida al niño malo.

Cerrada de Yuridia (1989- 1991) Contra mi voluntad, cambio de ciudad. En México, en la colonia La Herradura, me esperaba una casa inmensa con dos jardines y tres pisos, muy distinta al hogar regiomontano que añoraba. Una pinche casa de rico a la que pese a su hermosura yo no me adaptaba, pues odiaba a muerte la idea de vivir en el DF. Tal vez como una reacción a la adversidad me hice de los peores amigos que puede encontrar en el entorno y le abrí la puerta a todos los vicios posibles.
Los muros de mi casa de adolescente fresa me cobijaron en los peores años de mi vida.

Paréntesis #1 Fort Collins—(abril- julio 1989) Menciono esta etapa porque si bien el rincón paterno estaba en la casa de la Herradura, la casa de la familia Linder fue mi hogar en ese memorable verano. En términos reales pasé más tiempo en casa de esa familia belga que en dos de las que han sido oficialmente mis domicilios. Una gigantesca y confortable casa de madera en medio de las montañas de Colorado, lejos, muy lejos de la urbe y el caos humano. Los venados bajaban puntualmente a pastar por las tardes y las aves rapaces sobrevolaban el cielo. Malcolm me llevó a lomo de Harley de Fort Collins a Cheyenne Wyoming. Buenos amigos, mucho deporte, mucha excursión. Nunca antes ni después he pasado tanto tiempo en la montaña, en armonía con la naturaleza.

Lomas de San Fernando (1991-1992) Otro México el que viví en esa casa. Para entonces yo amaba la capital. Tenía grandes amigos, convicciones firmes y una inagotable sed de exploración interna y autocuestionamiento. Una casa grande, estilo manchego, de paredes blancas, tejas rojas y patio central. Un gran amor y varias lindas damitas pasaron por ese cuarto con terraza en donde algo de mí se ha de haber quedado. Alucinajes y sueños inconfesables rondan por ahí como fantasmas. Ex-traño esa casa, extraño esa vida.

Colinas de San Jerónimo (1992-1999) Me costó horrores adaptarme a esa casa. Sangre sudor y lágrimas trajo consigo mi retorno a Monterrey. Menos de cuatro años fuera de ella, me bastaron para que considerara a mi tierra natal una Disneylandia de la mojigatería y el provincianismo. Odié a muerte su verano, odie mi cuarto y sus paredes ardientes. Odie mi sobriedad forzada. Nunca quise demasiado a esa casa, aunque acabamos ella y yo por firmar un armisticio. Al final le tome cariño. Hoy en día esa sigue siendo la casa donde viven mis padres y hermanos. Gracias a su inagotable creatividad han aprovechado sus paredes altas para maximizar sus espacios, ponerle un toque verde al patio, una dosis de frescura y han terminado por transformarla en un oasis bello.
Esa casa es una muchacha fea a la que un buen maquillaje y la perfecta combinación de ropa acabaron por hacer parecer bonita.

Paréntesis # 2 Groton (Junio- Diciembre 1996) Segundo paréntesis estadounidense, en otro sitio casi tan rural como el primero. Una típica aldea en el corazón de Nueva Inglaterra fundada en 1650, en donde sobreviven fantasmas de los pioneros ingleses y las brujas de Salem. La paciencia y la hospitalidad de la familia Davy fue infinita. No niego que por momentos me aburrí, pero mi espíritu y mi cuerpo se limpiaron bastante. Mucha bici, muchos sueños, mucha vida. El parteaguas donde se pudo definir mi vida. Ese paréntesis tuvo a su vez el suyo en los meses de octubre y noviembre cuando emprendí mi primer mochilazo europeo. Un año inolvidable ese 96.


Avenida Zaragoza (Febrero- abril 1999) Sin aspavientos, sin grandes planes ni ceremonias un 14 de febrero de 1999 Carolina y yo rentamos un departamento. Saqué las cosas de casa de mis padres y sin decir agua va comencé mi vida de hombre casado. Un departamento amplio, viejo y ciertamente polvoriento en pleno centro de Monterrey. Dos meses dulces, cachondos, atiborrados de proyectos. La vida tenía demasiadas direcciones enfrente. Recuerdo con nostalgia las tardes en la terraza contemplando el viejo Monterrey y la sensación de estar volviendo a nacer. Un Monterrey dentro de otro el que vivimos en ese oasis.


Parque Baja California (Mayo de 1999- La casa más pequeña que he tenido y al mismo tiempo la más acogedora. La casa donde más me gusta estar. La encontramos por casualidad, recién llegados a Tijuana, cuando en su ventana se leía “se renta”. Firmamos el contrato esa misma tarde. Después nos marchamos a la vieja Europa. Llegamos a habitarla un 7 de mayo. Desde entonces nuestros vecinos se han tenido que acostumbrar a nuestros ataques románticos de media tarde, nuestras veladas nocturnas de vino tinto y mis descargas metaleras. A mi me sigue seduciendo la idea de despertar cada mañana y poder saludar al Pacífico. Mañana se cumplen cuatro años y pronto nos mudaremos. Estos también son tiempos de metamorfosis.