Eterno Retorno

Tuesday, February 25, 2003


Sorpresa

Jamás imaginé que alguien como PG Beas pudiera leer Eterno Retorno y me sorprendió gratamente saber que se ha intere-sado por lo que aquí se publica. No deja de ser paradójico que uno de los máximos representantes de la escena electrónica ti-juanense se tome el tiempo de leer un blog que ha despotricado tantas veces contra ese género musical.
Ello me ha hecho reflexionar ciertas cosas. Por fortuna existen la música, la literatura, los deportes y los vinos, pues son de esas creaciones que hacen bella la vida, pero casualmente ninguno de esos accesorios que dan sabor la existencia los utilizo como criterio para definir o apreciar a una persona.
Por ejemplo, aunque ustedes no lo crean, no tengo ningún amigo, lo que se dice amigo, que le guste el metal. Tengo dos grandes amigos que aborrecen el futbol y lo consideran la más baja manifestación de machismo tercermundista (uno de ellos, para acabarla de cagar, es abstemio). Tengo otro amigo que al igual que yo ama el futbol, pero el equipo de sus amores es Rayados de Monterrey, que alguna vez lo he dicho, es mi camiseta más odiada sobre la Tierra, por ser el rival acérrimo de mis queridos Tigres de la UANL.
La persona que más quiero en el mundo es una psicóloga a la que le gusta el tango, el jazz y The Smiths y que sufre cada vez que torturo sus oídos con himnos metaleros y que luego de cuatro años de matrimonio se ha acostumbrado al futbol (Ca-ray, me ha acompañado a ver partidos en estadios de cinco diferentes países del Mundo)
Sobre la literatura, pues ¿que puedo decir? Aunque es una de mis pasiones yo rehuyo los círculos literarios y los ambientes culturales. Si algo me cuesta trabajo, es sostener una conversación honesta y libre de prejuicios sobre literatura.
Con ello quiero decir que los “muros distantes que separan los gustos de uno y de otro” han sido a lo largo de mi vida mu-ros de vapor, pues mis seres queridos, que son pocos, casi no comparten mis aficiones. Alguien puede detestar el futbol, el metal y el Nebbiolo o ser adicto a ellos y ninguno de estos argumentos influirían demasiado en el concepto que pueda yo te-ner de esa persona ni determinarán mi conversación.

Del espíritu del vino

En lo que respecta a vinos, me confieso un total ignorante, pero por fortuna yo no soy un catador. Los catadores saborean y escupen, pero yo sería incapaz de escupir un vino, pues los trago y con devoción. Que los catadores clasifiquen vinos, que yo estoy para disfrutarlos. Debo confesar con toda honestidad que el Nebbiolo, cosecha 1996, es un delicioso vino. Yo creo que no le pide nada a ninguna gran botella, pero mis conocimientos en la materia, como he dicho, son muy limitados. El cosecha 1997 decayó terriblemente. De Chile me gusta el Santa Rita, que casi nunca consigo y el Casillero del Diablo. Concha y Toro es la opción que nunca falta y el Gato Negro lo acabo de probar y no me defraudó. El Duetto de Santo Tomás también es muy bueno. Blanco me gusta el Santa Helena.
Ocurre que los domingos mi horizonte más lejano suele ser el Calimax de Playas de Tijuana, un sitio que no se distingue universalmente por ser un paraíso de la diversidad vinícola. Si consigo un Nebbiolo puedo darme por bien servido.
Cuando he visitado terruños célebres por sus vinos, me refiero concretamente al caso de Francia y España, he bebido sus productos con devoción, pero como en mis mochileros paseos suelo andar tan corto de feria, mi criterio de selección en la vinatería no es muy complicado que digamos: Siempre selecciono la opción más barata. De cualquier manera, nunca me he sentido defraudado.
Pero dado que a la hora del vino soy peor que un Baudelaire vagando por el Barrio Latino, agradezco con sinceridad cual-quier recomendación en la materia. Si se consigue con relativa facilidad y su precio no es exorbitante, tengan por seguro que el próximo fin de semana estaré descorchando el producto que me aconsejen.